3. De cómo volé en un pegaso y aterricé en los establos

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En cuando salimos del edificio de habitaciones en el que casi habíamos muerto, Alice sacó de uno de los múltiples bolsillos de su pantalón negro un silbato dorado, el cual tocó unos pocos segundos. Acto seguido aparecieron en el cielo cuatro aves de grandes y vistosas alas.

A medida que se acercaban, volando con increíble velocidad y precisión, noté que no se trataba de aves excesivamente grande, sino que eran caballos alados. ¡Pegasos! En cuanto sus pesuñas tocaron el suelo, sentí un impulso increíble de acercarme a cada uno de ellos y acariciarlos; eran bellísimos, de apariencia atlética como cualquier caballo de buena salud y con alas tan elegantes como un cisne. Sus crines relucían a la luz del sol, y no importaba el color, todas parecían ser más brillantes que las de un caballo común y corriente.

- Bien- habló Alice, sonriéndome, como adivinando mi fascinación por aquellos fantásticos animales- Sugarcube es mío- dijo acariciando el hocico de un pegaso de pelaje semi dorado, como la leche con té. Ayudó al sátiro a subir con ella y pronto ya estaban listos para partir.

- Sunshine es el mío- dijo Dany, subiéndose a un ejemplar amarillo claro con manchas blancas- El castaño oscuro es Chocolate y el negro moteado es Lily.

La yegua llamada Lily trotó feliz hacia May y Chocolate se acercó a mí, con la cola en alto y olfateando curioso mis manos, como buscando un cubo de azúcar o una manzana. Lamentablemente lo único que llevaba conmigo era mi celular.

- Será mejor que dejes eso aquí- dijo Alice, en cuanto notó que lo tenía conmigo- A los monstruos se les hace fácil seguirnos si llevamos aparatos electrónicos como esos.

- ¿Qué tal si le quito el chip? No soportaría perder mi música- dije con una mueca suplicante- ¡Por favor!

- Supongo que con eso bastará- aceptó Dany, encogiendo los hombros- Ahora, vámonos rápido antes de encontrarnos con más sorpresas.

May y yo subimos a nuestros pegasos con sumo cuidado, de manera de no llevar a pasar sus alas, las cuales, a pesar de su grandeza, se veían delicadas. Fue entonces cuando recordamos que nunca habíamos cabalgado siquiera en un caballo común ¿Cómo entonces íbamos a volar en uno?

- Tranquilas, magdalenas- nos gritó el entrenador, agitando su puño- Estos animales saben lo que hacen. Llegaremos en excelentes condiciones al Campamento.

Ojalá no se hubiera equivocado.

...

Ya llevábamos un par de horas en el aire cuando May preguntó dónde estaba aquel famoso Campamento.

- Long Island- gritó Dany por sobre el sonido del viento- O sea, que hay que cruzar casi todo el país ¿No es divertido?

- Pero haremos una parada en Kansas City. No notarán cuando lleguemos. Los pegasos son increíblemente rápidos- añadió Alice con una sonrisa que pretendía tranquilizarnos. Sin ofender, no hay muchas cosas que puedan tranquilizarte después de un ataque a muerte de un grupo de monstruos, que te digan que eres un semidiós, que huyes de casa sin aviso y que vas volando a no sabes cuántos kilómetros por hora en un caballo alado.

Procuré olvidar por un momento lo que había pasado y a la vez, suprimir cualquier mal pensamiento sobre lo que vendría. Solo quería disfrutar del paseo mientras pudiera, así que me sostuve con fuerza del cuello de mi amigo Chocolate y miré el paisaje bajo nosotros hasta que me quedé dormida.

Era ya de noche cuando desperté. Perdíamos altura, y por un momento creí que Chocolate y yo estábamos cayendo al vacío. Luego me di cuenta de que los cuatro caballos estaban bajando a propósito, de manera que a los pocos minutos estábamos aterrizando en una extensión de terreno verde, florida y hermosamente decorada con estatuas y piletas.

Hijos del Sol y el Fuego [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora