22. La venganza de la viuda

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Una y mil veces le di golpes y patadas a la puerta para poder salir, pero seguramente Leo había sacado una especie de cerradura mágica y la había instalado por fuera en cinco segundos o menos. Definitivamente lo creía capaz. Desde dentro de la cabina podía oír gritos de los campistas, chillidos y gruñidos de los monstruos que habían entrado, perturbando la paz de la comida y de los juramentos que Artemisa quería oír. Me asomé por una de las ventanas de la cabaña y pude ver apenas cómo se correteaban unos a otros, como volaban las flechas y las luces, las bolas de fuego, los chorros de agua de Percy... Si Leo no me hubiese encerrado, podría haber cantado una canción de despecho, rogándoles que se largaran y lo habrían hecho. Pero estaba siento tan inútil como siempre, encerrada. Pero el mirar por la ventana me dio una idea; Leo había cerrado la puerta, las ventanas, por lo tanto, se podían abrir y así lo hice.

Tomé uno de los escudos que descansaban en la armería, generalmente opacados por los instrumentos musicales a los que solíamos darle preferencia, y salté como pude hacia afuera.

En lugar de volver al centro del campamento donde la cruenta batalla se estaba viviendo, rodeé las cabañas hasta llegar al árbol de Thalia. Mientras trotaba con dificultad hacia el lugar, trataba de pensar en todas las canciones posibles que pudiera ayudarme a defenderme de las criaturas. "Leave me alone, leave us alone, let me go, let it go, don't kill my friends?..." Mi cerebro estaba lanzando canciones en aleatorio de los estilos más variados como una desordenada lista de Spotify.

En cuanto ví el árbol de Thalia, el corazón se me cayó del pecho y rodó por la ladera. Volvía a estar seco y marchito allí donde años atrás Luke Castellan lo había envenenado. El vellocino de oro no estaba y Peleo, el dragón, estaba dormido. Corrí hacia é y noté en su hocico un extraño olor que, en el mejor de los casos, era un sedante. En el peor; un veneno. ¡Por Hades! ¿Quién lo habría hecho? En todo caso solo podría tratarse de algún semidios o dios que Peleo había, por alguna razón, considerado de confianza. Dejé el escudo en el suelo y acaricié la cabeza del enorme reptil mientras cantaba: "So wake up, your sleeping heart. I know sometimes we'll be afraid. But no more playing safe, my dear I'm here, So wake up!". Repetí un montón de veces el "wake up" hasta que comencé a sentir nuevamente la respiración agitada del dragón y sus ojos amarillos comenzaron a brillar nuevamente.

- ¡Ve a ayudar al campamento! – le dije- Necesitan de un valiente dragón que los salve- Y tomando el escudo nuevamente, troté hacia el bosque en búsqueda del ladrón del vellocino.

Pocos pasos delante de mí noté un trozo de tela enganchado en una rama. Era, seguramente, algodón teñido con carmín, pues era suave y de un intenso rojo. Y a juzgar por el olor y la limpieza de la tela, pertenecía al vestido de una mujer. Una que no estaba muy acostumbrada a robar vellocinos porque no tardó en delatarse. Por algún motivo soltó un chillido y me encaminé hacia ella lo más rápido que pude.

Y a pocos metros, entre los árboles, logré verla. Estaba tratando de desenredarse el vestido de unas ramas de pino. Y en su hombro cargaba el vellocino. La muy inútil podría haberse decidido por unos pantalones y unas botas, pero no. Gracias a Zeus.

- ¿Qué crees que estás haciendo? – chillé- ¡Devuelve el vellocino ahora!

- ¡JAMÁS! – gritó en cuanto me vio- ¡Ustedes hicieron perecer a mi esposo y ahora ustedes perecerán!

Bueno, que incómodo. Diariamente muchos campistas tienen que lidiar con los "esposos" de un montón de ninfas, náyades, semidiosas, etc... que no cumplen las reglas básicas de convivencia, por lo que no tenía ni idea de quién se trataba. Así que simplemente me acerqué a ella para tratar de recuperar la llave para la salvación del campamento.

Hijos del Sol y el Fuego [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora