5. San Valentín

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Catorce de febrero de 1980

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Catorce de febrero de 1980. Era un jueves, el día era despejado; lo cual era raro ya que se encontraba en un otoño no tan friolento, la señorita Wortzik observaba a su compañero de trabajo adornar una mesa del restaurante con flores y velas, sonrió y solo fue a casa.
No tan sorprendida, supo que su novio tenia trabajo; para variar, así que solo decidió servirse una copa de vino y brindar en su honor.

Jeffrey esperaba ansioso, ya que era su primer San Valentín con su hermosa rubia que tenia como pareja. Douglas, el trabajador el cual se quedó con él para ayudar a decorar el lugar, acomodó su casaca de mangas blancas y vio que la novia de su amigo se acercaba.

—¡Ya viene! —gritó.

Allice, quien pensaba que su novio tenia que quedarse a cuidar, entró a la tienda, ya que tenia algo muy importante que decirle, y no, no tenia nada que ver con el día de San Valentín.

—Bienvenida. —murmuró Douglas.

—Hola. —respondió ella seriamente—. ¿Se encuentra Jeffrey?

—Si, adelante, solo gire a la derecha.

La rubia observó la cantidad libros que habia desde el techo hasta el suelo, era un bonito lugar. Giró y se encontró con una mesa para dos, adornada con una vela, platillos y una botella de vino.

—Oh Jeffrey... —susurró.

—Felíz San Valentín amor. —sonrió él.

—Jeffrey yo...

—¡Douglas no te vayas! —dijo al verlo entrar para tomar sus cosas—. Ven y toma una copa con nosotros, no solo es el día del amor, también es el día de la amistad. —sonrió.

La rubia veía como su aún novio servia el vino y se lo daba a su compañero. No dejaba de sonreirle, y ella solo tenia que seguir el juego.

—Por el día del amor. —continuó hablando el hombre—. Y por el día de la amistad.

—Jeffrey basta. —dijo ella dejando el vaso en la mesa.

Douglas miró a la pareja asustado, tomó sus cosas, le dio una pequeña palmada a Jeffrey y se retiró.

—¿Qué sucede? —preguntó un poco asustado.

—Ya no te quiero. Esto no esta funcionando... Solo fue una ilusión, no me siento cómoda contigo...

El corazón se partió, sus emociones empezaron una guerra, todo en él se destrozó. Estaba ilusionado, pensaba que ella era la indicada y ¡vaya que estaba seguro! Hizo todo por Allice, miró al lado y observó el vestido que le habia comprado, lo pateó disimuladamente, volvió a verla, ella seguía hablando pero no entendía nada de lo que decía, y no quería hacerlo porque si la escuchaba con atención todas esas palabras hirientes lo destruirían mas.

—Allice, vete. —el hombre tenia la voz entrecortada.

—Jeffrey no te pongas así... Mejor hablemos tranquilos y...

—Tengo que cerrar la tienda, vete por favor.

La rubia lo observó, y solo salió.

Jeffrey no merecía ser tratado de esa manera, no merecía que le partieran el corazón de aquella forma. Apagó la vela, guardó los platos, lavó las copas y tiró todo el vino en el lavadero. Tomó el vestido envuelto en la caja, cerró el local y salió.

Eran aproximadamente las seis de la tarde, veía a las parejas felices, tomó asiento en una banca del parque y miró al cielo. Las nubes tornándose medias lila, el cielo medio amarillento con anaranjado, abrió la boca y un pequeño humo salió.

—Dios, ¿cómo se puede reparar a un hombre que esta roto? —preguntó con la vista al cielo— ¿Cómo puede un perdedor ganar? —pasó ambas manos por su rostro—. Por favor, ayúdame a reparar mi corazón roto y déjame vivir una vez mas.

Volvió a tomar la caja del regalo y sin querer vio la cabina telefónica. Pensó en Ginger, pensó en llamarla, era su amiga, necesitaba la ayuda de alguien.
Tenia los ojos llorosos, no dejaba de temblar, entró a la cabina y colocó algunas monedas, esperó a que ella contestara, pero al no obtener respuesta volvió a intentarlo.

—¿Aló? —dijeron al otro lado de la linea.

—¿Ginger? —temblaba su voz.

—¿Jeffrey? —preguntó preocupada al notar la debilidad de su voz.

—Ginger yo... —lloraba— Lo siento, olvidé que es San Valentín y...

—Él no esta, tiene trabajo.

Eso, sin razón alguna lo alivió un poco.

—¿Crees que pueda ir a tu casa? Yo... Ginger... —lloraba.

—Estaré esperando. —respondió preocupada—. Siempre estaré esperándote

Su voz a través del teléfono, sonaba tan delicada, parecía que susurraba cerca de su oído, se oía tan melodiosa. Las lagrimas dejaron de caer. Se sintió a salvo, como si fuera un naufrago y alguien lo hubiera rescatado.
Tomó la caja y salió corriendo, en busca de su ángel guardián.

Ginger caminaba de un lado a otro desesperada, no sabia que sucedía, no entendía el porque de su voz tan débil, del nerviosismo que presentaba al hablar. El timbre sonó y la castaña abrió la puerta sin dudarlo.

—Me dejó, Ginger. Ella terminó conmigo. —susurró.

—Jeffrey...

El hombre tiró la caja haciendo que el vestido salga por un lado. Ginger miró triste aquella escena y no sabia que hacer, tenia miedo de cagarla, tenia miedo de hacerlo sentir peor.
Pero eso desapareció cuando ambos brazos de Jeffrey la rodearon haciendo que ambos cuerpos crearan un calor agradable.

—Gracias por esperarme.

Fin del capítulo 5.

San Valentín «Jeffrey Dean Morgan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora