(ED)Capitulo 1: El extraño caso nuevo.

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"Algunas cosas del pasado desaparecen, pero otras abren una brecha al futuro y son las que quiero rescatar"

Mario Benedetti

Actualidad.

El sutil repiqueteo de una ligera llovizna golpeaba el techo de la vivienda, confundiéndose con el ruido de una regadera. Eran cerca de las cinco de la mañana y, aunque aun era temprano para decirlo con seguridad, el encapotado cielo y el frío del ambiente anunciaban que ese día sería como los anteriores; lluvioso y tormentoso.

Un pequeño haz de luz se infiltraba por la rendija de la puerta que daba al cuarto de baño privado, lugar del que provenía el sonido del agua que golpeaba las baldosas. En la penumbrosa habitación se encendió la pantalla del móvil que reposaba en una mesita de noche y el inconfundible timbre de una llamada entrante rompió el casi silencio de aquella amplia vivienda.

La luz del cuarto de baño se derramó en la oscura habitación al ser abierta la puerta, revelando la figura de un hombre alto que, sujetando alrededor de sus caderas una toalla blanca, se dirigió a la mesita de noche en la que el aparato electrónico seguía sonando.

Pequeñas gotas cayeron de su cabello tupido y despeinado, deslizandose después por su pecho descubierto, cuando se inclinó para tomar en sus manos el celular.

—Diga —musitó, apretando el móvil entre su oreja y hombro, al tiempo que se giraba con dirección al ropero y buscaba algo qué vestir.

—Inspector Namikaze —saludó la voz de su jefe al otro lado de la línea—, ¿ya ha llegado a la ciudad?

Tomó la segunda toalla que hasta el momento llevaba colgada al hombro y frotó suavemente su cabello, secando el exceso de humedad.

—Hace dos horas llegué —afirmó, mientras se vestía con un sencillo pero elegante pantalón oscuro y una camisa azul, sosteniendo hábilmente el móvil para que no resbalara.

—¿Y cómo ha ido?

Minato formó un mohín de contrariedad, se aproximó a la mesita de noche y encendió una lámpara. Se sentó en el costado de la cama y procedió a ponerse los calcetines.

—Mejor de lo que esperaba -suspiró cansino, a sabiendas de que su jefe se alegraría por el acuerdo. Aunque a él no terminaba de convencerle en absoluto—, en Suna también les preocupa las desapariciones, era de esperarse que quisieran trabajar a la par con nosotros una vez descubierta una posible relación con los casos acontecidos en nuestra ciudad. El que sean personas relacionadas con el comercio los tiene especialmente en alerta.

—No hay duda de que es un caso complicado, pero siento que trabajando codo a codo lograremos encontrar respuestas mucho más rápido. Además... debemos recordar que en Kumo, Kiri e Iwa está sucediendo algo similar. Me alegra que Rasa haya tomado la sabia decisión de cooperar, quizá a partir de esto las demás comisarías decidan trabajar también junto a nosotros. -Un suspiro se escuchó al otro lado de la línea—. Pasando a otro tema, requiero su presencia en la comisaría en una hora.

Minato, quién acababa de poner los pies calzados en el suelo, caminó fuera de la habitación. Se dirigió a la cocina, tomando en su mano el móvil.

—¿Ha sucedido algo? —Indagó, preparando un café. No se le escapaba el disimulado matiz de preocupación en la voz del Inspector en jefe de la comisaría Konoha.

—Es un asunto delicado, preferiría no hablarlo por teléfono. He convocado una reunión a las seis de la mañana en la sala de juntas, no falte.

Guardó el celular en un bolsillo y empezó a beber aquel cálido líquido. Mientras desocupaba el vaso, escuchó que la lluvia hacía un tímido amago de disminuir, para después volver a intensificarse. Desde hacía semanas que aquel temporal castigaba al país entero; una incesante y permanente llovizna que penetraba en lo más profundo de la piel y que hasta el momento no daba indicios de querer cesar.

Un encuentro predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora