(ED)Capitulo 3: Pistas inconexas.

707 93 15
                                    


"El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad"

Albert Einstein

Tamborileó los dedos sobre el espacioso escritorio de su oficina, a la par que pasaba sus ojos pausadamente por el esquema de la pizarra. El reloj extendía su desesperante tictac por todos los rincones de la habitación, recordándole que el tiempo pasaba y el caso se negaba a avanzar. Como todos los días, afuera la lluvia descendía del cielo -inmutable y gloriosa- sumiendo la ciudad en un ambiente de acogedora glacialidad, que incitaba a dormir durante largas horas, mientras dentro de aquella singular edificación, la actividad era movida y no daba muestras de detenerse con prontitud.

Se cruzó de brazos y toqueteó pensativamente su labio con el bolígrafo que sostenía en la mano derecha, entretanto se reclinaba un poco en la silla giratoria y entrecerraba los ojos. Decir que se sentía frustrado era poco, pues a raíz de todo lo que había acaecido en las últimas semanas, eran muchas las preguntas y pocas las respuestas.

Y eso lo estaba volviendo loco.

Minato inhaló hondo y frotó sus ojos en un gesto que reflejaba su cansancio. Desde aquella pizarra le devolvían la mirada fotografías de las personas desaparecidas, notas sobre cada caso, la última vez que se les vio, información sobre cada individuo y los datos que le habían proporcionado los anteriores inspectores que trataron aquellos casos.

La investigación de desapariciones había llegado a sus manos porque estos hechos se incrementaron durante los últimos dos años, pero por aquel entonces se investigaban de forma individual. Fue después, cuando los inspectores a cargo archivaron los casos en "sin resolver", que el Inspector en Jefe había decidido revisar los archivos, encontrando en el proceso que la gran mayoría tenían relación. Al reabrirlos como uno sólo, Jiraiya le había entregado la investigación a Minato (que por ese entonces trabajaba en casos sencillos que se les adjudicaba en parejas de inspectores), poniendo al resto del personal a trabajar junto a él. Eso solo sucedía cuando el caso era destacado y exigía un trabajo multidisciplinar continúo.

Cerró los ojos, siendo esta una acción que dejaba en evidencia su concentración. Desde que había recibido ese encargo, se había dedicado diligentemente a revisar los archivos, interrogar de nuevo a familiares, amigos e incluso había hablado con los inspectores que antes habían estado a cargo. Pocas cosas le habían resultado de utilidad hasta el momento. Pero al menos, todo aquel proceso le había servido para sacar en claro un punto; indudablemente algo grande se escondía detrás de aquellos actos oscuros.

Konoha no era una ciudad violenta y se podría decir que el país del Fuego en general era apacible y pacífico. Había pasado por sus épocas oscuras, por supuesto, pero quedaban en eso; épocas, pues después de poco volvía a reinar la misma tranquilidad de siempre.

Pero en este caso esa temporada sombría se había extendido por más de cinco o seis años; y se incrementaba a medida que pasaban las semanas.

Minato dejó el bolígrafo en el escritorio, reprimiendo un suspiro se levantó de la silla giratoria y se aproximó a la pizarra sin quitar los ojos de la red de información que ahí se presentaba. Sus ojos azules se fijaron en la fotografía de la primera persona desaparecida.

Era una mujer joven, exactamente de veintiséis años de edad, trabajaba en una oficina como secretaria en un bufete de abogados al norte de la ciudad. No tenía hijos, pero sí era casada, y según afirmaba su marido (un hombre de negocios que frecuentaba el país del Aire), habían tenido problemas en su vida matrimonial por problemas económicos, por lo que había pensado en un primer momento que ella había decidido dejarlo. Aunque desechó la idea al percatarse que todas sus pertenencias seguían en casa y al escuchar un mensaje por teléfono en el que ella avisaba que esa noche regresaba tarde por el trabajo acumulado y que además tenía algo importante que decirle.

Un encuentro predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora