(ED) Capítulo 13: Una llamada inesperada.

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"La peor prisión no se encuentra entre rejas, sino entre tus pensamientos negativos"

A.

Naruto apoyó la cabeza en el escritorio de Rin, empujó con sus dedos un lapicero y luego impidió que cayera al suelo con su otra mano. Llevaba en esa misma sintonía desde que, quince minutos antes, Rin tuvo que asistir a una reunión con la directora de la fundación y él se quedó en aquel lugar esperando el regreso de la joven. Ella misma le había pedido que lo hiciera y él aceptó aunque por dentro deseaba regresar a su habitación. Si bien le gustaba pasar por la oficina de Rin al finalizar las clases, la actitud asumida por ella después de la conversación que mantuvieron un mes atrás le molestaba.

No le gustaban las miradas compasivas que le concedía, ni mucho menos cuando le hablaba con extremo cuidado, como si temiera decir lo equivocado y lastimarlo. Naruto sentía que no lo necesitaba, que estaba de más esa actitud. Él solo deseaba ser visto como un niño normal, no como un frágil individuo que precisaba de extremo cuidado y meticulosidad.

Suspiró, dejando quieto el lapicero antes de barrer con sus ojos la habitación en busca de algo qué hacer. Su mochila se encontraba apoyada en la pared junto a la puerta, donde la había arrojado al entrar una hora antes. La cremallera semiabierta dejaba entrever los libros y lápices de colores localizados en su interior. Consideró la idea de dibujar mientras Rin regresaba, normalmente las reuniones con la directora tomaban tiempo, y además el turno de ella terminaba a las seis de la tarde. Ya faltaban pocos minutos para esa hora, por lo tanto tendría permiso para permanecer ahí poco tiempo.

Pero no estaba de ánimos para dibujar en ese momento. De modo que despegó su rostro del escritorio, miró brevemente el librero de Rin y luego regresó su vista a la cajonera. Se encogió de hombros, despreocupado, y jaló la manija del primer cajón, descubriendo enseguida que estaba con llave. Sin importarle mucho eso, probó suerte con el siguiente, ensimismándose al notar que la cerradura también se hallaba sellada.

Arrastró hacia atrás la silla y ésta emitió un rechineo que él ignoró.

Estaba aburrido, demasiado. Sentía que su energía menguaba a medida que los días pasaban y él permanecía en ese sitio, sin muchas posibilidades de salir. Al menos no como le gustaría; en la fundación los llevaban a distintos lugares cada mes, pero él ansiaba libertad. Ser un niño corriente, cuya única preocupación fuera sacar buenas notas en clases para poder jugar todo lo que quisiera en casa. Padres amorosos, comidas calientes preparadas por las manos de su madre y un padre cómplice de sus bromas, que lo encubriera para evitar el enojo de su madre.

Eso era lo que buscaba; la libertad de una familia. Pero debía conformarse con la insípida tranquilidad que le brindaba la fundación.

Mientras buscaba en qué distraerse, algo logró llamar su atención. A un costado de la puerta, colgando de un perchero y bamboleándose con la brisa que generaba un ventilador en lo alto de la pared, se encontraba una bata blanca. La bata de Rin.

Haciendo gala de su curiosidad innata, Naruto se apresuró a tomarla y observarla a consciencia. Como todo niño que se sorprende con las complejas actividades de los adultos, Naruto divagaba constantemente en el por qué escogían ellos las profesiones. La mayoría no parecían felices con lo que hacían, entonces no entendía con qué objetivos estudiaban y luego trabajaban en algo que no les gustaba. Si la decisión fuera de él, no dudaba en que escogería para dedicarse durante toda su vida, un oficio que le satisficiera y le llenara; que le hiciera sentir cómodo y estable. Para los niños, la felicidad siempre era lo primordial.

Un encuentro predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora