(ED)Capítulo 15: Todo tiene un final.

311 50 10
                                    

"Nadie puede volver atrás y empezar de nuevo, pero cualquiera puede empezar hoy y crear un nuevo final" 

A.

Llevaba más de diez minutos en ese sitio, sus manos agarrándose fuerte al volante y sus ojos apretados mientras trataba de reunir el valor necesario para dejar el coche y aproximarse al lugar donde seguramente no lo esperaban. Muchos podían decir que Sarutobi era un hombre que, dentro de su inmensa astucia, no tenía espacio para el miedo o la tristeza. Pero esas afirmaciones no podían estar más erradas; Hiruzen era un individuo como cualquier otro en ese aspecto.

Y justo en ese momento, cuando sus demonios y culpas internas lo hostigaban, demostraba cuan débil era en realidad su espíritu. Una debilidad que se fortalecía a medida que los segundos pasaban, los murmullos en el exterior se intensificaban y él se obligaba a permanecer en el vehículo.

Tenía miedo de salir y enfrentar los resultados de sus actos, de su pasividad, de su cobardía... Porque si de algo estaba convencido Hiruzen, era que mucho de lo sucedido en la actualidad, se hubiera podido evitar si él hubiese tomado mejores decisiones en el pasado. Si no se hubiera dejado manipular por sus ciegos sentimientos, si hubiera estado más pendiente a los signos que le anunciaban que bajo sus narices, un volcán acababa de despertar. Uno cuya lava empezaba a surgir en ese momento, 20 años después de él ser parte de ese juego, quemando todo rastro de vida a su alrededor.

Pasó largos minutos así, pensativo con las manos cerradas de forma férrea sobre el volante, mientras su cerebro reproducía una sucesión de imágenes que pertenecían a una tempestuosa madrugada años atrás, que había cambiado su vida sin él desearlo.

Porque los mayores cambios que se alzan sobre una persona, la mayoría de las veces no son voluntarios. El tiempo trae consigo sorpresas que terminan influyendo más que cualquier otro factor en el rumbo que toma la vida de un individuo. En el caso del respetado Sarutobi, dicho tiempo con sus cambios se había ensañado especialmente con él, jugándole bromas crueles que eran imposibles de anticipar.

Cuando comprendió que la realidad no se evaporaría por él permanecer escondido tras los vidrios polarizados del coche, respiró hondo y pasó una mano por su rostro, la otra posándose sobre la manija de la puerta. Cuando se dispuso a poner sus pies en la calle, una imagen lo detuvo en seco.

Dos ojos sin brillo, rodeados por profundas líneas marchitas, le miraban atentamente. Ojos incrustados en un rostro cuya piel era reseca y vieja, que no se apartaban de los suyos desde el espejo de su coche. Era su reflejo; uno que parecía aconsejarle el no salir, encender el motor y conducir de nuevo a casa. Uno que le rugía no inmiscuirse más, sobrevivir el poco tiempo que le quedaba antes de su jubilación y luego apartarse de ese mundo oscuro donde predominaban las mentiras y la corrupción. 

Ahí estaba de nuevo su cobardía asomándose por sus ojos, la misma que años atrás le hizo callar todo lo que sabía y observar imperturbable cómo el mundo a su alrededor se derrumbaba. Le tentó la idea de hacer lo que su alma le urgía, incluso su mano se dirigió a las llaves y luego a la palanca del freno para poner en marcha su camino a casa.

Pero entonces, del mismo modo que una esfera de boliche se estrellaría contra un cristal, la furiosa voz de un individuo que vio por última vez más de una década atrás, le golpeó hasta dejarlo en shock.

—¡Te importa más tu estúpida imagen que todo lo demás! —la imagen de un adolescente se formó en su retina. Un muchacho que lo miraba con rabia, rencor...y decepción—. ¡¿Dónde quedamos mamá y yo?! ¿Tampoco te importamos?

—No lo entenderías. —Su propia voz, baja y sin sentimientos, hizo temblar el breve recuerdo—. Eres sólo un niño, jamás comprenderás que todo es válido cuando de sobrevivir se trata.

Un encuentro predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora