(ED)Capítulo 5: De momento, ellos sólo observan.

532 80 15
                                    


"El dolor se esconde pero no se termina"

(anónimo)

La vivienda era enorme, agraciada y fresca; un lugar calmado en el que muy posiblemente resultara reconfortante vivir, de no ser por el cadáver que se encontraba en el centro de la sala de estar y el olor putrefacto que de a poco se intensificaba.

Los peritos técnico-científicos ya habían hecho su trabajo y dado paso a los investigadores que habían acudido a la escena. Justo en ese instante se encontraban dispuestos alrededor del cuerpo, escuchando atentamente los datos que hasta el momento tenían de lo sucedido.

—Según los informes de los primeros oficiales que llegaron a la escena, alrededor de las tres de la tarde los moradores de las viviendas aledañas a esta edificación realizaron una llamada a la comisaría, alertados por una aparente actividad dentro de esta vivienda. —Informaba en tono grave y pausado el inspector Nara—. Al parecer, según la información que me proporcionaron algunos ciudadanos de este sector, esta vivienda estaba deshabitada desde hace unas dos semanas, porque la familia que aquí vive se encuentra de viaje. Creían que estaban saqueando el hogar, pero al llegar los oficiales minutos más tarde encontraron al cadáver en la posición que lo ven.

Tsunade, hincada en el suelo al igual que ellos, hojeó la libreta en la que había hecho las respectivas anotaciones de los hallazgos.

—Encontramos los documentos de identificación de la víctima en esta misma habitación —dijo, paseando la mirada por los oficiales presentes— se trata de una mujer llamada Annaisha Aoyama de 31 años de edad, nacida aquí en el país del fuego.

Minato ya la había reconocido, le había bastado con echarle una sola ojeada al cuerpo, para saber que se encontraba frente al cadáver de una de las personas que integraban el caso de las desapariciones. De hecho, se trataba de la primera persona desaparecida de la que se tenía reporte. Era por eso que lo habían llamado a pesar de no estar trabajando de momento con los inspectores de homicidios; la muerte de Annaisha Aoyama hacía parte de su investigación.

—Según los datos que tenemos hasta el momento, esta mujer y la familia que aquí reside no tenían ninguna clase de relación.

Minato evaluó minuciosamente los rasgos petrificados de la mujer, posando una y otra vez su mirada en las pocas lesiones que se encontraban expuestas en el cuerpo.

—Eso está por verse —rebatió, llamando la atención de los oficiales. Frunció el ceño en dirección a la cadera izquierda de la víctima, captando de soslayo la mirada fría que le dirigió su jefe—. Lo poco que se ha avanzado en esta investigación ha dejado claro que de alguna forma todas las víctimas se conocían. Estoy seguro que al indagar un poco más en el asunto encontraremos algo, así sea mínimo, que los relacione—suspiró, fijando sus profundos ojos en Tsunade, para después hacer lo mismo con los oficiales restantes—. No creo en las coincidencias.

Si algo había aprendido en su vida era que nada sucedía por mera casualidad; todo, por muy complicado que pareciese, debía tener una razón de ser.

—Ya nos enfocaremos en eso —asintió su compañero Shikaku, mirando de nuevo el cuerpo. Minato imitó su gesto, sintiéndose un poco extraño al tener un nuevo compañero de investigación. Normalmente quien le acompañaba en esos asuntos era Fugaku, pero había sido suspendido de sus actividades tan pronto la presunción de la muerte de Mikoto encabezó las hipotesis de su caso, ahora Shikaku ocupaba su lugar—. Pero en este momento debemos centrarnos en lo que tenemos delante. Hay algunas cosas que no cuadran del todo.

—Así es. Annaisha Aoyama fue vista por última vez hace cinco años, tenía un trabajo estable como secretaria en un bufete de abogados en esta misma ciudad. Su marido es un reconocido empresario que se trasladó a Suna poco después de reabrirse el caso. Al momento de su desaparición tenía veintiséis años y se encontraba presuntamente en embarazo.

Un encuentro predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora