Capítulo Noveno

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Victoria no supo cómo, pero ahora estaba sentada en la cafetería del hospital, frente a Heriberto Ríos Bernal, estaba tan absorta en las sensaciones que se habían producido en ella momentos antes, que no supo en qué momento le dijo que sí para tomar un café. Heriberto llegó con un zumo de frutas para ella y un café bien cargado para él. Se sentó frente a ella y le dirigió una sonrisa perfecta, Victoria movió sus manos en su regazo parecía una adolescente en su primera cita... ¿cita? ¿Que demonios le estaba sucediendo?

- ¿Cómo te has sentido? -  la voz profunda del médico casi la hace saltar de la silla. 

- Ehm... bien, creo - Victoria miró a los lados, había varias mesas ocupadas por enfermeras, doctoras muchas de ellas la observaban con ¿enojo? ¿acaso estaba ella invadiendo el terreno de alguien? 

- Max está mucho mejor, pero tú lo has visto. No tengo que decírtelo - dijo dando un sorbo a su café. Victoria permaneció callada observando sus movimientos, él miró sus manos apretadas con fuerza al vaso de jugo y se dio cuenta de esa mirada de angustia que nunca antes había visto en alguna mujer con la que saliera; parecía que Victoria siempre tuviese miedo ¿alguien le habría hecho daño?... maldita sea quien quiera que fuese merecería el infierno, porque alguien como ella tan tan... Sacudió la cabeza tratando de alejar de él los pensamientos que tenía sobre esa hermosa mujer. - examinaré a Max mañana en la mañana, considero que si las cosas progresan como hasta ahora estará en casa mañana mismo ¿Qué te parece?  

- Esta muy bien. - Victoria dio un sorbo a su jugo. Heriberto alargó su mano hasta tomar la de ella, le dio un apretón suave, cálido que hizo que descargas eléctricas recorriesen el cuerpo de la joven. 

- Gracias por venir a verlo - ¿le estaba dando las gracias? 

- Maximiliano... Yo... - Trató de ordenar sus pensamientos -  estaba equivocada pero aun hay cosas que debo resolver 

- Estoy seguro que lo harás perfectamente, eres una mujer increíble - le dijo encogiéndose los hombros, Victoria lo miró con una ceja levantada. 

- Acaso aparte de todo ¿eres psíquico? - Heriberto la observó y  ella sonreía por primera vez, mostró sus dientes al hacerlo, eran perfectos, y sus ojos se iluminaban.

- Deberías sonreír más a menudo.-  Victoria sintió que su cara se volvía granate. - te invito a almorzar .

- Ehm... no yo... es mejor que me vaya - dijo ella levantándose, definitivamente no estaba preparada para  filtrear con un hombre, menos que la invitara a salir. Heriberto sonrió al ver su nerviosismo, asintió y se acercó hasta ella, le tomó una mano y se acercó a darle un beso en la mejilla. 

- No me daré por vencido, perdí esta batalla pero ya gané una antes, así que no te confíes. - Victoria debió haberse sentido asustada pero al contrario deseo que él la besara... que la besara como cuando lo hizo en el cuarto de Maximiliano, que la abrazara. Él pareció comprender su suplica muda, porque al instante se acercó a ella y posó sus labios sobre los de ella. Victoria abrió los labios para recibirlo, para profundizar su beso, era tan cálido estar así, con él. Heriberto se escuchó gemir, su corazón estaba desbocado, golpeando fuerte, pidiendo a gritos a Victoria, una de las manos de Heriberto viajó al cuello de la mujer, y masajeó suavemente ese lugar, como por arte de magia, ella se vio atrapada por los hilos de la seducción, se pegó al cuerpo del médico, mientras su lengua danzaba con la de él, se sintió enrojecer pero nada importaba salvo el beso. Heriberto quiso llevar su mano hasta el trasero de Victoria, pegarla contra su erección, levantarla y hacerle el amor en ese instante, saber a qué sabía cada espacio de su cuerpo, jadeó mientras se separaba, recordó donde estaban, el silencio en la cafetería era sepulcral.

"Renacer gracias al Amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora