Prólogo

2.2K 81 8
                                    

Cerca de una cabaña, a unos dos o tres metros de distancia se encontraba una niña, de cabello rubio como una cascada dorada, de tez clara como la nieve, labios rojos y carnosos.

Estaba paseándose en un columpio, su padre la empujaba.
Era el día de la semana en el que su padre podía ir a visitarla, muy pocas veces lo hacía.

—¡Señor! ¡Lizzy!—gritó una señora desde la puerta de la cabaña mientras limpiaba sus manos con el delantal de cocina— ¡ya está la comida!

—¡Ahora vamos, Rosa!—la señora volvió a entrar mientras que el padre de Lizzy se giraba a verla.

La tomó en brazos y la bajó del columpio para despues dejarla en el piso. Los dos fueron caminando a la cabaña mientras Lizzy daba pequeños brincos. Cuando entraron se sentaron en la mesa, donde los tres empezaron a comer y al terminar el padre de Lizzy se levantó dejando su servilleta sobre el plato.

—Rosa, debo irme, vuelvo la siguiente semana.

—Está bien, señor.—el padre de Lizzy se acercó a ella y le dio un tierno beso en su cabeza, para despues salir de la cabaña.

Siempre eran así todos los días de Lizzy. Su padre la visitaba una vez por semana, solamente desde el medio día hasta el atardecer, siempre fue así desde que la pequeña tenía memoria.

Para ser exactos, desde hace cuatro años, la edad que tiene la pequeña rubia.

Como era costumbre, Lizzy salía de la cabaña, todos los días a la misma hora. Se acercaba a una pequeña laguna, muy chica, a unos metros de la cabaña, estaba cubierta por árboles y hojas, a penas se veía un camino. La niña se quedó parada observando las ramas y se acercó a un arbusto.

—Te enconté.—mencionó saltandose la letra "r", era muy chica para mencionar ciertas letras.

Tocó el arbusto de donde salió un cuervo volando a su alrededor, para despues posarse en su mano. Cuando lo hizo, el ave empezó a jugar con ella, siempre hacía eso. Tenía muchísimo cuidado de no lastimar la piel de la pequeña con sus garras.

Era su único amigo, siempre estaba con ella, ya hacía noches que no dormía en su cuarto, pero siempre estaba puntual para jugar.

Algo interrumpió el pequeño picoteo que tenía el ave sobre la mano de la niña, no una voz, sino el ruido de caballos a lo lejos. Ella no podía oirlos, pero el ave sí, empezó a tomar de la manga del vestido de la niña y la jaló hacia la cabaña.

Cuando la niña escuchó mas cerca los caballos corrió siguiendo al cuervo. Su tía le había dicho que cuando escuchara caballos cerca, corriera a la cabaña y le avisara.
Así hizo, cuando entró, se acercó a la cocina y jaló con desesperación el delantal de su tía.

—¿Qué pasa, Lizzy?

—Hay, unos... Cab... Cabdo...—no podía pronunciar la palabra y estaba un poco desesperada.

—¿Unos qué?

—Hay... Unos... Unos... Cabdos...—empezaba a hacer señas con las manos mientras se movía desesperada.

—¿Qué cosas, Elizabeth?

—Cabdos... Cabanos...—inhaló tomando un gran bocado de aire—Caballos.—su tía palidecio.

—Lizzy, escuchame bien—se colocó a su estatura—. Sube a tu habitación y no bajes hasta que vaya por ti, ¿si?—la pequeña solo asintió y subió a su habitación.

Rosa se puso derecha y empezó a caminar de un lado a otro, mientras rogaba porque solo fueran personas que pasaban por el bosque tomando un atajo. Pero fue sacada de sus pensamientos por unos golpes provenientes de la puerta de la cabaña. Se acercó y abrió la puerta, viendo dos guardias con el escudo de Auradon.

—¿Se les ofrece algo, señores?

—Aldeanos que han pasado por aquí han informado haber visto cosas extrañas, para ser exactos, una persona extraña.—habló uno de los guardias, el más alto de los dos.

—No entiendo, ¿cosas extrañas?

—Piensan que aquí esta la hija de un demonio.—habló el otro guardia.

—¿Qué?, aquí solo estoy yo.

—Entonces nos podría dejar pasar, para confirmar lo que dice.

—A mi esposo no le gusta que entren extraños.—trató de cerrar la puerta pero un guardia se lo impidió, Rosa sintió como le martilleaba su corazón pero trató de mostrarse lo más tranquila posible.

—Está impidiendo ordenes del Rey de Auradon, es mas fácil que nos deje entrar a que lo hagamos por la fuerza.

Rosa no respondió solo empujó más la puerta. Pero el guardia logró entrar seguido del otro.
Uno subió por las escaleras a toda prisa, mientras que el otro se quedó custodiando a Rosa, quien deseaba que Elizabeth se hubiera escondido bien.

Minutos despues el guardia bajó, venía solo.

—No hay nadie.—le dijo al otro medio confuso.

Pero unos gritos llamaron su atención. Los tres salieron corriendo y vieron a la niña ser sostenida por otro guardia, mientras que ella lloraba y un cuervo picoteaba al guardia.

[...]

Cuando Lizzy subió a su habitación se quedó sentada en su cama mientras abrazaba sus piernas, hasta que escuchó un ruido proveniente de su ventana. Se levantó y vio a su amigo emplumado tocando, ella la abrió y él entró. Empezó a empujar a Lizzy a la ventana, con una mirada confusa tomó un cajón de su mesita de noche y lo colocó junto a la ventana, subió a el para después apoyarse en sus manos para salir.
La niña logró bajar ilesa con ayuda de su amigo, pero mientras seguía al cuervo hacía el bosque, una mano la tomó del brazo.

Un guardia la sostenía y la jalaba hacia la entrada de la cabaña. Cuando su amigo se dio cuenta, se acercó al guardia y empezó a picotearlo en su cara mientras Lizzy lloraba por la presión que el hombre ejercía en su brazo.

Su tía al verla quiso acercarse pero un guardia la tomó del brazo, mientras que ella solo gritaba el nombre de la niña.
El otro guardia se acercó a su compañero y trató de separarlo dando manotazos al cuervo.

El guardia que sostenía a Lizzy tomó al pajaro bruscamente de las patas mientras lo lanzaba con fuerza. El cuervo giró levemente mientras volaba al primer arbol que vio posandose en él. Se había lastimado su pata.

Cuando Lizzy dejó de llorar, observó la escena y sintió enojo, al ver como trataban a su amigo que solo trataba de protegerla, a su tía que no dejaban que se acercara y a los guardias tirando de ella sin cuidado.

Empezó a respirar rapidamente y gritó. No fue un grito normal, fue un grito extremadamente fuerte.
Causo que los guardias cerca de ella salieran volando unos metros. El cuervo desde la rama del arbol observaba la escena, tuvo que aferrarse a la rama con todas sus fuerzas para no salir volando como los demás.

Lizzy estaba parada, sus cabellos flotaban como si no existiera grabedad en ellos o en cualquier cosa a centímetros de su alrededor. Sus ojos eran de un verde intenso, uno brilloso, a los costados les salían pequeñas llamas del mismo color.

Cuando los guardias se levantaron observaron la escena atónitos, hasta que los ojos de la niña volvieron a la normalidad y las cosas a su alrededor dejaban de flotar, para despues caer inconsiente. A paso lento e inseguro, un guardia la tomó en brazos y se acercó a su caballo, subió a él y se fue cabalgando seguido de otro guardia. El guardia que sostenía a Rosa la soltó y subió a su caballo para despues ir tras los demas.

Rosa observó como se iban, como se llevaban a la niña. Cayó de rodillas y comenzó a llorar, esa pequeña niña se había ganado su corazón, cuando solo tenía que cuidar de ella. Se preguntó, cómo le explicaría al padre de Lizzy lo sucedido. Cómo le explicaria que tantos años ocultandola del mundo, tratando de alejarla, fue en vano, tantas precauciones, tantos metodos echados a perder.

Tantas maneras para que el destino de la niña nunca la alcanzara, cuando al final lo hizo.

Descendientes: Antes y después de Auradon [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora