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Lakewood, Chicago
1918

La nieve que embargaba el camino de tierra, otras estaciones del año, no era ningún pretexto para el joven que miraba hacia el frente con mucho entusiasmo.

Con la ventanilla abierta, un poco de frío y copos de nieve entraban por aquel acceso. Esto hacia que la vista de aquel chico se nublara un poco.

Soltó un suspiro tratando de tranquilizarse, miro de reojo el enorme ramo de rosas y la caja de chocolates que había comprado para regalarlos. El ramo era para las dos mujeres que aquel día vería después de muchos años.

Asimismo la caja de chocolates era para regalar a una joven rubia que tanto anhelaba volver apreciar.

Una punzada hizo que su corazón doliera. No era sino por recordar la separación que se suscitó una noche de invierno, justamente en las escaleras de un hospital frío.

Desde aquella vez, no la había vuelto a ver tan directamente. Hubo una ocasión que la vio sin ser apreciado, en aquel entonces ella estaba trabajando en una clínica.

Más sin encambio, hace más de un año, la encontró comprando diversos artículos en una tienda de Washington.

Después de su repentino viaje a Inglaterra, el muchacho acompaño a su madre un día durante su gira. Por lo que espero a que ella comprará lo que le placiera, por motivo de su cumpleaños.

En una joyería, logró apreciar a una jovencita de cabellos dorados. Ella le hablo de una manera tranquila, como si jamás hubiese ocurrido la separación. Pero solo mantuvieron una conversación de no más de cinco minutos. Él ya no tuvo la oportunidad de ofrecerle una comida o alguna distracción por la ciudad.

Lamentablemente no había podido percatarse de el porqué ella estaba en aquella ciudad, debido a su regreso a Nueva York.

Un perro se atravesó en el camino y eso hizo que Terry se concentrará más en el volante. Aunque eso no funciono del todo, porque rápidamente se volvió a perder en sus pensamientos.

Sin querer sonrió, al ver a lo lejos la pequeña casa donde habitaban niños que no tenían ni papá, ni mamá.

Él sabía a la perfección que su amada estaría presente en aquel lugar. Sobre todo porque en aquel entonces, se corría el día veinticuatro de diciembre. Una noche buena.

Terry se alegro muchísimo por poder compartir una fecha tan especial con la mujer que más ama en la vida. Más aún por ya no estar sujeto a las cadenas invisibles que la actriz Susana Marlown creo en su determinado tiempo.

Al ocurrir el accidente, la joven actriz se empeño en mantener sujeto a Terry junto a ella. Incluso fue capaz de ordenarle que se casarán.

Por supuesto él no acepto la petición de la rubia. Debido a que esa era una condición que él no estaba dispuesto a tomar al lado de una mujer que él no ama. Solamente sería capaz de adquirirla con una sola mujer en la faz de la Tierra. Cuyo nombre sagrado es Candice White Andley.

Sabiendo Susana, que jamás sería amada por el actor, decidió dejarlo en completa libertad. Aceptando que él ya le había dado mucho durante dos años, hablo seriamente con el muchacho y le dijo que, si él aceptaba serían solamente amigos. Incluso le ofreció su ayuda para recuperar a Candy.

Ella misma se había dado a la tarea de elegir un anillo de compromiso bellísimo, digno de ser utilizado por una muchacha de la familia Andley. Con suma resignación en su elección, Susana acepto que ese anillo sería puesto en la mano de la joven enfermera.

A cambio de aquel gesto por parte de Susana, Terry le regalo una prótesis para que ella pudiera caminar. Así como abogó por ella para que Robert Hathaway la aceptará nuevamente en su compañía.

Mañana es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora