Epílogo

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Manhattan, Nueva York.
1942

La noche clara ayudaba a la celebración que estaba por suscitarse en una casa lujosa, perteneciente a una familia muy reconocida en los Estados Unidos. Pero que había permanecido ausente durante varios años, disfrutando de unos momentos de oro al lado de sus hijos.

—Sea bienvenido joven Bagley— dijo un hombre muy bien vestido, que recibía a todos los invitados— Mi lady, pase por favor.

—Muchas gracias— respondió el muchacho.

Todos estaban vestidos de una manera muy elegante. Cinneidigh llevaba un traje de color negro con un antifaz que combinaba con su traje; por su parte su esposa llevaba un vestido azul marino, que era de un corte delicado. Ambos lucian radiantes, porque así tenía que ser ya que la cena era ofrecida al extraordinario talento del hombre.

—Muchas felicidades Cinneidigh. ¿Ella es tu esposa?— preguntó Marc, un compañero del teatro.

—¿Acaso no es hermosa? Thyara te presento a Marc, Marc ella es Thyara mi esposa y futura madre de mis hijos— respondió el muchacho con una sonrisa en sus labios.

—Mucho gusto, Cinneidigh me ha hablado mucho de ti— contestó la joven.

—La felicito, su esposo es todo un talento como actor...— alagó el pelirrojo.

—Gracias, lo sé.

—Bueno Marc, dicen que el director está aquí. Tengo que conocerle— exclamó el muchacho llevando a su esposa a un balcón.

Susana estaba mirándose en el espejo de su habitación. Habían pasado veintitrés años desde todo lo ocurrido con Terry y Candy, y veintidós años desde su boda con Josep. Todos esos años no habían pasado en balde, ella ya había cambiado; pero aún se conservaba cierta belleza en su cuerpo y rostro, que por cierto era la que cautivaba a su marido.

—Estas lista mi amor— dijo Josep dándole un tierno beso en su frente.

—Gracias. Vamos a la fiesta que seguramente nos están esperando— respondió la joven sonriendo a su esposo.

Una pareja iba caminando por todo el salón, presumiendo su primer hijo que tenía apenas un meses de haber nacido. Ellos dos se habían conocido hacia mucho tiempo y entre ambos había crecido algo difícil de ignorar. Tenían veintitrés años y ya se habían casado.

—Esmeralda, Terry que bueno que vinieron— exclamó Susana saludando a esos muchachos que cargaban a su hijo— Mira que grande ya esta. ¿Vinieron sus padres?

—Si, bueno... Mi mamá no pudo venir pero mi padre si está aquí. Está hablando con tío Albert, y mi hermano se quedó dijo que quería pasar tiempo con su esposa— respondió Esmeralda Steven, la hija de Candy y Tom.

—Coreen acompaño a mi mamá, y mi padre está de viaje en Inglaterra— respondió Terry, el hijo de Lilly con Terrence.

—Me alegro, que bueno que vinieron. Josep dijo que hay un chico muy talentoso y por él es que estamos aquí... Tengo que conocerlo— respondió la mujer— ¿Han visto a Caroline?— preguntó Susana ya que no había visto a su hija.

—No, creo que esta con esos chicos— respondió Esmeralda.

—Vuelvo en un instante.

La música era exquisita y esa noche estaba sumamente cálida, una noche digna de estar feliz y alegre. Por lo que dos enamorados estaban contentos porque dentro de pocos días irían con el médico para confirmar sus sospechas sobre su paternidad.

—¿Sabes?, pienso que esto debió de ocurrir hace mucho tiempo— comento Thyara tomando a su marido de la mano.

—Te amo sin importar cuando sucedido— respondió el muchacho.

—Thyara, Cinneidigh les quiero presentar a mis padres— interrumpió Caroline a los dos jóvenes.

—¡Caroline!— grito Susana en cuanto vio que su hija se acercaba a dos chicos.

—Madre, en horabuena. Ellos son Cinneidigh y su esposa Thyara, él es el nuevo talento madre— exclamó la muchacha ilusionada.

En cuanto Susana logró ver el rostro de aquellos dos jóvenes, no hizo falta ninguna explicación. Hubo una época en la que pensó sobre el tema de la otra vida, cuando de verdad se podía volver a nacer. Y ahí fue cuando descubrió que era verdad, aunque no podía afirmar que era la otra vida, porque quizá pudo haber sido solamente mera coincidencia.

Ambos chicos eran idénticos a dos jóvenes que ella había conocido en su juventud. Candy y Terry. ¿Cómo pudo ser eso posible? Se preguntaba la mujer observando cada detalle en las facciones de esos chicos. No salía de su asombro, cuando decidió hablar.

—¿Usted es Cinneidigh?— pregunto a lo que el joven la miró extrañado— Mis mas sinceras felicitaciones, la compañía ha ido en progreso con su talento. Solamente he conocido a un solo hombre del que se hablo maravillas con respecto a su arte, de verdad felicidades.

—Muchas gracias madame, no ha sido fácil pero tampoco difícil. Digamos que actuar es mi vida, y siento que estaba destinado a serlo, quizá en mi otra vida también fui actor— comento el castaño con un risita.

—Si lo creo. Bueno, ¿quién es esta bella dama?— pregunto la rubia dirigiéndose a la esposa de Cinneidigh.

—Ella es mi esposa, Thyara te presento a Susana Hathaway, mujer de Josep— exclamó el chico.

—Un gusto conocerla. Le agradezco por la cena— respondió Thyara. "Hasta en la voz son idénticos" pensaba Susana, sin olvidar aún aquel delicado timbre que venía de la garganta de sus viejos amigos.

—No es nada. Por favor, permitame presentarlos a unos grandes amigos...— dijo Susana guiandolos hasta donde se encontraban: Albert y Tom, Lilly y Abigail, para por último presentarlos ante Esmeralda y Terry.

Todas las personas antes mencionadas experimentaron un mar de emociones en cuanto vieron los rostros de la nueva pareja en sensación que robaba el aliento a todo americano. Sabían, al igual que Susana, que su amor triunfo después de muchos años, aunque no como Candy y Terry, sino como Thyara y Cinneidigh.

Aunque Esmeralda y Terry no sabían nada, sí sintieron que algo muy fuerte los unía con esos chicos que podrían pasar como sus hermanos. El alivio embargo dichosamente a todos cuantos lograron ver ese gran triunfo; amigos, hijos, hermanos y compañeros que fueron testigos de ese amor, fueron las personas que lo experimentaron.

Porque sabía que eran felices, unidos por el sagrado matrimonio, y apunto de recibir con ellos a su primer hijo.

El destino, al fin de todo, fue justo; sin importar cuanto tiempo hubiese tardado, su camino era estar juntos de una u otra forma.

Ellos murieron, sí y la muerte los separó; pero eso mismo también los unió. Ya que la vida no bastó para ello; enseñándoles realmente que mañana, sí es para siempre.

Mañana es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora