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En la habitación se podían apreciar los sonidos que el inicio de un nuevo día nos regala, tales como el canto de los pájaros, el viento que sopla, las gotas de rocío que caen unas tras otras. Terry disfrutaba de aquellos hermosos regalos, en un amanecer inigualable.

Su primer despertar como el Sr. Grandchester, esposo de una bellísima mujer poseedora de sentimientos únicos. Era muy afortunado al tener consigo a una linda dama, por cierto hermana de la única mujer que él ama y amará por el resto de su vida.

Unos ojos azul-verdoso miraban recelosos el cuerpo de la mujer desnuda que yacía a su lado; era la mujer más hermosa que haya visto jamás, pero claro de pronto un pensamiento atacó su mente: Candy como su mujer, su esposa, la mujer de su vida, a la que juró amor eterno ante Dios, en lugar de su hermana Lilly.

Movió bruscamente la cabeza para que esos pensamientos salieran de su mente; no podía pensar en eso, era un pecado. Él ya estaba casado con Lilly, ella con otro. Apunto de ser madre, él quizá pronto será padre. Su mayor anheló, pero sin que ella fuera la madre.

-¿Ya despertaste?- preguntó una voz melodiosa que sacó de sus pensamientos al joven.

-Claro que sí, sabes hoy es el más hermoso amanecer, porque estas conmigo- respondió besándola. Poco a poco comenzó a subir la intensidad del beso, provocando que las acciones hechas la noche anterior se volvieran a repetir una vez más.

Llegado el medio día, los jóvenes salieron todos juntos a pasear antes de ir directo al teatro donde Lilly sería presentada oficialmente ante los medios de comunicación, como la Sra. Grandchester, así como la duquesa por su suegro el gran duque.

-Quisiera que todos los días fueran como este, hermosos de principio a fin. Los tres siempre juntos, Terry jamás me había sentido tan feliz en mi vida. Te amo, gracias por darme tanta dicha y felicidad- dijo Lilly a su marido que comía muy a gusto en compañía de su nueva familia.

-Lilly, mereces esto y mucho más. Yo también quiero ser muy feliz a tu lado, te elegí para que así fuera- respondió sonriendo.

-Iré a preparar el baño, tienes que estar listo para ir al teatro- dijo y subió a su habitación.

El actor aprovechó ese momento para jugar un poco con Coreen; después de eso se fue a su despacho donde tomó tinta y papel para realizar una carta que sentía necesaria realizar. Con destreza comenzó a escribir todos los sentimientos que oprimían su pecho, sintiendo como las lágrimas se agolpaban cada vez en sus ojos ante las palabras que él mismo plasmaba en el papel.

Al terminar de escribir dobló la hoja, la besó y coloco en el bolso de su saco. Con un sentimiento extraño subió donde su esposa ya lo esperaba, con el baño y la ropa listos.

-Muchas gracias- fue lo que le dijo Terry a su esposa que le sonreía.

-De nada, apúrate, o Robert no te lo perdonará- bromeó ella besándolo.

Él se fue a bañar, aún con un sentimiento extraño que le oprimía el pecho desde que inició el día. Intentó ignorarlo pero no podía, en la noche se volvió más intensó. Cosa que lo hizo sentir cierto temor; temor por muchas cosas, quizá por lo que hizo en el pasado, por sus decisiones que tomó, que no tomo, y su forma de actuar con las personas.

No se podía explicar el porqué de su enorme miedo; quería correr hasta la estación de tren y tomar el primer transporte que lo llevaría hasta ella, para ver por lo menos una última vez sus lindos ojos y escuchar la melodiosa voz que posee. Pero no. Incluso esas ganas inmensas por hacer lo anterior eran extremadamente fuertes, que llegaron a producirle cierta ansiedad.

-Pasame la corbata por favor- pidió Terry en cuanto se terminó de colocar su camisa blanca, para después de poner su corbata, abrigarse con su saco.

Mañana es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora