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—¿Como esta Candy doctor?— Fue la pregunta que se apresuró a formular el joven rubio de aspecto preocupado.

—¿Donde esta el esposo de la Sra.?— cuestionó el chico que llevaba una bata impecablemente blanca puesta, con voz penetrante que hizo sentir a Albert cierto escalofrío por una milésima de segundo. Mientras la enfermera que iba a su lado sostenía entre sus manos una tablilla.

—Él...—bajo la mirada ante tal interrogación. Ya que ni siquiera se había molestado en informar a Tom que su esposa estaba en un hospital de Chicago.

El médico supo interpretar el gesto que hizo aquel hombre frente a él

—Escúcheme, la Sra...

—Doctor, lo necesitan en la sala de partos, una mujer esta a punto de dar a luz—informo una muchacha castaña que se colocó al lado de aquel médico y por supuesto llevaba el típico uniforme blanco de una enfermera.

—Voy de inmediato Hellenic— dijo el doctor girando sobre si mismo, no sin antes ordenarle a la dama a su lado que informará el estado médico en que se encontraba Candy.

—Sr. William, su hija esta muy delicada... Dígame— la joven hizo una pausa— ¿Como se le ocurrió llevarla a un funeral estando embarazada?— pregunto la mujer alzando la voz de una manera grotesca.

—Por favor Srita. entiéndame, si yo no le decía nada, de todos modos se enteraría y...

—Eso no importa; ella ahora está muy delicada. Aunque debo admitir que es una mujer extremadamente fuerte. Una persona teniendo un estado excelente de salud, podría enfermar grave al sufrir una pérdida de esa magnitud, más aún, si aquel fallecido era una persona a quien amaba.... Dígame entonces, ella embarazada, corrió un gran riesgo. Pudo morir— concluyó la enfermera sin un ápice de sentimentalismo.

—Yo...

—Diez minutos más y esa mujer que ahora logramos estabilizar, estaría muerta al igual que el hijo que lleva dentro. Esa acción Sr. Andley realmente fue una verdadera torpeza e inconsciencia de su parte...— regaño la enfermera al rubio que no hizo más que guardar silencio— Me sorprende el hecho que ella haya resistido un viaje entero de Lakewood a Nueva York; un día en esa ciudad, y otro viaje de Broadway a Chicago... Realmente soporto demasiado, para vivir todo lo antes relatado y aparte el mar de emociones que la atacó, es un milagro que este viva.

—¿Entonces ya está fuera de peligro?— los ojos azul cielo de Albert brillaron al pensar que su querida Candy era extremadamente fuerte.

—Yo no dije eso, es más, está sumamente delicada; la Sra, por su imprudencia tendrá que permanecer de una a dos semanas internada. Todo depende—anuncio ella.

—¿Puedo pasar a verla?

—No, esta dormida y solo alteraría su estabilidad. Mañana quizá, antes tiene que avisar al esposo de su hija.

Albert no dijo nada más, solo se limitó a despedirse de la enfermera y después se retiró del hospital para descansar un poco en la mansión de Chicago. Lugar en que permaneció tres días, antes de partir a Lakewood, donde un Tom preocupado ya lo esperaba ansioso por no recibir noticia alguna sobre su esposa.

Tan preocupado estaba que no iba a trabajar con la esperanza de que los Andley llegaran en cualquier momento para entregar a su mujer. Pero cuál fue su sorpresa al enterarse del estado en que se encontraba su mujer, ya que Albert llegó diciendo que la rubia estaba internada en un hospital de Chicago; con valoración de grave.

Sin perder un minuto más en ese pueblo, el muchacho se dirigió al lado de su "suegro" para poder estar al lado de su esposa embrazada. La cual era cuidada por su amiga Annie y acompañada de su primo Archibald. Aunque aún con toda la alegría que le daba el estar al lado de esos dos jóvenes, no podía evitar que los sentimientos despertados por una inmensa pérdida inundaran una vez más sus delicadas facciones.

Mañana es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora