❤ Cuarenta y trés ❤

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- Oye Law, amor ¿A dónde me llevas?

- Cállate es una sorpresa.

El pelinegro tenía ambas manos puestas en los ojos de su novia, le había preparado una gran sorpresa que seguro a Kaede la dejaría boquiabierta y sin articular palabra. La azabache avanzaba con pasos lentos procurando de no caerse, pero como su amante la sostenía con mucha seguridad y fuerza, empezó a andar de manera normal, entusiasta; pero a la vez tranquila.

Ése día se cumplía un mes más del tiempo en el que se encontraban juntos, ahora el doctor ya no quería separarse por ningún motivo de los mugiwaras y la tripulación de los piratas del corazón empezaron a coger más cariño a la futura esposa del cirujano de la muerte.

Ahora tenían muchas aventuras juntos, con el Thousand Sunny o sin él.

Aunque a Sanji no le pareció que la menor de la tripulación andara con un novio como ése, poco a poco fue cogiéndole más confianza al pelinegro al ver que trataba a su nakama como toda una dama. Hasta empezó por llamarle ''Torao'', cuando antes sólo le decía ''Trafalgar''.

Poco a poco, ambas tripulaciones comenzaron a acoplarse hacia las tres parejas que se habían formado en tan poco tiempo, se sintieron dichosos y celebraron por aquello durante muchos días. Se enternecían cuando su capitán abrazaba por detrás a su navegante, algo que habían creído que ella nunca lo permitiría con ningún hombre.

 Su manera de ver a Zoro había cambiado, ya no se trataba del hombre gruñón y fanático del sake cuando se trataba de que Robin se encontraba a su lado. Mostraba su lado más tierno y vulnerable cuando buscaba satisfacerla dándole caricias y besos puros, cuál amor verdadero que florecía entre ambos. Sin contar su constante actividad sexual, pero todos los mugiwaras lo veían como algo muy normal ya que ellos se encontraban ya ''creciditos''.

Si no estaba la pelinegra madura, el espadachín volvía a ser el mismo.

Nunca se hubieran creído que el Sunny Go que había construido el cyborg para sus viajes llenos de aventuras, también estaría cargado de amor flotando y reinando sobre el ambiente. Trayendo más paz y más vida a cualquiera que lo pisara por primera vez, su hermosa y reluciente cubierta.

Desde ahora en adelante, todo brillaría según su rumbo y su naturaleza.

Los mugiwaras no se pudieron sentir más contentos con ello y suspiraron de alegría.

***

Lo que Law quiso mostrarle, no era nada más ni nada menos que un lugar tupido y espeso de la selva. Rodeado de flores exóticas, olores paradisíacos, aquellos dragones con plumas volando tenazmente en el cielo como si fueran aves normales. Árboles gigantes que traspasaban los cien metros de altura. 

- ¡Whoaaaaa! - gritó la bailarina cuando el pelinegro había quitado sus manos de encima de sus ojos.

- Espera, ésto es sólo una parte de la sorpresa.

Se adentraron un poco más en la espesura de aquel maravilloso y alucinante lugar. Ahora Kaede caminaba con más sigilo y lentitud, aprovechando en observar todos los detalles que la rodeaban y la tenían fascinada. Siempre de la mano de su amado, todo siendo tan bello para su menuda vista.

Cuando pasaron un cuarto de hora más o media, el doctor por fin paró el paso y su acompañante hizo lo mismo. Estando a la orilla de aquel río, la asombrada azabache únicamente vio la negrura de la noche acicalada por la estela blanca de la luna brillando sobre las aguas; pero un examen más atento de la posición indicada le reveló una forma baja y oscura que se interponía en el reluciente trazo de la luna sobre el oleaje.

Entrecerró los ojos para fijar la vista en la oscuridad y el contorno se perfiló con más claridad. La forma terminó transformándose en un triángulo chato e irregular, con uno de sus lados más alargado que el otro, antes de hundirse entre las olas. Se acercaron más y la pelinegra pudo comprobar que el contorno era tenue, oscilante ante la brisa ligera.

Siguió escudriñando hasta que todas las piezas cobraron sentido: delante de su posición se erguía, por encima del mar, una islita donde se balanceaban las hojas de las palmeras y refulgía la media luna de una playa bajo la pálida luz de la noche.

- Esto es... - murmuró atónita. 

- ¿Te acuerdas cuando te dije que saldría con mi tripulación a una expedición en ésta isla? Pues resulta que por mí mismo descubrí ésta sin que ellos lo supieran. Así que será nuestro secreto, nuestra isla, nuestro gran tesoro.

Unos labios ajenos callaron los suyos propios, quiso decirle mil cosas como las estrellas que hay en el firmamento. Quiso besarlo infinitas veces sin saber cómo podía mostrar su gratitud y su amor hacia Trafalgar Law, su alma gemela, la persona con quien no guardaría ningún secreto y lo compartiría todo. 

Felicidad absoluta era lo que ella sentía.

El doctor no pudo evitar devolverle aquel beso lleno de pasión que lo sumía a una llamarada de cálidas y dulces tentaciones. Las inmensas ganas que tenía de hacer que la bailarina prodigio fuera suya, que la protegería ante todo peligro que la pudiesen hacer daño, proclamarlo ante el mundo, en las revistas y en los periódicos. Que todos se enteren de que un nuevo hombre había renacido, y aunque suene cursi y a él aún le cueste un poco admitirlo, era por amor. 

La razón de su vivir el día a día era la hermosa chica que tenía al frente, que lo amaba desde lo más profundo de su ser y la misma que había descubierto lo bueno que habitaba en él. 

Y cómo no mencionar, a su propia persona que se negó a pensar con el cerebro si no con el órgano que le permitía estar con vida. 

Al lado de Kaede lo tenía todo y no había nada mejor que ello.



❤¡Love and dance! ❤ [One piece fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora