CAPÍTULO 23

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Ni dormía por el tema de mis "hermanos" y eso cada vez ponía a Erick peor. E incluso se sentía un poco arrepentido por enseñarme eso. Pero lo entendía, yo tampoco quisiera verme en este estado. Me había negado a hablar con mis padres hasta que no me quedó de otra que explicarle a Vanessa porque mi estado de humor y decidió pedir vacaciones de una semana en el hospital para venir a Miami, no quería que nuestros padres supieran aún sin nosotras investigar. Y si yo iba a Rusia, levantaba sospechas por mi humor. Y porque sé que no sería nada amable con mis padres. Ella me conoce bien. Estaba aburrida e iría a la empresa a hacerle una visita a Erick. Sé que todos se sorprenderían al verme allí y no porque estoy trabajando. Pero en estos momentos lo menos que quiero es trabajar y tampoco es que me hace falta. Poco humilde, lo sé. Pero no tengo cabeza para eso. La recepcionista al verme, como siempre, me tiro malos ojos. Pablo muchas veces me ha dicho que es porque ha notado la atención que tiene Erick sobre mi y ella se muere por el. Pero nadie de aquí sabe de lo mío con Erick. La ignore y subí. Al entrar a mi oficina, conseguí a una chica, que no sé ni de dónde salió.

— ¿Y tú quién eres?

— Un placer. Soy Amanda Hornes, la asistente del señor Erick. ¿Que desea?

— Hablare directamente con Erick. El me conoce.

¿Asistente? ¿Asistente nueva? ¿Una asistente con unos pechos excesivamente grandes que ya esos escotes? ¿Que es esto? Mi alarma de celos estaba activada. Quiero matarlo. Juro que lo matare. Entre a La Oficina sin pensarlo dos veces y estaba con Joe. Al verme la cara, ambos sabían que algo estaba mal.

— ¿Puedes explicarme de cuando acá tienes una nueva asistente y todo lo que hace es enseñar los pechos como si esto fuera un prostíbulo? – Me escuche severamente molesta.

— Ok hermano, yo me voy. ¡Llego tu hora! – Joe intento levantarse.

— No, tú te quedas. Tú le apoyas todo a Erick así que tú sabías esto.

— Nena, no la contrate yo. ¿Estás celosa? – Se escucho burlón.

— ¿Ahora te ríes de mí? – Pregunté incrédula.

— De tus celos sí – Río levemente.

— A mi no me causa risa, Erick.

Erick y Joe comenzaron a reírse de mis celos y sinceramente yo no conseguía lo gracioso por ningún lugar. Al ver mi cara de molesta, ambos dejaron de hacerlo y se pusieron serios. ¡Es que lo mato! ¡Ushhhhhh! ¿Como puede estar tan tranquilo en su silla riéndose mientras yo estoy muriéndome de celos y queriéndolo matar? ¡Hombres! No ayudan en nada.

— Me voy. Ve y almuerza con tu súper asistente. – Hable y agarre mi cartera para irme.

— Mi amor, deja los celos que yo ni hablo con ella. Estrictamente de trabajo – Me dio un beso al cual no lo seguí – Además, solo me importas tú.

— Así dicen todos – Dije entre dientes – Iré a almorzar con Joe, quédate con tu asistente.

— Ni lo pienses – Susurró en mi oído – Tú eres mía, almuerzas conmigo.

Joe nada más se reía del espectáculo que ambos estábamos dando. Yo celosa con ganas de matarlo y el besándome intentando que yo estuviera sonriendo y feliz. ¡Primero te mato, Erick! Más de una vez su asistente se cruzó conmigo, entro varias veces a la oficina y podía notar su mirada intensa en Erick. Como la de la recepcionista. Lo que me faltaba.

Luego de que Erick solucionará algunos asuntos en el trabajo, almorzamos juntos y disfrutaba ese tiempo de calidad junto a el. Charlábamos de lo que se nos ocurriera y sinceramente, eso es una delicia. Erick es extremadamente inteligente, ya veo porque trabaja como lo hace.

— ¿A que hora llega tu hermana?

— A las 7. ¿Vamos juntos? – Pregunté.

— Sí nena. ¿Viene sola?

— No, con Alek y Anton. Pensaba preguntarte si podía dormir en tu casa la semana que ellos estarán aquí para que tengan privacidad y eso.

— No tienes que preguntar si puedes dormir allí. Claro que sí – Me estampó un beso que me dejo boba.

Luego de que Erick se quedara en el trabajo, me dediqué a comprar algunas cosas para cuando mi hermana llegara. Y con el bulldog detrás. Me obstinaba esto. Que cansada estaba de tenerlo atrás mío. Pero si no estaba conmigo, Erick se obstinaría el triple. Y no quería eso.

-

Luego de buscar a mi familia en el aeropuerto, el tener a mi sobrino cerca era la calma suficiente para mí. Erick decidió llevarnos a cenar y luego nos reunimos en mi casa para hablar de lo que no quería saber.

— Intento creer que no es así... Pero estos papeles demuestran la verdad.

— Es que no dice ni donde viven, Vanessa. Solo se sus nombres y su edad. Más nada.

— No desesperes, Gabrielle. Tenemos que dar con la verdad.

Sentí mis ojos arder por las lágrimas. Tenía mucha rabia escondida y no quería que nadie me viera así. Ni mi hermana ni mucho menos Erick. Me cansaba la vida de mis padres, los secretos, el egoísmo. Todo. Si esto es verdad, no se como los miraría ahora. No si tienes dos hijos y los escondes. O los alejas tuyos.

— No llores, mi muñequita – Desde pequeña me decía así – Entiendo como te sientes, pero sabes que cuando estás así me desanimas.

— ¿Es que hasta cuando, Vanessa? ¿Hasta cuando son los secretos de ellos? ¿Hasta cuando viviremos así? – Dije frustrada.

— Tranquila, llegaremos al fondo de esto – Me dio un abrazo de esos que calman, que provoca estar así todo el día.

A las 10 me fui junto a Erick para dejar a mi hermana descansar. No quise hablar en todo el viaje hasta la casa de Erick y eso lo enloqueció por completo. Es que algo así, no se acepta de la manera más fácil. Con mis ánimos por el piso, mi chico se dedicó a desarmar la pequeña maleta que prepare para los días que estaría en su casa y lo guardo todo en su gran armario. Yo solo veía cada movimiento.

— Te perderás allí dentro – Comenzó a reírse por mi comentario

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— Te perderás allí dentro – Comenzó a reírse por mi comentario.

— Si es contigo, me encantaría – Me lanzo un beso.

Arreglo su traje para mañana, y luego saco la pijama. Y a mi me tiro una de sus camisas ora dormir. Me encanta. Y huelen a su perfume. A el. Me cambie sin ánimos, quedando solo en su camisa y bragas. Erick recogió la ropa que me quite y la colocó en una silla para que mañana la señora Gales lo lave. A veces se veía tan domestico.

— ¿Quieres ver una película? ¿Quieres comer algo? Dime que hago para subir ese animo.

— Solo quiero que te acuestes conmigo.

Ambos nos acomodamos en su gran cama, Erick me abrazo y enredo sus piernas con las mías. Mientras me daba besos en la frente y yo me adormilaba más. Esto era más que suficiente para mí. Se estiró y apago la pequeña lamparita que alumbraba la cama.

— ¿Qué me estás haciendo, Gabrielle? – Susurró mientras me acariciaba la espalda.

— Lo mismo que tú a mí – Le di un suave beso y me acurruqué a el para dormir.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora