Tenía un calor asfixiante. Erick tenía sus piernas enrolladas con las mías y su brazo en mi cintura. Como no iba a tener a calor así. Pero que buena manera de levantarse. Me coloqué su camisa y un short, y baje a hacer desayuno para los dos. Seguro en cualquier momento se levantaría.Encontré a mi hermana dándole de comer a mi sobrino y vestida para irse al hospital. Al verme, se levantó y me lleno de besos. Mi sobrino nada más se reía de nosotras.
— ¿Y donde está Anton?
— Se ha ido porque tenía unas cosas que hacer en el trabajo. ¿Y tú? ¿Que harás hoy?
— No lo sé. Había pensando en si irme a Londres a buscarlos...
— Gaby, sabemos que están en Londres más no sabemos que están haciendo. Anton está buscando esa información. Mejor esperemos a ver que nos dice y yo te acompañaré.
— No, tú trabajo es importante. ¿Como te irás teniendo tantos pacientes? Estás loca. Yo puedo sola, y si los consigo, los traeré y te prometo que serás tú la primera en conocerlos.
— ¿En que momento creciste tanto? – Me abrazo y sentí como lloraba – Hace años eras mi niña chiquita, contigo jugaba a las muñecas.
— Siempre lo seré.
Luego de que le diera de comer a Alek, lo termino de vestir para llevárselo a que la abuela de Anton y lo cuidaran. Prepare el desayuno para Erick y para mí, y como a los minutos, bajo recién bañado y vestido. Y yo juraba que aún dormía. Me abrazo y luego de verificar que no había nadie, me dio un beso de esos que no pueden ver. Olía tan rico, a jabón y perfume. Me encanta.
Luego de que desayunáramos juntos, Erick trabajaba mientras yo me duchaba. No sé que haríamos hoy. Tengo que esperar por Anton para saber dónde están mis hermanos. Y así, poder ir a buscarlos. No puedo llegar a Londres y preguntar por ellos como una loca.
— ¿Que quieres hacer hoy? – Pregunté mientras me secaba el cabello.
— Si me harás esa pregunta justo así, pues te diré que no tengo problemas en pasar el día encerrados en esta habitación.
— Erick – Comencé a reír – Se serio.
— Nena, estoy siendo serio – Me jalo hacia el y me sentó en sus piernas – Hoy podemos hacer lo que tú quieras.
— Vamos de compras – Su cara cambio enseguida y estalle en risas.
Me vestí, arregle mi cabello y luego me maquille. Erick sentía que ya se nos había ido toda la mañana de tanto que me he tardado. Pues que se acostumbre. Se colocó el saco y luego se guardó su billetera y el teléfono.
— Es difícil que tú estés guapo – Me puse de puntillas para darle un beso, ni con tacones soy alta.
— ¿Que podré decir yo? Te ves espectacular. Y aunque no estoy acostumbrado a verte rubia, tengo que admitir que te ves hermosa. Y tus ojos, resaltan.
ESTÁS LEYENDO
• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!
RomanceA los 20 años, Gabrielle Sokolov deja Rusia y a su familia adinerada por alejarse del típico protocolo, de la fortuna y de todos esos eventos a los que no quería asistir. Se embarca a una nueva aventura y termina en Miami, sin conocer nada ni nadie...