Capítulo 25: Deseos.

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Los minutos a su lado pasaban volando. Me había tirado la última media hora mirando, observando y memorizando cada parte de su rostro. Y de vez en cuando, él me interrumpía para besarme.

- Es que estás tan cerca que no lo puedo evitar. – me decía cada vez que interrumpía mi estudio de su cara.

Claro que a mí no me importaba, es más, estaba encantada. Pero ya había pasado la primera media hora, solo me quedaba un rato más con él antes de que empezara a prepararse.

Le seguí observando y besando, observando y besando,…y así unas cincuenta veces más. Estaba tan contenta de mis ojos nuevos, que no podía parar de mirar a lo más bello de la habitación.

- Estas haciendo que me crea que de verdad te gusto. – me dijo al cabo de un rato de mi parte observadora.

Le dí un pequeño manotazo en el hombro por la tontería que acaba de decir.

- Pues entonces debo de estar haciendo algo mal, porque tú no me gustas. – hice una pequeña pausa teatral para hacerle dudar, lo conseguí. – Estoy enamorada de ti, la palabra gustar es algo tan insignificante para lo que yo siento, que es casi resulta ofensivo que hayas usado esa palabra.

Él me cogió la cara y con algo más de intensidad, me beso hasta dejarme casi sin respiración, o mejor dicho, sin aliento ya que mi respiración estaba descontrolada. Pero al cabo de muchos minutos así, paró.

- No me quiero ir. – me dijo en susurros sin apenas apartar sus labios de los míos.

- No quiero que te vayas.

- Pero debo ir.

- No debes hacer nada. – dije haciendo una mala imitación de él, recordando la última vez, hace menos de una hora, que había pronunciado esas palabras.

El se rió de mi pobre imitación y se levantó para prepararse. Se quitó una camiseta blanca que llevaba y por segunda vez, ví su torso desnudo. Pero era como verlo por primera vez, ya que mis ojos veían algo diferente a lo que recordaba mi mente.

Me levanté de la cama y me acerqué a él, le toque su perfecta piel, recorriendo con los dedos las líneas que separaban cada músculo. Su respiración iba en aumento y casi podía oír su corazón, no casi, oía su corazón…

- Mi sentido del oído también está mejorando. – dije sin ser capaz de quitar los ojos de su cuerpo. – Oigo tu corazón y ni siquiera tengo la oreja pegada.

- Eso es porque me estas volviendo loco. – ahora si le mire a la cara.

Había tal pasión en sus ojos que me hizo sonrojarme. Esto era algo nuevo para mí, ni siquiera me lo había planteado antes. Él sentía deseos por mí, por estar más cerca de mí, por besarme en lugares más privados. Yo tenía dieciséis años, pero no sabía cuánto tiempo llevaba él en este mundo.

- Lo siento. – dije mientras me separaba un poco para darle espacio.

Él siguió vistiéndose y preparándose, pero su comentario había abierto una puerta en mi mente que no era capaz de cerrar. ¿Y si él quería algo más conmigo? ¿estaría dispuesta ha concedérselo? La respuesta a esa última pregunta era un sí bastante obvio, pero ¿estaba preparada? Seguramente no. Pero él me esperará, de eso tampoco tenía ninguna duda.

Aunque la puerta en mi mente se había abierto algo más y una sensación oscura invadió mi cuerpo. ¿Habría estado él con otras mujeres? ¿habría amado a alguna? Esa sensación oscura, eran celos.

Pero no me atreví a preguntarle nada, él debía estar con la mente despejada para lo que tenía que hacer ahora y yo no se lo iba a impedir.

Ya estaba listo y la hora feliz se acababa. Miraba la habitación con la esperanza de que se convirtiera en mi anterior cuarto, el de mi ahora antiguo hogar. Pero no conseguí nada, obviamente.

Soledad *[En Edición]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora