Capítulo 29: No hay duda, soy la elegida.

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Durante varios minutos, reino un gran silencio en el gimnasio. Los subterráneos estaban empezando a ser conscientes de que no eran controlados por nada ni por nadie y los protectores que quedábamos, empezábamos a darnos cuenta del siguiente peligro. ¿Cómo vamos a conseguir que se vayan los subterráneos?

Me arrimé a Jeremy e intenté despertarle.

- Jer, despierta por favor. – le decía mientras le daba ligeros empujones.

Laurent se puso a mi lado y le dio un bofetón en toda la cara.

- Eh… - le reñí

- Es para que despierte. – y tras decir eso, Jeremy abrió los ojos.

- ¿Qué ha pasado? – dijo mientras me echaba una de esas miradas de comprobación. Me estaba chequeando para ver que estaba bien.

- Estamos todos bien. He matado a Ariana. – le dije con una gran alegría.

- ¿En serio? – me dijo sorprendido.

- Tanta duda ofende. – le dije mostrándole la mejor de mis sonrisas.

- No cantéis victoria. Ahora tenemos otro problema. – dijo mientras miraba justo detrás de nosotros.

Y todos giramos la cabeza hacia donde miraba Laurent. Los subterráneos estaban acercándose sigilosamente hacia donde estábamos nosotros y no tenían una pinta muy amistosa.

Me levanté del suelo y obligué a Jeremy a levantarse también. Los cuatro formamos un circulo, mi corazón volvía a ir descontrolado.

Subterráneos de todas las clases se iban acercando a nosotros, uno de ellos, el más impaciente de todos, empezó a correr hacia nosotros, pero Laurent le interceptó y le clavó su pequeña espada en el corazón.

- No creo que podamos hacer eso con todos. – dije algo pesimista.

- Si se te ocurre algo mejor princesa, por favor, háznoslo saber. Estaremos deseosos de escucharte. – dijo irónicamente.

Le miré de reojo y se me escapó una pequeña risa y él me contestó con una fugaz sonrisa.

- No tengo arma. – dije recordando que mi cuchillo se había quedado clavado en el pecho de Ariana.

- Ten. – me dijo Jeremy mientras me tendía una espada como la de Laurent.

No era tan grande como las típicas espadas, pero era más grande que cualquier daga o cuchillo que yo haya visto. No pesaba y era bastante ligera, pero no tenía ni idea de cómo se usaba.

Pero no había tiempo, los subterráneos se acercaban más y más, y en esta ocasión no venían de uno en uno, venían todos juntos. Mi corazón se me salía por la boca y la persona que tenía dentro de mí volvía a gruñir como si también fuese un animal.

Varios subterráneas saltaron al círculo que teníamos formado y nos obligó a separarnos. Yo movía mi espada de un lado para otro y me daba la sensación que espantaba moscas en vez de intentar matar algo.

Esta vez la chica de dentro de mí, me gruño a mí por torpe, quería tomar el control y me estaba pidiendo permiso para hacerlo. Por un segundo lo dude, pero eran demasiados y yo no sabría manejármelos con todos.

La sensación fue como caer al vacío, solo que seguía ahí. Mi cuerpo se movía de manera grácil y certera. Pero era como estar viendo una película en tres dimensiones, todo pasaba a mí alrededor y notaba los golpes, pero yo no ordenaba ninguno de los que daba.

Mi cuerpo estaba peleando con todos a la vez. Mientras que con la espada cortaba un par de cuellos, daba unas cuantas patadas a gnomos que había por abajo. Era impresionante.

Soledad *[En Edición]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora