-¿Si? -a la puerta respondió una chica.
-¿Aquí vive Raúl Ortega? -pregunté algo confundida.
-Ummm... No, seguramente te estás confundiendo, yo vivo aquí desde hace un año
Por ello odio el tiempo en los diferentes mundos ¿qué habría pasado con Raúl? ¿En dónde estará? Víctor me dijo muy claramente que tenía que correr sino podría ser muy tarde y eso lo tenía presente pero ¿en dónde buscaría a Raúl ahora? No había nada que me llevará a él, nada. Lo único que quizá podría funcionar sería buscarlo en su antigua casa, en la de sus padres, es el único lugar que se me ocurre en estos momentos. Pero antes tenía que hablar con Daniela, otra vez.
-¡Daniela! -grité llegando al bosque.
Esperé pacientemente a que ella respondiera, quería que ella me ayudara, seguramente ella si sabría en dónde encontrar a Raúl.
-Paloma -me dijo sorprendida y bajando la voz -¿qué haces aquí? Deberías estar con Raúl, si el jefe nos ve aquí nos vamos a meter en un serio problema
-Quiero pedirte algo
-Dime -parecía alerta, quizá los demonios alados aún no llegaban pero no tardaban en hacerlo.
-¿Sabes en dónde está Raúl? Ya no vive en dónde antes ¿crees qué puedas ayudarme?
-Víctor me pidió que no te lo dijera pero estoy acostumbrada a romper las reglas así que te lo diré -en este momento agradecía su maldad -Él va a casarse, encontró a alguien y quiere ser feliz o algo así -me explicó.
-¿Sabes en dónde será su boda?
-Eso no me lo dijo Víctor
-Está bien -bajé la vista.
-Puedo ayudarte -me tendió la mano -Sé que deseas ser uno de ellos -se refiero a los mortales -¿quieres serlo de nuevo? -según yo eso era imposible.
-¿Es posible?
-Si, somos demonios, podemos hacer cualquier cosa que involucre romper reglas celestiales
-¿Me harías mortal? -sonreí esperanzada.
-Si -tomé su mano.
Cerré los ojos por un momento y todo era negro, no supe de mi hasta que desperté por el ruido de mi alrededor, me hallaba tendida en la acera, estaba algo desorientada, pero aun así me levanté con cuidado y giré para mirar a mis espaldas, que era de dónde provenía todo el ruido.
Vi a una chica vestida de blanco, todos aplaudían al parecer algo que había dicho, parecía una ¿boda? ¿Daniela me había ayudado a llegar a dónde Raúl también? Sonreí pero me sentí mal por ella, es buena, no como su ejército, debería pertenecer a mi mundo.-Raúl ¿aceptas a...? -no escuché el nombre de aquella chica de blanco -¿Como tu esposa? -sentí algo en el pecho, era una sensación de vacío.
-¡No! -grité sin pensarlo -caminé hasta el pequeño kiosko con todas las vistas sobre mi -No puedes hacer esto, yo te amo
-¿Quién eres? -me regaño el juez.
-Soy Paloma y como escuchó yo amo al novio, no puede casarse -busqué desesperadamente los ojos de Raúl hasta que por fin se encontraron, ya no parecían ser negros, habían recobrado su color miel, se veía tan guapo con ese esmoquin color beige, pero no tenía un aspecto muy bueno, parecía que no había dormido en días, pero eso no me importó, me abalance sobre él y le di un fuerte abrazo, no pude contener más mis impulsos -¿en verdad quieres casarte? -le susurré.
-¿Qué haces aquí? -me alejo de él -la última vez me dejaste claro que no querías verme
-Quería protegerte, te liberé, tu condena esta cumplida, volviste a ser humano y si ahora quieres ser tu quién me rechace lo entenderé
Él no me dijo nada, el sonido de su silencio me provocaba una laguna mental en dónde me preparaba para ser rechazada con un doloroso no, pero no ocurrió eso, sino todo lo contrario, sin importarle que todas las vistas estuvieran sobre nosotros me beso, esos latidos acelerados provocados por ese beso no eran un reflejo del sonido, parecían provenir realmente de mi pecho ¿realmente Daniela me había regalado tiempo extra? ¿Cuántos años tendría ahora? Bueno eso no importaba, era mortal y no me importaba que hubiera perdido mis poderes de ángel, mis alas ni nada, no sabría que pasaría después de mi muerte ¿a dónde iría? ¡no importa! Tenía tiempo extra para vivir con Raúl a mi lado, encendiendo el amor.
-Ya no soy prohibida -le dije mientras rozaba nuestras narices.
-¿A qué te refieres?
-Encontré a alguien que me ayudó y soy mortal de nuevo, al igual que tú -le sonreí.
-Entonces, tengo una boda que cancelar -me dijo con su expresión tan típica -Lo siento, pero creo que la boda se cancela -dijo sin dudarlo y sin importarle los susurro de los invitados -vámonos -me tomó de la mano y corrimos como si fuéramos fugitivos.
-¿A dónde vamos? -me detuve a tomar aire.
-A vivir la vida, ya sabemos lo que es la inmortalidad pero no sabemos lo que es realmente vivir ¿no? -tenía razón.
-Tienes razón, pero ya me cansé -reí.
-Por eso no hay problema -me dio la espalda y me tomó de tal forma que me cargo sobre ésta.
-¿Vamos a ir a tu casa? -me aferre a su cuello.
-Algo así -sonrió.
-Odio no poder leer tu mente ahora -dije con sarcasmo, si, extrañaba eso, pero prefería la vida que tenía ahora.
-Agradecerás no poder leerla en este momento
-¿Por qué? -habíamos cambiado papeles y ahora era yo quién hacía las preguntas.
-Lo que estoy pensando justo ahora es una locura
-Quiero compartir contigo las locuras que sean -le di un beso en la mejilla.
Después de un largo recorrido por las calles y de disfrutar el paisaje que nos regalaba el atardecer llegamos a un pequeño edificio, parecía que Raúl no dejaba de lado la vida de apartamentos, pasara lo que pasara. Subimos unas cuantas escaleras, quizá dos pisos o tres y llegamos a la puerta número 20, Raúl insertó la llave en la perilla y giro está para lograr abrir la puerta de madera.
-Adelante mi alma -reí al recordar la farsa de mi nombre, Alma.
-Gracias -entré por la puerta y detrás mío entró Raúl.
-¿Me enseñarás a ser humana de nuevo? -le pregunté con una sonrisa en el rostro mientras inspeccionaba el lugar.
Raúl no me dijo nada, solo me sonrió y me acorralo en la pared para poder besarme, sus besos siempre me encantaron pero más ahora que venían acompañados de los latidos cruzados de nuestros corazones.
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Tú, Yo y tu ángel
FanfictionSe cree que cuando se nace se nos es asignado un ángel, éste nos protegerá de todo mal y nos ayudará en el largo camino de la vida, cuidando que no tropecemos con las piedras caminando de nuestra mano. Absolutamente nadie puede ver a su ángel, es in...