Young And Beatiful

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Baz no entendía porque Simón se encontraba llorando en plena mañana. Todo había estado bien la noche anterior, realmente bien.
¿Acaso había hecho algo en sonámbulo y no se había enterado?

Se encontraban recostados en la cama, abrazados y totalmente pegados al cuerpo del otro; esa era la unica manera en la que ambos podían dormir en completa tranquilidad.
La cabeza de Simón se encontraba recostada en el pecho de Baz y él podía sentir las pequeñas lágrimas que caían desde sus mejillas. Además, Simón temblaba mientras lloraba. Aquello era lo que lo había despertado.

-Amor, ¿estas bien? - le preguntó mientras lo abrazaba aún mas fuerte, aferrándose a él casi como si quisiera que, cualquiera fuera el dolor que tuviera, se traspasara a su cuerpo. No soportaba ver a Simón así y le frustraba más el hecho de no saber la razón.

-Tuve u-una pesadilla - dijo Simón entre sollozos y Baz acarició su cabello como siempre hacia para consolar al chico.

-¿Quieres contarme que sucedió? - le preguntó, mientras dejaba pequeños besos en su coronilla.

-No. ¿Y si se cumple? - contestó Simón, mientras su llanto se intensificaba.

-Cuentame bebé, te vas a sentir mejor cuando lo hagas. - insistió Baz, porque sabia que si el rubio no hablaba acerca de lo que había soñado, aquella pesadilla se repetiría todas las mañanas una y otra vez.

Simón dejó de llorar y se incorporó en la cama, sentándose al lado del pelinegro que aún estaba recostado. Su rostro estaba enrojecido y mojado por sus lágrimas, por lo que Baz utilizó la manga de su camiseta de dormir para secar su rostro delicadamente.

-En el sueño tu me dejabas porque yo estaba viejo, era horrible y por eso ya no te gustaba. Me veía como un monstruo- dijo, haciendo un pequeño puchero con su labio inferior. Parecía que estaba a punto de llorar de nuevo.

Baz sonrió enternecido. ¿En serio había llorado por aquello?
Le parecía gracioso el hecho de que Simón pensara que él podría dejarlo. ¿En que mundo el rubio podría dejar de gustarle?
Eso era imposible e inconcebible en la mente de Baz, cuyo principal pensamiento era Simón las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, todo el año completo.

-Bebé, eso es imposible. Nunca podrías dejar de gustarme, eres hermoso - dijo entonces Baz, mientras se incorporaba en la cama para sentarse frente a él y abrazarlo nuevamente.
Baz no se refería solamente a lo físico, sino también a lo interno. Para él, Simón era hermoso en su totalidad y la simple idea de dejarlo era absurda; Baz estaba seguro de que Simón era la razón de su existencia y de que si había nacido para algo, era para amarlo.

Hace ya cinco años que ambos se habían hecho novios y desde entonces Baz había sido el hombre más feliz del mundo.
Al lado de Simón sentía que cualquier cosa podría ser posible; aunque también, a su lado, cualquier cosa parecía ser innecesaria.
¿Que más podría necesitar o pedir?
Él era la mejor casualidad de su vida, y aunque Baz no creía en el destino, agradecía a quien fuera el responsable de haber puesto a Simón en su camino.

-No es imposible. - replicó Simón, con aquel tono de niño caprichoso que Baz tanto adoraba - No siempre voy a ser como soy ahora. Algún dia voy a dejar de ser este yo que tu amas.  ¿Me seguirás amando cuando ya no sea joven y hermoso? - preguntó el rubio, escondiendo su rostro en el cuello del pelinegro, el lugar más seguro del mundo.
Baz lo abrazó aún mas fuerte y aspiró el aroma de su cabello, su fragancia preferida en todo el universo.

Simón tenia razón en algo.
El tiempo pasaba y mientras este lo hacia, ambos cambiaban, siguiendo el orden natural de las cosas.
Envejecer era un hecho inevitable, algo de lo que no se puede escapar ni aunque se quiera hacerlo.
Pero Baz no tenía problema con eso, es más, lo hacia sentir feliz el hecho de pensar en que iba a envejecer junto a Simón.
Su plan era amarlo en cada etapa de sus vidas, aprovechando y viviendo cada día junto a él como si fuera el último.

También era verdad que Baz amaba al Simón de ahora, aquel Simón que poseía un cabello completamente rubio y una piel extremadamente suave y delicada, casi como si fuera de porcelana; aquel Simón que poseía miles de pecas en diferentes partes de su moldeado cuerpo, pecas por las cuales Baz se desvelaba formando constelaciones; aquel Simón que estaba lleno de vitalidad y de color, hiperactivo y joven.
Pero eso no quitaba el hecho de que seguiría amándolo cuando dejara de ser asi, porque al fin y al cabo, siempre sería su Simón.

-Te voy a amar igual, Simón Snow. Aunque tu cabello se tiña de blanco o incluso si lo perdieras completamente - dijo tocando sus rizos.

-Aúnque tu piel se arrugue - lo recostó en la cama, dejandolo bajo su cuerpo, y besó su pecho desnudo.
-Aunque engordes o te vuelvas más delgado - bajó a su abdomen y repartió besos en cada lunar que encontró, incluyendo algunos en su ombligo.

-Aunque tus expresiones faciales cambien - subió nuevamente a su rostro y dejó un beso en su nariz.

-Aunque te vuelvas gruñón y fastidioso. - continuó diciendo, mientras se tranquilizaba al ver como su novio le mostraba nuevamente la perfecta sonrisa que tanto amaba.

-Sea lo que sea que pase, Simón, voy a seguir amándote. Jamás debes olvidar eso, no vas a librarte de mi por lo que nos resta de vida - comentó entonces riendo y mordiendo una de sus mejillas, por lo que el rubio río.

Ambos comenzaron una guerra de cosquillas en la cama en la que Baz torturaba a Simón, colocando sus manos en aquellas partes del cuerpo de Simón que sabia que lo hacían reír, como su cuello, su estómago o la planta de sus pies.
Mientras el pelinegro lo torturaba, Simón solo podía retorcerse en la cama sin parar de reír, a completa merced y disposición de su novio.
Unos minutos después, Baz paró el juego y se acercó al rostro de Simón para besarlo profundamente, sus labios tallando de manera delicada los del rubio, queriendo demostrar en aquel beso todo lo que sentía por él y reafirmando lo que le acababa de decir, solo por si el rubio no creyera en sus palabras completamente.

Cuando se separaron, ambos con sus respiraciones entrecortadas, se miraron fijamente.
Baz observo aquellos ojos azules que eran su perdición y su salvación al mismo tiempo y sonrió; aunque Simón cambiara, esos ojos siempre estarían ahí para recordarle lo mucho que lo amaba.

-Te amo y nunca voy a dejar de hacerlo - le susurró sobre sus labios y el rubio no pudo evitar sonreír nuevamente.

-Yo también te amo. - contestó Simón, borrando todo recuerdo de aquel desagradable sueño que lo había atormentado.

***

Otro OS kk que se me acaba de ocurrir por el insomnio y Lana del Rey💕

#Diabetes

Snowbaz One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora