Prólogo

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Castillo Helvita, fortaleza de los Vampiros de la Horda
INVIERNO RUSO, EN ÉPOCAS PASADAS
—¿Qué nueva humillación nos traerá el día de hoy?—Ivana la Audaz pregunto a su hijo, Lothaire,
cuando los guardias los escoltaban ante el vampiro conocido como Stefanovich —el rey de los Vampiros de la Horda.
Y el padre de Lothaire.
Aunque sólo tenía nueve, Lothaire se dio cuenta que el tono de su madre sostenía un rasgo de imprudencia. —¿Y por qué estas despierto?,—exigió, como si él pudiera explicar las maneras abruptas de su padre.
La convocatoria había llegado al mediodía, mucho más allá de su hora de acostarse.
—No sé, Madre, —murmuró mientras se ajusta la ropa. Había tenido sólo unos segundos para vestirse.
—Estoy cansada de este trato. Un día él me empuja demasiado lejos, y lo lamentara.
Lothaire la había oído por casualidad quejarse con su tío Fyodor sobre —las diatribas y coqueteos del rey, de su conducta cada vez más extraña— En voz baja le había confesado, —Lance mi amor sobre tu hermano, no soy nada en este reino, excepto una amante maltratada, aunque yo era la heredera del trono de Dacia. —Fyodor había tratado de consolarla, pero ella dijo: —sabía que sólo estaría con él hasta que su corazón dejará de latir. Ahora me pregunto si él tiene un corazón en absoluto.
Hoy sus ojos azul claro estaban en llamas con una luz peligrosa. —Estaba destinada a ser mejor que esto. —Con cada uno de sus pasos, las pieles se extendían sobre sus hombros balanceándose hacia delante y hacia atrás. Los faldones de su vestido escarlata crujieron, un sonido agradable que siempre asociaba con ella. —Y tú, también mi príncipe.
Ella lo llamó —príncipe, —pero Lothaire no lo era. Al menos, no en este reino. No era más que el bastardo de Stefanovich, uno en una larga lista de ellos.
Siguieron a los dos guardias por las escaleras tortuosas a las habitaciones privadas del rey. Las paredes estaban cubiertas con oro y húmedas, por el frío. Afuera una tormenta de nieve golpeaba el castillo.
Candelabros en la pared alumbraban el camino, reflejando llamas vacilantes sobre el metal, pero nada podría aliviar la penumbra haciéndose eco en estos corredores.
Lothaire tembló, deseando estar de vuelta en su cama caliente con su nuevo cachorro dormitando sobre sus piernas.
Una vez que llegaron al vestíbulo, afuera de los aposentos de Stefanovich y los guardias empezaron a abrir las crujientes puertas de oro, Ivana paso sus manos alisando sus elaboradas trenzas rubio—blancas y alzó la barbilla. No era la primera vez, que Lothaire pensaba que parecía un ángel de antaño.
En el interior, revistiendo la pared del fondo, se alzaba una ventana altísima de cristal embutida con incrustaciones de símbolos de las artes oscuras. Los vitrales mantenían afuera la luz del sol débilmente visible a través de la tormenta y hacia un temible telón de fondo para la silla del rey.
No es que el imponente vampiro necesitara algo para parecer más temible. Su construcción era más como la de un demonio, sus hombros eran más amplios que una tabla, sus puños eran como yunques.
—Ah, Ivana Daciano se digna a obedecer una citación, —Stefanovich dijo desde la cabeza de la larga mesa del comedor. Cada noche, sus ojos parecían crecer más rojos, su brillo carmesí se destacaba contra su cabello de color arena que caía sobre su frente.
La docena de cortesanos sentados con él se quedaron viendo a Ivana con disimulada malicia. Por su parte, ella retrocedió los labios hacia atrás para darles un destello de sus colmillos. Encontraba a estos cortesanos debajo de ella y no hacia ningún secreto de ello.
Sentado a la izquierda del rey estaba el tío Fyodor de Lothaire, que parecía avergonzado.
Lothaire siguió la mirada de Ivana al asiento a la derecha de Stefanovich el lugar de honor reservado
para ella. En el comedor los platos cubiertos con restos de comida estaban extendidos ante ella. Ocasionalmente, los vampiros jóvenes se alimentaban de lo de la tierra, consumiéndolo, además de
sangre. ¿Tal vez otro de los bastardos de Stefanovich llego a Helvita a vivir entre ellos?
El corazón de Lothaire saltó. Podría trabar amistad con él, podría tener un compañero. Como hijo
bastardo del rey, no tenia ninguno; su madre lo era todo para él.
—¡Es tarde!, —dijo Ivana. —Todos deberían estar en cama a esta hora odiosa.
Fyodor parecía silenciosamente advertir a Ivana, pero ella no le prestó ninguna atención, exigente
dijo, —¿Qué quieres, Stefanovich?
Después de beber profundamente de una jarra de hidromiel mezclada con sangre, Stefanovich se
limpió con la manga sobre sus labios.
—Ver a mi altiva Mistress1 y a su débil bastardo. —El rey contempló a Lothaire. —Ven.
—No lo hagas, hijo, —Ivana dijo entre dientes en Dacian.
Lothaire respondió en el mismo, —Iré, quiero, ahorrártelo.—Como siempre, él haría todo lo posible
para protegerla, no importando lo débil que sabía que era.
En su expresión, la ansiedad luchaba con el orgullo. —Debería saber que Lothaire Daciano nunca se
agacharía detrás de los faldones de su madre, incluso ante el rostro de un tirano con los ojos rojos. Cuando Lothaire se acercó a comparecer ante el rey, Stefanovich sacudió la cabeza con disgusto. —
¿Todavía no puede trazarte, verdad?
El rostro de Lothaire era impasible cuando respondió:
—Todavía no, mi rey.—No importaba lo mucho que intentara teletransportarse, nunca tenia éxito.
Ivana le había dicho que el rastreo era un talento que llegaba tarde a los Daci —ellos habían limitado esa capacidad cerrando su reino.
1 NDT: Señora, Ama, Amante
Ella consideraba que la incapacidad de Lothaire era otra señal de que él la tomaría después como ella, no como un simple Vampiro de la Horda.
Stefanovich tomó el brazo delgado de Lothaire, apretándolo.
—Demasiado frágil, ya veo.
Lothaire estaba desesperado por crecer más, con impaciencia comía alimentos de la tierra. Él anhelaba
ser tan formidable como su padre guerrero, por ninguna otra razón que la de proteger a su madre. No es que la princesa Ivana necesitara de protección.
—Por todos los dioses, me avergüenzas, muchacho. Debería haberte retorcido el cuello, ejecutarte al nacer.
Lothaire escuchaba estas críticas de manera rutinaria, se había acostumbrado a ellas.
Su madre, sin embargo, no.
Con un alarido, Ivana cogió rápidamente una jarra de sangre, arrojándosela a Stefanovich. Esta
rompió un cristal negro detrás de él, desencadenando un rayo silencioso de luz.
Los cortesanos sisearon, dispersándose por toda la cámara. El rayo dio a centímetros del codo inmóvil
de Stefanovich antes de que un criado diurno se apresurara a rellenar el agujero con un paño arrugado. —Mi hijo es perfecto. —Ivana le enseñó los colmillos, sus iris azules se volvieron negros por la emoción. —Con excepción de que lleva tú estampa en la cara. Por suerte, heredó la mente aguda de mi
linaje real.
¡Está lleno de astucia, una marca de los Daci!
Stefanovich también le mostró los afilados colmillos, sus ojos brillaban, incluso más rojos. —¡Tientas a mi ira, mujer!
—Como tú tientas a la mía. —Ivana nunca se echaba atrás ante él.
Siempre que Stefanovich golpeaba, ella le devolvió el golpe dos veces.
Ivana le había dicho a Lothaire que los Daci eran fríamente lógicos, gobernados por la razón. Al
parecer, Ivana la Audaz era la excepción.
Furiosa como la ventisca que rugía afuera, ella incitaba a Stefanovich para llamar su atención,
azotándolo con su lengua espinosa cada vez que él miraba hacia la noche. Ella había admitido una vez ante Lothaire que su padre soñaba con encontrar a la mujer vampiro que finalmente sería —la novia de Stefanovich, la que haría latir su corazón por toda la eternidad.
La reina legítima, la que llevaría a sus verdaderos herederos.
Ivana se alisó las trenzas, una vez más, luchando claramente con su temperamento rebelde. —Te burlas de tu hijo a tu propio riesgo, Stefanovich.
—¿Hijo? Yo no lo reclamaría como tal. Este muchacho no se comparará con mi verdadero sucesor — Otro trago a su jarra. —De eso estoy seguro.
—Yo también. ¡Lothaire será superior a cualquier otro hombre en todos los sentidos! ¡Es un Dacian!
Lothaire vio este cambio con profunda inquietud, Recordando la advertencia que su tío Fyodor le había dado una vez a Ivana: —Incluso Stefanovich puede ponerse celoso de tus conocimientos y fuerza. Debes someterte antes de que su amor por ti se convierta en odio.
Lothaire sabía que la advertencia de su tío se había hecho realidad.
Stefanovich parecía cruel. —Crees que tu especie es mucho mejor que la mía...
Una mujer ebria se tambaleaba en la sala de la cámara privada de Stefanovich. Una mujer mortal.
La mandíbula de Lothaire se aflojó, e Ivana presionó el dorso de la mano sobre su boca.
La mujer estaba vestida como una reina, su vestimenta era tan rica como la de la propia Ivana. ¿Era
ella la que había cenado a la derecha del rey?
—¿Una humana?—El shock de Ivana se convirtió rápidamente en ira. —¡Te atreves a traer a uno de
esos animales enfermos a mi casa!
¿Cerca de mi único descendiente?—Ella caminó hacia delante para empujar a Lothaire detrás de ella. Aunque los vampiros adultos eran inmortales, Lothaire seguía siendo vulnerable a las enfermedades. —La humana es Olya, mi nueva Mistress.
—¡Mistress!—, Ivana exclamó. —Más bien una mascota. ¡Su especie vive en casuchas de tierra,
duermen entre el ganado!
Stefanovich saludó a la mujer, y ella con coquetería serpenteo hacia él. —Ah, pero ella tiene un sabor
a vino y miel.—Se volvió hacia su hermano. —¿Lo tiene ella, Fyodor?
Fyodor dirigió una mirada culpable a Ivana.
Tirando de su mascota en su regazo, Stefanovich se burló, —Deberías probarla, Ivana. —Él desnudó
el brazo pálido de la mortal.
Los ojos de Ivana se agrandaron. —¡Extraer sangre directamente de su piel! No hundiría mis
colmillos en un ser humano o en cualquier otro animal. ¿Debere traerte a los cerdos para que los perfores?
Ellos apartaban la vista, mirándose los unos a los otros, sus expresiones decían algo, pero Lothaire no pudo descifrar exactamente lo que decían.
Finalmente, Ivana habló.
—Stefanovich, sabes que hay consecuencias, sobre todo para alguien como tu... —Mi especie reverencia la Sed, —dijo Stefanovich, —veneran tomar sangre.
—Entonces, veneran la locura, porque eso es seguramente lo que seguirá.
Ignorando la advertencia de Ivana, perforó la muñeca de la mujer, haciéndola gemir.
—¡Eres repugnante!—Ivana bloqueado la vista de Lothaire, pero él estaba fascinado por esta visión,
viendo a escondidas alrededor de sus faldas.
Una vez que había terminado de alimentarse, Stefanovich libero el brazo de la mortal, y luego la besó
de lleno en plena boca, provocando un grito de indignación de Ivana. —¿Qué bebas de su piel es bastante asqueroso, pero aparearse con su cuerpo? ¿No tienes vergüenza?
Él rompió el beso. —Ninguna. —Se lamió los labios, y la mortal se rió, girando el cabello de Stefanovich alrededor de su dedo.
—¡Esto es despreciable. No me haré cargo, ya no!
—Y ¿qué vas a hacer al respecto?
—Dejaré este lugar salvaje para siempre, —declaró. —Ahora, mata a tu nueva mascota, o volveré a
Dacia.
—Ten cuidado con los ultimátums, Ivana. No te agradara el resultado.
Especialmente desde que no puedes encontrar tú patria.
Ivana le había explicado a Lothaire por qué el reino de Dacia había permanecido en secreto durante
tanto tiempo. Los misteriosos Daci viajaban en una niebla de camuflaje. Si abandonaban esa niebla, los Dacian nunca podría trazarse a casa por su cuenta, y los recuerdos de su ubicación se desvanecían.
Con la primera vista de Stefanovich, Ivana había perdido su corazón, siguiéndolo de regreso a Helvita, dejando tras de sí su propia niebla, su familia, su futuro trono.
—La encontraré, —ella afirmó ahora. —Así me cueste la vida, entregaré a Lothaire al Reino de Sangre y Niebla, una tierra donde reinan los inmortales civilizados.
—¿Civilizados?, —Stefanovich se rió, y los cortesanos siguieron su ejemplo. —¡Esos demonios son más brutales que yo!
—¡Macho ignorante! ¡No tienes ni idea de lo que hablas! No puede comprender nuestras formas —lo sé porque traté de enseñártelas.
—¿Enséñamelas?—Él dio un puñetazo sobre la sustanciosa mesa. —¡Tu arrogancia será tu ruina, Ivana! ¡Siempre crees que eres mejor que yo!
—¡Debido a que—yo—lo—soy!
En ese momento, los cortesanos se quedaron en silencio.
Con los dientes apretados, Stefanovich ordenó: —Retira tus palabras descuidadas, o al atardecer te
lanzare a ti y a tu bastardo afuera en el frío.
Lothaire tragó, pensando en el fuego en su habitación, sus rompecabezas queridos encima de su
escritorio, sus juguetes esparcidos por la alfombra de piel caliente en el suelo. La vida en Helvita podría ser miserable, pero —Era la única vida que había conocido.
—Discúlpate, madre, —silenciosamente se lo pidió a ella.
En cambio, ella enderezó los hombros. —Elige, Stefanovich. La fétida humana o yo.
—Pídeme perdón y trata de hacer las paces con mi nueva Mistress.
—¿Pedir?—Ivana se burló. —Nunca. ¡Soy una princesa Daci!
—¡Y yo soy el rey!
—Deja a Ivana, hermano, —murmuró Fyodor. —Esto se pone tedioso.
—Ella tiene que aprender su lugar. —Para Ivana, él ordenó, —¡Suplica el perdón de Olya!
Cuando la mortal le lanzo a Ivana una mueca victoriosa, Lothaire sabía que él y su madre estaban condenados.

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