Cápitulo 8

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Saroya abrió los labios para maldecir a Lothaire y mandarlo a la superficie del sol, pero su mirada vaciló. Levantó su mano recién arreglada a su frente.
Podía sentir a Elizabeth tratando de levantarse —como si la chica estuviera tratando de embestir las paredes que las separaban desde su interior.
Un recordatorio de lo mucho que necesitaba Saroya a este demonio. Por ahora.
Controla tu ira, dile lo que quiere oír. —Lothaire, yo era una deidad del éter en primer lugar. No estoy acostumbrada a renunciar al control. Y
ahora que he estado tanto tiempo oprimida y atrapada. Estoy segura de que alguien tan grandioso como tú apenas puede imaginarse lo bajo a lo que ha sido llevada, pero trataré.
Inmediatamente, sintió un cambio en él. Sus palabras le habían afectado.
—Yo lo entiendo, diosa. —Ahora con ternura curvo el dedo índice bajo su barbilla. —Pero en este asunto no me doblegaré.
Él no puede mentir. Lo que significaba que realmente no cedería.
—Entonces dejare todo esto, —ella onduló su gran masa de pelo
—para tu placer.
Sus ojos se oscurecieron con necesidad. —¿Y qué otra cosa podrías hacer para mi placer?
Nada. Nunca jamás. Esa noche dejó que la besarla, ella apenas había ocultado lo repugnante que había encontrado ese apareamiento con él.
Si no hubiera sido por su sangramiento, ¿seguramente se habría dado cuenta de su reacción?
Sabía que no o él no se habría motivado tanto para asegurarse el Anillo de Sums para ella, si hubiera descubierto como de sexualmente repelente su Novia lo encontraba. ¿Cómo podría disimular ahora, si él se acercara en este momento?
Reprimiendo un temblor, ronroneó: —Pronto lo verás. Pero por ahora, consentiré tu deseo por mi pelo.—Antes de que se levantara y girara sobre sus talones para llamar a la humana de vuelta, vio a sus ojos estrecharse con sospecha.
Cuando la estilista comenzó a recortar centímetros escasos de su larga melena, Lothaire se sentó cerca, como si vigilara su seguridad.
Observar este proceso, le pareció a la vez relajante y emocionante.
Mientras el cepillo se deslizaba a través de su pelo, sus párpados se hicieron pesados, así que él se inclinó hacia delante, avanzando lentamente hacia el borde de su silla.
Era evidente que la necesitaba mucho más que a su trono.
¿Cómo podría posponerlo, posiblemente, por un mes? ¿Tal vez desviando su atención hacia otra? Encontrar una compañera de cama no sería difícil para él. Incluso ella podía admitir lo apuesto que se
veía en su ropa hecha a la medida.
Su pelo rubio era bastante largo estaba limpio de sangre y con un estilo aparentemente descuidado al
aire con un resultado totalmente decadente. Llevaba gafas de sol para ocultar sus ojos y un abrigo largo para cubrir su reacción física a ella. Ambos le daban un aspecto aún más pícaro. Especialmente con la barba dorada oscureciendo su mandíbula, esta había sido congelada para siempre con él, él podría afeitar su rostro, pero pronto volvería a la misma longitud.
Las mujeres y los hombres aquí lo codiciaban con tanta intensidad, que ella podía sentir su deseo.
El debería llevarse a uno o a todos ellos a la cama. Me encargare de ello.
Una vez que la estilista termino, Saroya se miró en el espejo, desdeñando el resultado, pero ¿qué
podía esperar, teniendo en cuenta las limitaciones de Lothaire? Los rizos suaves, que fluían la hacían parecer más joven, más inocente. Menos poderosa. A pesar de que detestaba el sexo, sumaba un punto al verse sexualmente receptiva —una ilusión de conveniencia, como la utilizada por una Venus Atrapamoscas.
Saroya disfrutaba de atraer a sus víctimas con la promesa de cumplir sus sueños más salvajes, sólo para entregarlos a sus peores pesadillas. Se deleitaba imaginando cada uno de sus últimos y lamentables pensamientos: yo creía que me deseabas.
Con voz raposa, Lothaire le dijo, —Estoy muy contento.
Saroya le comunico: —Entonces, supongo que la mortal puede vivir.
La mujer pensó que estaba bromeando y se rió, pero se quedó en silencio al ver la expresión impasible
de Saroya.
Entonces Lothaire comenzó a sacar a la humana de su apartamento apurándola, antes de que Saroya
pudiera asegurarse de que fuera una compañera de cama para él. Sin duda, él creía que su novia no se opondría a eso de todos modos, ellos podrían comenzar a complacerse el uno al otro de otros modos.
Cuando estuvieron solos, él se trazo de nuevo, alcanzándola —justo en ese momento, el estómago de ella gruñó.
Dejó caer la mano. —¿No has comido durante todo el día?
Otro ruido.
Exhaló, parecía de mala gana divertido, como si encontrara ese rasgo humano muy pintoresco. —
Tengo una comida preparada por ti.
—¿Comer alimentos de los mortales?—Solo de pensarlo, crecieron sus náuseas. —Me rehusó.
—No te puedes rehusar.
—Comeré en cuanto tú lo hagas. —Los vampiros podían comer fácilmente como un mortal y podían
beber sangre, pero él estaba igualmente de indispuestos.
—Saroya, tú sabes que eso no pasara.
—Me alimentaré, cuando pueda beber sangre una vez más. Lo extraño febrilmente.
—¿No lo tolera tú estómago ahora?
Ella sacudió la cabeza. —Lo intenté con Elizabeth. A la primera señal de náuseas, retrocedí a segundo
plano, feliz ante la idea de que despertaría y vomitaría baldes de sangre —Las pequeñas cosas de la vida...
—Y después de obligarla a estar latente ¿entonces qué? Tendría que alimentar este cuerpo humano hasta que pueda convertirlo en un vampiro.
—Repitiendo sus palabras, dijo, —En esto, no me doblegaré.
Dejemos a Elizabeth alimentarse.
—¿Quieres que ella se levantarse de vez en cuando?
De que otra manera esperaría Saroya comer —y apaciguar su lujuria.—¿Puedes mantenerla
prisionera aquí, cuando te alejes? ¿Tener un guardia para proteger el cuerpo de La Dorada mientras buscas el anillo?
Con el ceño fruncido, la mente compleja de Lothaire ya estaba trabajando en los detalles. Lothaire podía tener los impulsos de un primate, pero su mente la impresionaba. él dijo —Este apartamento está protegido de cualquier intruso y de fugas. Está escondido para cualquier ser en el Lore.
—¿Cómo?
—Conozco algunas de las viejas maneras, —dijo. —He usado un hechizo Druida para crear una frontera invisible en todo el apartamento.
Incluso La Dorada no podría traspasar esa frontera. —Entonces,
¿dónde está el bloqueo?—En algún sitio de esta vivienda él inscribió, grabo o pinto símbolos —oalgún tipo de código. Sería prudente saber dónde —así como conocer el código para revertirlo y volver a activarlo.
—Está dentro de mi habitación. —Previendo su pregunta, dijo: —La combinación se actualiza durante todo el día, sólo en caso de que un talentoso adivino pueda adivinar su existencia.
Ella dejo de mentir, por ahora. —Excelente, Vampiro. —Estaba segura de que Lothaire había tomado precauciones, decididamente convencido de mantenerla a salvo, para regresarla a su antigua gloria.
Después de todo, estaba destinado a ella para siempre.
Sí ella estaba segura. Lo suficiente como para rehusarse a regodearse en este débil cascaron mortal más tiempo del necesario. —Entonces puedes tratar con Elizabeth. ¿Y tal vez hacerle agregar algo más de carne?
Lothaire, si pudiera confiar en ti para eso, podría dormir hasta mi conversión, edificando mi fuerza. —Ella necesitaba dormir para dominar Elizabeth a su voluntad.
—¿Dormir todo el tiempo? —Él no podía creerlo. —¡Te dije que podría tomarme un mes! ¿Que se supone haré sin mi mujer durante ese tiempo?
¡Animal en celo! —Un mes es igual a un segundo para mí, apenas una reposición de descanso. Y tú has tenido tanto tiempo. ¡Además, no deberías tener tiempo para una mujer, porque debes de estar trabajando sin descanso para encontrar ese anillo!
Lo veía luchando para controlar su temperamento. —Las circunstancias son diferentes ahora. Mis necesidades son fuertes, y mi mente se aprovecha de ello. No puedo darme el lujo de perder mi concentración.
—Muy bien. Intentaré levantarme mañana por la noche, —mintió.
—No lo intentes, diosa. —Él agarró su muñeca, forzando la palma de su mano hacia su erección palpitante. —Soy un hombre sangrado.
Tendré a otra para liberarme de este dolor. Tú o una extraña. Decide.
Saroya tiró hacia atrás la mano, separando sus labios para decirle que se fuera con una extraña. Pero entonces cayó en cuenta del tiempo que perdería al buscarse una compañera de cama y eso lo alejaría de su búsqueda y que sus aventuras con otra limitaría el tiempo en que seguiría en este cuerpo.
Cosa que no iba a hacer. No con La Dorada en el cuadro.
Una idea surgió. ¿Por qué no dejaba que Elizabeth soportara su lujuria primitiva? —Te puedes saciar con Elizabeth. —Por lo menos, hasta cierto punto. Saroya no quería que su templo favorito fuera profanado con los descendientes de Lothaire.
—Saciarme con una humana, —escupió con disgusto. —¿Con esa humana?
—Te dejaré usarla a tu voluntad. Sólo tienes que guardar tu reclamo para mí y además ¡no estropees su piel con tus mordidas!
—Tú pides mucho de mí, mujer.
Hora de acariciar su ego. —Esto no es más que algo temporal, mi rey. Sólo quiero ser tuya en todos los sentidos, para gobernar a la Horda a tu lado. Eres un hombre grande y poderoso. Tú te mereces una reina que se iguale a ti, Lothaire. —Hizo un esfuerzo para deslizar su mano por su pecho. —Imagina una eternidad de derramamiento de sangre en conjunto, cazando juntos, conquistando juntos...
Sabía que él había soñado durante mucho tiempo con estas cosas para ser impasible.
La necesidad de Lothaire de gobernar sobre sus hermanos, no era meramente obsesiva —era patológica. Esto encajaba dentro de sus planes.
El resto del tiempo, se esforzaría por alcanzar la divinidad, pero por el momento, estaba dispuesta a aceptar gobernar un reino de criaturas que vivirían en la forma que ella había establecido...
Alimentándose de otros, reclamando la noche como su propio dominio. Por supuesto, en última instancia, ella sería gobernante supremo de estas criaturas, y Lothaire sería su consorte adulador. —Como tu reina pondré la corona sobre tu rubia cabeza y nos regocijaremos, cuando todos los seres de la noche tiemblan ante ti.
Sus cejas se juntaron, su anhelo era casi palpable.
—Pronto, mi rey —murmuró, justo antes de que una nueva ola de vértigo se apoderara de ella. Se trasladó a la orilla de la cama, hundiéndose.
Él sacudió su cabeza con fuerza, ordenándole, —lucha con ella ahora. Quédate conmigo.
—La chica ya viene.—Saroya irritada se quitó los tacones de aguja de una patada. —No hay nada que yo pueda hacer, Lothaire. ¡Sólo úsala!
—¡Blyad! No sabes lo que estás diciendo. ¡Te levantaras mañana por la noche, diosa o sufrirás mi ira! Sus párpados se cerraron y la negrura se apoderó de ella.

LothaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora