Su penthouse se había convertido en el vestidor de ensueño de una chica.
Terciopelo azul cubría la mesa del comedor, salpicado de piedras preciosas del tamaño del puño de
su novia. Bastidores con costosas prendas de vestir cubrían las paredes de la sala de estar. Zapatos de diseñador cubrían el suelo. Los cosméticos habían sido establecidos en su vestidor.
Y en la cocina, un chef preparaba una comida digna de una reina.
Después de que Lothaire se limpio, había hecho algunas llamadas.
Después de una hora, su casa se había llenado con los estilistas más exclusivos de la ciudad,
cosmetólogos, y comerciantes, toda para una venta ambulante de sus mercancías y servicios.
Por lo menos, de los propietarios mortales más exclusivos.
Normalmente él habría comprado a través de vendedores del Lore, pero los rumores sobre la nueva
mujer del Enemigo de lo Antiguo serían imposibles de suprimir a no ser que él matará a todos los testigos.
Lo que él vacilaba en hacer; él disfrutaba de los productos de lujo para sí mismo. Aun cuando todavía no era un rey, se vestía como uno...
Por lo tanto los seres humanos servirían. Se ajustó las gafas de sol que se vio obligado a llevar delante de ellos.
Durante las últimas horas, Saroya había estado encerrada en la Suite con un conjunto de cosmetólogos y un "especialista en cera"—sea lo que sea eso —paso la tarde haciendo lo que los Dioses hacían solo-los-dioses-sabían-que en el cuarto de baño.
Para pasar el tiempo, tuvo la tentación de abordar un nuevo rompecabezas mecánico que había adquirido —un poliedro ensamblable, que se podía resolver en sesenta y cinco movimientos, pero su concentración variaba casi todos los días como este.
Y ahora el sonido de la voz de su novia se burlaba de él. Su aroma dejaba su cuerpo colgado apretado. Como siempre, la locura lo amenazaba.
Lothaire sabía una cosa que lo relajaría. Se trazó al closet de su habitación, abriendo la caja fuerte dentro de ella. Allí se encontraba su posesión más preciada: un pesado libro de contabilidad de deudas. Él no lo usaba para registrar gastos monetarios e ingresos. En cambio, él registraba deudas de sangre, haciendo la crónica de todo los inmortales que habían jurado hacer todo lo que se él les exigiera.
Como un avaro palmeaba su oro, Lothaire repasaba a sus deudores, con reverencia deslizaba los dedos sobre las páginas del libro de cuentas.
Se quedó inmóvil, presintiendo algo que no podía estar en lo cierto.
Una presencia de mucho, mucho tiempo. Él metió el libro en la caja fuerte, cerrándola de golpe, y luego se trazo hasta el borde de la sombra del balcón.
La puesta de sol estaba velada por nubes brumosas, pero aún así tenía que protegerse los ojos sensibles mientras miraba por la ciudad.
¿Estaba siendo acosado?
¿Cómo anticiparse a una amenaza cuando apenas podía desenmarañar la realidad de su ensueño? Esperando... observando...
Una vez que cayó la noche, la presencia desapareció. ¿O lo había imaginado? Sin resolver, volvió a la sala de estar. Saroya surgió un poco después.
A la vista de ella, le restó importancia a su inquietud.
La espera había valido la pena.
Un largo vestido de seda negro moldeado sobre cada una de sus curvas. El frente era una V profunda que recorría todo el camino hasta la cintura. Lazos de cuero fino atravesados sobre su pecho, manteniendo el material sobre sus pechos llenos en su lugar.
Quería verlos. Por primera vez. Lothaire nunca había visto su figura desnuda.
Sus ojos estaban clavados en sus movimientos en esa ingeniosa prenda que se creó para que los hombres fantasearan con desatar lentamente aquellos lazos para liberar su carne atada.
Se paseó a través de la habitación, sus tacones de aguja le daban la ilusión de altura. Su cabello húmedo olía a champú perfumado y colgaba en gran medida por la espalda.
El maquillaje había sido aplicado generosamente. Trazos de rubor en sus mejillas y una pesada base casi mitigaba los matices de su rostro de huesos finos.
Sus ojos llevaban sombras con matices en tonos de color café, negro y plata. Lápiz de labios escarlata. Tenía labios de una mujer muy sexy, con un arco haciendo un mohín.
Y con las uñas pintadas parecían como si la sangre goteara de cada yema del dedo. Un t oque muy
agradable, Saroya.
En general, el efecto era flagrantemente sexual.
Por todos los dioses, Era una pieza preciosa, y muy pronto él la reclamaria. Con ese pensamiento, su eje se hinchó. Se movió incómodo, y ajusto la chaqueta larga para ocultar su reacción a ella. La presión era cada vez mayor...
Lothaire tenía treinta y tres años la última vez que había tenido una mujer debajo de él, la noche antes de que su corazón dejara de latir y se había congelado en su forma inmortal. Hasta esa edad, él había disfrutado de las mujeres de todas las facciones en el Lore, había tomado una nueva cada noche.
¿Ahora tendría que sufrir las urgencias y los impulsos de su juventud nuevamente?
Entre mantener la cordura y tratar de disminuir la inconveniente erección, le resultaba imposible concentrarse en su juego final.
Comenzó a caminar, teniendo que recordarse a sí mismo, para no teletransportarse frente a los mortales.
No puedo perder el foco. Por fin, él estaba sobre la cúspide de usurpar el trono Horda. Había terminado la tarea más difícil —matar a Stefanovich-hace mucho tiempo.
Aunque no antes de que el viejo rey hubiera repartido golpes a diestra y siniestra contra su hijo bastardo con una maldad incomprensible.
Machacando la tierra sobre mí...
¡No, tenía que enfocarse en el juego final! En el anillo. Ello le permitiría a Lothaire destruir a Elizabeth y a Saroya transformarse en un vampiro, una medida de protección vital para su Novia, y la clave para asegurar para si el trono de la Horda.
Y el anillo le daría el poder de encontrar y aniquilar a los Daci. Para localizar a Serghei al fin.
Un anillo equivalía a la compañera eterna de Lothaire, dos reinos, y la venganza de la que él había tenido hambre desde el asesinato de su madre...
Saroya comenzó a finalizar sus compras, su comportamiento era aburrido. Señaló cada estante de ropa, ordenando: —Pon esos en mi armario. —Su dormitorio, al lado del suyo, tenía un clóset de gran tamaño, él dudaba que todo pudiera caber incluso en ese espacio cavernoso.
Con un aire ofendido, examinaba la oferta de la joyería. —Me quedare con todas esas chucherías Ocho cifras era el valor de las chucherías. Lothaire suspiró.
Bienvenido al matrimonio.
Todos los ojos se fijaron en él. Con un movimiento imprudente de su parte, aprobó los gastos. De ser posible, la gente se arrastraría aún más, lo que aumentó su irritación.
Cuando Saroya regresó a su habitación y se instaló en una silla para que su cabello fuera recortado, él la siguió. —¿Puedo tener alguna privacidad? —Preguntó.
—No, —dijo simplemente. Ya no. Él era dueño de ese cuerpo tanto como ella lo era. Iba a estar allí para cualquier alteración. —Y después de esto, quiero ver la ropa que he comprado para ti. —Él se inclinó hacia abajo para decirle al oído: —¡Quiero verte en la ropa interior! —Su mirada se sumergió, con avidez recogiendo las elevaciones de sus pechos.
De un tirón al lazo de cuero... carne de oro saldría en tropel.
—Desde luego, amante, —ella dijo, demasiado suavemente.
Él tomo su barbilla, girándola para afrontarlo. —Saroya, yo no te compre todas estas cosas para tu
provecho. —Él nunca daba un regalo sin pensar en la retribución de su inversión. —Las compre para que nosotros dos disfrutáramos de ellas. Tal como vamos a hacer con este nuevo cuerpo.
Ella arqueó la espalda sutilmente. —Un cuerpo así fue hecho para tener relaciones sexuales, ¿no? Apretó los dientes antes de decir: —Sólo me lo puedo imaginar, ya que nunca lo he visto.
—Pronto, Enemigo de lo Antiguo. Te lo prometo.
Lothaire se debatía entre creerle. La mitología sobre Saroya en el mejor de los casos era escasa, y
contradictoria. Algunos decían que había sido tan frígida -y mortal- con los hombres como su gemela Lamia era sexual con ellos. Otros decían que Saroya participaba en orgías depravadas en sus templos.
Viéndola así, mierda, maquillada y con esa ropa —él habría apostado por la segundo.
Pero no importaban lo que sus inclinaciones decían, sabía que la gran Saroya no se iría alegremente a la cama con un compañero como él, un hombre que exigía obediencia en todos los sentidos.
Y él jamás violaría a una mujer. Por lo que tomaría toda su experiencia para llevarla al redil. —Córtalo, hasta mi barbilla, —le ordenó al estilista.
—Ah—ah, —Lothaire chirrió. —Mantenlo así de largo.—él nunca había visto el cabello tan hermoso,
rizos color de visón..
¿Ahora ella quería cortarlo todo? ¿Después de que él se imaginaba enredando sus dedos a través de él
infinidad de veces?
¿Después de que él había fantaseado con sujetarlo en sus puños, cuando aliviara su eje en su boca... ? Saroya se erizó. —Lo quiero corto.
Él Chasqueó sus dedos, y el estilista salió corriendo de la habitación, cerrando la puerta detrás. —Lo
prefiero largo.
—Es mi cabello.
Él le dirigió una mirada sarcástica de diversión. —Este cuerpo es mío tanto como lo que es tuyo.
Sus ojos brillaban. —Yo lo habito.
—Y yo lo robe de la prisión. Voy a ser el que lo alimente, y lo proteja de sí mismo. El cuerpo estaría
muerto si no fuera por mí. Por lo tanto, es mío.
—Te olvidas de que soy una diosa, —dijo entre dientes. —Tu diosa.
Y una perra también. Pero entonces, ¿no eran todas las diosas afligidas unas perras?
A pesar de que sabía que no podía esperar nada diferente de Saroya, podría comenzar a ponerla en
línea.
—Te olvidas de que no tienes poderes. Así que por ahora, yo soy tu Dios. Dejar de presionarme,
Saroya. —Le sostuvo la mirada. —No te gustara cuando te haga retroceder.
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Lothaire
VampirosImmortals After Dark 12 Un señor de los vampiros con la cara de un ángel caído, pero un corazón tan frío como el hielo. Su cautiva mortal, arrebatada de una prisión hacia otro peligro aún ¿Puede un guerrero siniestro, por fin elegir el amor s...