Acacia

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    Una musa, la idea era ridículamente graciosa, ni siquiera sé que es una musa, ¿Qué te cuesta creer? Me había dicho él el día anterior. Magia. La magia no existe o quizás... no estoy dispuesta a verla. El sonido de la puerta abrirse me alertó, levanté la vista y miré con recelo al chico de cabello negro.

–Debes de estar un poco aburrida del encierro.

Mordí mi mejilla interior, podría ser una trampa... aunque, si no me ha hecho daño...–¿Me dejarán ir? –pregunté al instante, pero él hizo una mueca y negó.

–No exactamente, pero ya puedes ver a tu familia.

Mi familia, los había olvidado completamente desde ayer, ¡pero que tonta! –¿En dónde están? –inquirí saber inmediatamente mientras me ponía en pie.

–Sígueme.

Y en efecto, estoy loca por confiar en este chico, era la tercera vez que le hacía caso en menos de una semana. Lo sigo con la vista puesta en su espalda ancha, el pasillo es total y completamente blanco, con una puerta frente a otra calculo que a una distancia de tres o ... dos metros podría escapar, pero todas las puertas lucen total y completamente igual eso sin contar que al final del pasillo hay una intersección de tres cruces, ¡esto es un laberinto! El muchacho se detiene en la segunda puerta, lleva su mano al pomo y la gira mientras la empuja hacia adentro, gira su cabeza hacia mí y me mira directamente a los ojos. –Entra Phoebe, ellos están ahí.

Con un poco de miedo combinado con inseguridad paso a su lado y entro a la habitación y en efecto están ahí.

Una espalda delgada cubierta por una cascada de cabello negro es lo primero que veo, Mega se gira al instante y sus ojos se iluminan, una sonrisa involuntaria se forma en mis labios, mis ojos examinan rápidamente la habitación, Sophie y Thomas se ponen en pie de la cama, el niño de ocho años comienza a correr en mi dirección y se sujeta a mi cintura con fuerza la segunda en llegar es Megan quien hace que los tres nos fundamos en un abrazo caluroso, cuando logro separarme de los dos logro ver a la rubia con una pequeña sonrisa.

–Estoy feliz de verte Phoe, pensé que te había pasado algo malo.–me inclino levemente y acaricio el cabello de Thomas.

–Yo también estoy feliz de verte Tommy, a ti a Megan y a Sophie.

El sonido de la puerta cerrarse hace que los cuatro miremos hacia la salida, el chico de cabello negro nos da una sonrisa pequeña y se aclara la garganta.–Como les dije una y otra vez, quizás unas veinte veces, nadie ha matado a nadie.

–Bien, te creemos. Ahora creo que es tiempo que nos dejen salir de aquí. –Exige la pelinegra cruzándose de brazos.

–Ya hemos hablado de eso. –le responde el chico con cansancio. –Nadie, absolutamente nadie va salir de aquí hasta saber que ya no hay peligro. –El muchacho apoya su espalda contra la puerta y se cruza de brazos.

La morena truena sus dedos. –Yo puedo defenderlos. –responde entre dientes.

El chico sonríe de manera arrogante. –¡Ja! –exclama. –¿Cómo lo hiciste hace unos días? No me hagas reír Megan.

–Cierra la maldita boca.

No entiendo que le sucede a Megan, actúa como si lo conociera. –Esperen, esperen, ¿ustedes se conocen?

Megan niega con la vista puesta en el chico. –No. No conozco a este sujeto.

–Nicolás, me llamo Nicolás. Y la hora de la visita acabó, vienes conmigo Phoebe.

–¿Qué? ¡No! –El sujeto que se hace llamar Nicolás camina en mi dirección y retrocedo, la pelinegra se coloca en frente de mí y él pequeño Thomas también.

–Por qué estamos aquí.

Todos miramos hacía la esquina de la habitación, en donde sigue Sophie en pie sin moverse. –Por qué estamos aquí. –vuelve a repetir la rubia, con el mismo tono serio que la caracteriza, solo que su oración no ha sonado como pregunta, sino como a una demanda.

–Por protección. –le responde Nicolás y sus ojos vuelven a posarse en mí. –Ahora, o vienes conmigo por las buenas, o sino ya sabes que sigue.

Tomo aire y me armó de valor, si bien es cierto ha pasado una semana y nadie me ha hecho daño, de hecho, nadie lo ha hecho... pero eso no quiere decir que no lo vayan hacer. Hago a un lado con mis manos a los dos hermanos y caminó hacia Nicolás, Megan me sujeta del hombro, pero me sacudo apartándolo, miro por encima de mi hombro y sonrío. –Estaré bien Meg, lo prometo. Cuida de Tom y manténganse juntos los tres.

Trago con fuerza y vuelvo a mirar hacia el frente, Nicolás espera que salga de la habitación y cierra la puerta detrás de nosotros.

El chico pasa a mi lado y me hace una seña para que lo siga, con la cabeza baja comienzo a seguir al chico, no sé en qué me he metido, todo es tan irreal. Choco contra un cuerpo y retrocedo rápidamente llevando mi mano hacia mi nariz, pero que torpe. –Lo siento Phoe, ¿Te puedo llamar Phoe?

La pequeña sonrisa de Nicolás es lo primero que capta mi atención, ¿cómo se puede tener dientes tan blancos? –Claro.

–Genial, lamento eso que ha pasado ahí, tu prima me saca de las casillas. Pero–dijo alargando la "O"–No quiero que pienses mal de mí y que creas que soy así siempre, me agradas chica, y sé que ahora todo te es difícil de entender pero te prometo, te juro que nada malo te va pasar, estoy destinado a protegerte hasta la eternidad y mientras yo siga respirando, no dejaré que algo te pase Phoebe Gonzales.

Por alguna extraña razón sus palabras sonaron sinceras y sonreí.–Te creo Nicolás Dalton.

Su sonrisa se ensanchó logrando que sus ojos se achinaran.–Entonces sígueme, te voy a mostrar algo.–Nicolás me extendió su mano y la mire por unos segundos.–¿Confías en mí?

Mis ojos viajaron su rostro, no es que tenga la habilidad de saber cuándo mienten las personas o no, pero si estoy segura de una cosa, es que él no me va a lastimar. Tomo su mano y él le da un leve apretón. –Te gustará este lugar.

No sé cuántas veces hemos girado por el laberinto de pasillos blancos, pero nos hemos detenido frente a una gran puerta blanca de madera, noto que el pomo es negro a diferencia de todas las demás puertas con pomos blancos. Nicolás la abre y mis ojos quieren salirse de orbita cuando entró por completamente a la habitación o más bien biblioteca.

–Por Dios...–exclamó asombrada en un susurro.

–Dioses Phoe, Dioses, magia y combinada con tecnología. –Aclara él a mis espaldas.

Creo que ahora si le creo, hay una inmensa cantidad de estantes llenos de libros, pero lo más asombroso no es eso, sino la biblioteca en sí, es como estar dentro de un bosque con flores, inclusive hay mariposas y un cielo azul, noto que no estamos solos en lo que hasta hace un momento creí que era una habitación normal, está llena de demasiadas personas, todas ellas aquí dentro sentadas en mesas de mármol o debajo de un árbol.

–Esta es la gran biblioteca, fue creada por Atenea.–susurra aún detrás de mí.–¿Crees en mí Phoebe, crees en todo esto?
–Creo.–digo finalmente en un suspiro cargado de asombro.–Esto es asombroso...
–Esto es solo el comienzo Phoe.–me volteo lentamente y examino su rostro.

Nicolás tiene largas pestañas negras, cejas un poco pobladas, una nariz muy definida y sus ojos son de un color café claro, color miel, piel canela.–¿Tengo algo en el rostro?–pregunta frunciendo el ceño, mis mejillas comienzan arder levemente.

–No.

Una sonrisa ladeada aparece en su boca, Nicolás tiene una sonrisa muy linda.–Bien, te mostraré el lugar.

Y así comienza el recorrido, cada estante tiene un largo de quince metros en donde alberga miles de libros, cada sección está dividida por época, Dios y ser mitológico. Descubro que todos los cuentos que leía de niña son ciertos, hadas, o mejor dicho ninfas, sirenas, minotauros, quimeras, monstros marinos, son ciertas. El chico se detiene en una sección en particular, hay una pantalla arriba del estante, en donde se proyecta un nombre en lo que supongo es griego.

–¿Qué dice ahí? –le pregunto mientras señalo la pantalla.

Nicolás voltea a verme confundido y luego su ceño se relaja. –Lo había olvidado por completo, todos estos libros están en griego, es... como nuestro idioma universal. Nuestra lengua madre.

–¿Tendré que aprenderlo? –él niega. –Pero, ¿cómo podré entenderlo?

–Está en tu sangre, tienes que concentrarte. Cierra los ojos. –pide con amabilidad y obedezco. –Bien, ahora imagina que en tus ojos hay una tela que te obstruye ver, tienes que levantarla, hazlo.

Imagino la tela blanca, la levanto y abro los ojos, pero nada pasa cuando miro la pantalla y las letras extrañas siguen ahí.–No funciona.–giro mi cabeza ligeramente y abro los ojos al notar la extraña luz que emana del cuerpo de Nicolás–¿¡Qué es eso!?–exclamó asustada y siento varias miradas recaer sobre los dos ante el grito que he pegado.

Nicolás muerde sus labios para no soltar una carcajada y me cruzo de brazos. El vigilante respira profundo y sonríe.–Es mi aura, cada uno tiene un aura. Mira a tu alrededor. –pasó mi mirada sobre las personas que hay en la biblioteca y es cierto, todas tienen una luz blanca que emana sobre sus cuerpos.

–Cada ser viviente en esta tierra tiene un aura Phoe, la de los vigilantes o personas con una fuerte herencia griega brilla más, tú también tienes una. De hecho, eres la que más brillas en esta habitación. Ahora vuelve a mirar la pantalla.–con mil preguntas en mi mente, miro la pantalla nuevamente y hay una palabra escrita en ella, o más bien un nombre. Artemisa.

–Esta es la sección de Artemis, o Artemisa, puedes llamarla como prefieras.–el vigilante toma un libro de color blanco decorado en la portada con ornamentos negros, encerrando así el título del libro, "La guerra sin estrellas".–Esta es la tú historia, la de tu familia, tú origen.


Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora