Sin estrellas

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Dejo de ver el oscuro cielo y centro mi atención en los demás, Nicolás y el chico caminan adelante, los sigo y Valent se posiciona atrás mío. Nuestros pasos no se escuchan, el teatro esta iluminado por antorchas, su llama es muy inusual envés de ser rojas y amarillas son verde y azul. El efecto de un dios. Unos pasos nos hacen detenernos, Nicolás nos hace una seña y nos pegamos a la pared como si fuéramos un insecto. Los pasos se siguen acercando y un minotauro pasa frente a nosotros, él no nos ve. No me muevo hasta que el desaparece de nuestra vista. Vuelvo a ver a Nicolás y él nos hace unas señas. Lo seguimos y nos conduce por un camino lleno de árboles al rededor. Este lugar es mas grande de lo que me imagine, hay un edifico adelante de nosotros.

Algo en mi estómago se mueve, con demasiada fuerza.

Es extraño que no haya tanta seguridad. La sensación en mi estomago me hace caminar hacia adelante, intento detenerme pero mis pies no me responden.

—¡Phoe!—me llama Valent en un susurro.

Intento abrir la boca pero no puedo.

Un ruido hace que me detenga, por fin tengo control de mi cuerpo. Vuelvo mi vista hacia atrás y los demás se mantienen en sus posiciones excepto Nicolás, que esta sosteniendo mi mano. En que momento. Otro ruido mas fuerte hace que mire el templo, este se ve normal. Y luego comienzan los gritos pero no gritos de Arpías si no de personas.

—¿Que pasa? —le pregunto a Nicolás.

—Los vigilantes están entrando.

Mis ojos se abren.

—No, no. Tengo que ir por ellos primero.

Me suelto de la mano de Nicolás y corro hacia el templo, escucho las pisadas de Nicolás y Valent seguirme, los otros dos Vigilantes se mantienen en su ligar por orden de Valent. Los tres entramos al templo y lo que se puede ver es sangre, los vigilantes luchan contra todo tipo de monstruos. Mi mirada viaja hasta el podio del templo. No esta aquí.

Una chica esta apunto de ser masacrada por un vigilante corrupto. Instintivamente mi mano viaja al arma que tengo en el cinturón la saco y no dudo en disparar al otro vigilante. La bala da en su hombro y el hombre parece olvidarse de la chica ya que suelta su espada y cubre su hombro con su otro brazo, la chica me mira y me da un asentamiento de cabeza. Mira de nuevo al hombre y le lanza una patada a la altura del estomago, el hombre cae.

—No podemos quedarnos aquí.—nos dice Valent.

—Yo me quedaré. —dice uno de los dos chicos.

—Yo igual. —dice el otro y Nicolás asiente. Ellos dos corren ayudar a los demás Vigilantes.

La sensación extraña vuelve aparecer en mi estomago.

—Vamos.—nos dice Nicolás a mi y a Valent.

Las dos corremos detrás de él con las armas en nuestras manos preparadas para disparar a lo que se mueva y represente una amenaza.

La sensación en mi estomago cada vez se vuelve mas fuerte, frente a nosotros hay dos pasillos que conducen a diferentes lugares, Nicolás se va por el derecho y Valent lo sigue, algo me dice que ese nos es correcto y me voy por el izquierdo mi corazón bombea al cien por ciento, mis manos sudan, siento como las gotas de sudor caen por mi barbilla, pero el ambiente es frío, demasiado frío. El aire me falta y me detengo mis piernas no soportan mi peso y caen al frío suelo, la caída es fuerte y mis manos son lo primero que toca el suelo con el arma en mano. El cabello me cubre el rostro tomo una gran bocanada de aire y mis pies se levantan por si solos, comienzan a caminar y ya no tengo control de ellos. Los pasos son lentos hasta que un grito resuena por todo el lugar, un grito de niño. Tomas. Mis pies  comienzan a correr de nuevo pero esta vez soy yo la que los obliga. Lo primero que veo es una fuente rodeada de un jardín, los arbustos son como paredes enormes verdes. Camino sigilosamente hasta la fuente y no hay nadie aquí. Pongo el arma de nuevo en el cinturón y llevo mis manos a mi cabeza.

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora