Llamado

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Estoy a las afueras de un hospital, me miro por el reflejo de un ventanal y noto que llevo un vestido rosa con flores blancas puesto y un par de zapatillas del mismo color. Algo me llama hacia el interior y le hago caso al instinto, las paredes del hospital son color celeste claro, tan claro que podría decir que es blanco, me detengo frente un umbral y en la parte de arriba se puede leer "recién nacidos" paso por debajo del umbral y entro a un pasillo, hay varias mujeres sentadas a fuera de los habitaciones, llevan batas de diferentes colores, unas de color rosa otra de color verde agua, camino entre ellas y me detengo frente a una puerta, pero no cualquier puerta, una puerta que dice: Dalia González, 67.

Frunzo el ceño, era el nombre de mi madre, abro la puerta con cuidado y la veo con dos bebés en brazos postrada en una cama. En una esquina está mi padre, pero se ve más joven y en la otra están la tía Fiore y Joe.

–Dalia... estás segura de lo que quieres hacer.–le pregunta la tía Fiore.

–Es por el bien de las dos.–responde esta con la vista en ambas bebés. Sophie y yo.–Será mejor que estén separadas, tenemos que hacerlo.–termina de decir con determinación.

–Es que... no creo que sea correcto.–habla Fiore con la duda en su voz.

Mamá les da una mirada a papá y Joe.

Joe parece entender el mensaje y asiente.–Estaremos a fuera.–y sale con mi padre de la habitación, pasan junto a mí sin darse cuenta, pero esto es algo de lo que ya me he llegado acostumbrar.

Vuelvo a poner atención en mamá y esta se queda callada unos minutos pero después habla.–Si crecen juntas podrían lastimarse. Matarse.

Matar... ¿Matarnos? Retrocedo unos pasos hasta chocar con una pared.–¿Ella te lo ha dicho?–le pregunta con una ceja alzada sFiore.

Los ojos de Dalia se posan en Fiore y su rostro se transforma en una máscara de dolor–Es peor, me lo ha mostrado.–el terror puede detectarse en su voz, mamá traga con fuerza y le da una mirada suplicante a Fiore, esta cierra los ojos con fuerza y asiente forzadamente.–Gracias.

Tía Fiore abre sus ojos y mira con amor a mamá.–La familia es primero Lía.

–Lo sé.–responde esta rendida, mamá posa sus ojos nuevamente en las dos bebés, pero su mirada es diferente cuando observa a Sophie, tiene miedo de ella.–Ellas dos no pueden saberlo, nada de lo que somos, nada de lo pueden llegar a ser. Si alteramos la realidad el futuro puede ser distinto.
Fiore asiente no muy convencida y se acerca un poco más a la camilla en donde estamos las tres, en su rostro se puede leer la incertidumbre y temor.–En algún momento tendrás que pagar el precio por lo que has hecho.

Mamá levanta su mirada y sonríe.–También sé eso, pero ha valido la pena, lo pagaré pero al menos tendré un tiempo con ellas y eso lo vale.

–Desearía que todo fuera distinto.

–Yo también.–susurra mamá, una bebé comienza a llorar y esta canta una canción de cuna para calmarla. Los sollozos de la bebé comienzan a disminuir y Fiore se acerca, la toma en brazos y la mece en ellos.

–Es una ternura, ¿cómo podría hacerle daño a alguien? ¿verdad que lo eres pequeña Sophie?–su tono es juguetón, el tono que inconscientemente nos producen hacer los bebés.

Papá entra en la habitación y se acerca a mamá con una pequeña sonrisa, mira a la bebé en sus brazos y deposita un beso en su frente.–Te protegeremos de ella Phoebe.–susurra muy bajo, tanto que podría apostar que mamá y Fiore no lo escucharon, papá se aleja y le da una mirada a la bebé que carga Fiore.–Mantén alejada a esa... bebé.–el desprecio en su tono de voz es evidente, tanto que me sorprende y asusta.

¿Cómo se puede expresar así de su propia hija?

Artemis aparece de la nada a mi lado lleva un vestido con una larga cola de color rojo vino con bordados blancos, su cabello va suelto hasta su cintura. Y en sus manos tienen mi violín y mi arco, es el mismo violín que me dio mis padres.

–Tomad.–me extiende ambas cosas de repente y las tomo. En su cabeza lleva una pequeña corona de flores, luce un poco exaltada, la Diosa relame sus labios y coloca ambas manos en mis hombros.–Despierta, tenéis que despertad ahora e ir a un sitio más seguro, tu hermana lo consiguió. Irán por vosotros.

–¿Qué?–Artemis suelta mis hombros y algo aparece en su mano, la Diosa de la caza me lo coloca en el cuello y lo muestra. Una gargantilla plateada con un pequeño violín intercalado con la clave sol, el llamado.–El llamado te ocultará y ayudará a controlar tus habilidades, nunca te lo quites.–¡Despierta Phoebe!

Abro los ojos de golpe y estoy de nuevo en la habitación de Cassandra, solo que ahora está oscura. Me deslizo de la cama y toco el suelo, camino hasta la puerta y con el corazón latiendo a mil por hora llego a la sala, en donde todos están reunidos.–¿Phoebe?–la pregunta de Cassandra llama la atención de todos.

–Ella viene por mí.

Nicolás luce estresado, muy estresado. Azael preocupado, Bastián y Cassandra han montado una armería en la sala y yo solo observo a Thomas dormir, Sarah me ha explicado lo que sucedió.

Nos maldijeron, a ambos. Azael fue al otro lado del mundo a buscar una raíz, Sarah nos hizo beberla y el primero en despertar fue Thomas, pero seguidamente cayó en un sueño, un sueño normal. Y ahora hay algo que infunde pánico, su vida.

–Tengo mucho que agradecerte Sarah.–comento en voz baja, la mujer me mira y sonríe como es habitual, solamente que su ceño fruncido quita toda muestra de felicidad.–Haz hecho todo esto sin siquiera pedírtelo, te debo mucho.

–Es un honor Phoebe.–sin pensarlo dos veces me acerco a ella y la abrazo, parece tomarla por sorpresa pero esta me devuelve el abrazo. Y por un momento recuerdo a Fiore, pero su recuerdo trae dolor.

Ambas nos separamos y me acerco a Tom, luce tan tranquilo e indefenso, tanto que la idea de que vaya conmigo me atemoriza.–Cuídalo, porque conmigo ya no está a salvo.

–Lo haré, lo prometo.

Trago con fuerza y camino hacia la sala, me detengo en el pasillo al escuchar la voz de los tres vigilantes, hablan bajo, tan bajo que me cuesta mucho escuchar las oraciones completas, solo logro escuchar ciertas palabras. "No podremos" "La orden de" "en China"

Me animo a dar unos pasos hasta quedar debajo del umbral, Cassandra va vestida de negro al igual que los dos vigilantes restantes, la ropa hogareña la han dejado a un lado para colocarse lo que parece ser un traje de combate. Cassandra lleva su melena rubia trenzada y desde su cadera hasta sus tobillos hay una serie de armas que no logro identificar.

–¿Estás lista?–pregunta la rubia y asiento, Bastián se acerca a mí y me da una daga.

–Esta será tu nueva amiga y la usaras si alguien ajeno a nosotros tres te quiere tocar, hablar o si simplemente se acerca.–me explica con diversión.

–No tienes por qué usarla conmigo.–dice una voz ajena a los cuatro, como si estuviéramos sincronizados los cuatro miramos hacia la puerta principal en donde viene entrando el rubio, quien no lleva absolutamente nada sobre su cuerpo más que la ropa.

–En especial en él.–agrega Nicolás y puedo escuchar el suspiro de cansancio de la rubia.

–Bien, bien. Es hora de irnos.

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora