Dote

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El mundo arde, edificios caen, las personas gritan. Es horrible.

Parpadeo y en un segundo la imagen que está frente a mí cambia, árboles enormes me rodean, camino entre lo que parece ser un bosque mantengo mi vista en un punto blanco que se logra vislumbrar a la lejanía, cada vez me acerco más y el punto pasa a ser una silueta que conforme me voy acercando reconozco más. Me detengo a unos pocos metros de ella, su mirada está puesta en mis ojos.

–Las imágenes que vi, ¿eran del futuro?

La Diosa de la caza ladea la cabeza y cruza sus brazos encima de su pecho.–Podrían serlo.

–Me estás diciendo que pelee una lucha que ni siquiera es mía. Yo no pedí esto.

Una brisa juega con el largo cabello de ella y las ramas de los árboles, me abrazo a mí misma.–Nadie ha pedido esta guerra.–responde ella.–De igual manera no podrás ganarla en ese estado.–agrega y frunzo el ceño, en un instante la castaña de largo cabello rizado aparece a mi lado y toma mi brazo para observarlo detenidamente.–Están flácidos.

Con indignación me suelto de su agarre y retrocedo unos cuantos pasos.–No voy a dejar que me insultes.

Ella permanece con su mirada inquisidora y suspira cansada.–No sabes cómo manejar tu energía para hacerla fluir por tu cuerpo, no sabes controlarte.

Un rayo de luz impacta en mi cara y levanto mi mano para obstruirle el paso.–Oh claro, la trascendencia traía un manual.–digo con sarcasmo, pero por su cara deduzco que no lo ha detectado o es seria por naturaleza.

En la mano izquierda de la Diosa aparece un arco y en la derecha una flecha.–Todos los dioses tienen algo llamado dote, el dote es ocultado en cualquier parte del mundo, es invisible de la vista mortal e indetectable para un inmortal. Está enlazado a su propietario por medio de la energía y para invocar el objeto que esté en este solo basta con pensarlo, inténtalo.

–Pero no tengo un dote.

Artemisa se cruza de brazos y rueda sus ojos.–Pero Daphne sí. Eres su descendiente, por lo tanto debes de tener un dote.–señala con obviedad. Asiento no muy convencida.–Concéntrate.

Cierro los ojos, no sé en qué pensar o en como materializar un objeto en mi mano.–Deja fluir la energía de tu cuerpo.–susurra la Diosa.–Imagina que estás tocando una melodía.

Caprice 24 llega a mi mente, la melodía inunda mi cabeza y lentamente va recorriendo cada parte de mi cuerpo, puedo sentir como una parte de mí se va deslizando por mis manos. Puedo imaginar a Niccolò Paganini moviendo sus dedos por las cuerdas de tripa, la sincronización perfecta, el alma humana tocando el cielo. O tal vez el infierno.

–Lo has conseguido. –mis pensamientos se suspenden y abro los ojos inmediatamente, miro mi mano y en ella hay una espada de metal, me hace perder un poco el equilibrio pero me mantengo en pie, es pesada, brillante y larga.–Despierta.

Llevo mis ojos hacia Artemisa pero lo siguiente que veo es el techo de la habitación. Me reincorporo en la pequeña cama y observo atónita lo que hay a mi lado. El sonido de la puerta abrirse me alerta y miro en la dirección de esta, Nicolás viene saliendo del pequeño baño de la cabina en la que estamos, el vigilante va secando su rostro y cabello a la vez con una toalla blanca, el sonido de otra puerta abrirse me hace girar mi cuerpo, Bastián viene entrando cargado con una gran bolsa en el pecho.

–Cómo no sabía que talla es Phoebe, traje de todo un poco para que no se queje si algo no le...–la bolsa cae al suelo y la los ojos del castaño miran con asombro la espada que está en la cama.–Nick.

–Qué carajos.–suelta de repente el otro vigilante.

Me levanto de la cama y relamo mis labios.–Estaba soñando y Artemisa apareció de repente con esta idea del dote y...

–Espera.–me interrumpe el pelinegro y se acerca a mi unos cuantos pasos.–¿Cómo te sientes?

¿Qué?–No veo a que viene la pregunta.

–Phoebe.–habla Bastián.–Llevas ocho días dormida.–su voz suena preocupada.
¿Dormí durante ocho días? –¿Cómo es eso posible?–le pregunto a ambos pero ninguno me responde.–Lo que recuerdo es que ayer salimos de casa de Meils y después por precaución decidimos dormir en estas cabinas.

–Pero no despertaste.–me aclara Nicolás.–Exactamente qué hiciste mientras estabas dormida.–comienzo a relatarles a ambos el corto momento que pase en el bosque con la Diosa de la caza, cuando termino Nicolás mantiene su mano en su barbilla y Bastián observa con cuidado la espada.

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora