Dríadras

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Pero lo siguiente que sé es que estoy debajo de su cuerpo pero no de una manera suave y agradable, sino de una brusca y protectora. Algo ha golpeado las paredes rocosas de la cueva, muevo unos centímetros mi cuello y puedo lograr ver un humo blanco y fragmentos de hielo sobre la pared rocosa.

–¿Estás bien?–mis ojos vuelven a enfocarlo, asiento a como puedo y el vigilante quita sus manos de la parte trasera de mi cabeza, liberándome de su agarre protector. Pero en vez de ponernos en pie nos quedamos acostados boca abajo en el húmedo suelo.–Hay alguien afuera.–el vigilante hace un sonido de dolor, busco el origen de ello y noto el corte en sus nudillos, la roca en donde caímos debió de estar filosa.

–¿Cómo es posible que alguien lance una bola de lo que sea y cruce la cortina de agua sin perder velocidad?

–Díadras, ninfas de bosque para ser más exactos.–me explica, mis ojos se abren asombrados.–Deben de haberse sentido amenazadas.–comenta más para sí mismo, Nicolás se pone en cuclillas y lo imito.

–¿Son algo así como hadas?–pregunto pero este niega.

–Las hadas son engañosas y muy egoístas, las ninfas de bosque son pacíficas Así que algo debió de haberlas asustado.–una nueva incógnita llega a mi cabeza.

–¿Crees que algún seguidor de Apolo nos haya seguido?–pero este niega inmediatamente con su cabeza. Suspiro y me acerco a una de las paredes húmedas, a este paso la ropa que me ha prestado Sarah va estar mojada para cuando regresemos.

–Tal vez pisamos una rama, son apegadas a los árboles. Por lo cual le hicimos daño a una.–el vigilante imita mi posición y descansa su cabeza en la pared rocosa.–Se aburrirá.

Eso me deja más relajada.–Al menos saldremos de aquí.

–No dije que se vaya aburrir pronto, ponte cómoda.–comenta y cierra los ojos, elevo una ceja y noto que aún su mano sigue sangrando, pero parece impórtale en lo más mínimo, tener la sangre tan cerca mi pone nerviosa. Por eso le tengo cierta admiración a los doctores, tienen la capacidad de soportar ver esas cosas.

Me acerco hasta él y en silencio coloco mi mano sobre la mano herida, algo dentro de mí se mueve, levanto la mirada y sus ojos me observan con intriga. Mi estómago se está moviendo.—¿Qué haces?—pregunta, con mi mano libre tapó su boca.

—No digas nada.—Evito su mirada y me enfoco en su herida, puedo escuchar mi corazón latir y el suyo también ambos laten al mismo ritmo. Trazo una línea desde el inicio del corte hasta el final y la sangre se va borrando poco a poco, su piel se comienza a regenerar y hasta que no queda rastro de ello.

—Segunda vez que me sanas.–susurra.

—Se te va hacer un mal habito.—bromeo, algo me impide mirarlo a los ojos, mi mano deja la suya y limpio la sangre que se ha adherido a mi mano en el pantalón.

—Con tal de que seas tú la que me cure creo que me haré adicto.—mis mejillas se ponen rojas ante su comentario y desvió la mirada a la cortina de agua que cae a unos tres metros de los dos.

—¿Crees que la dríada ya se haya ido?—cambio de tema.

—No.–responde con desdé.–Es de día y está aburrida y no dudará en atacarnos solo por diversión.

—¿Y no tiene un punto débil?

—Creo que ya te mencioné que su punto débil es el árbol al que están unidas.–ruedo los ojos ante el tono de cansancio que ha usado.–Pero no hay razón para atacarla, apenas se esconda el sol se irá.­ Además si la atacamos nos va a hechizar para soportar sus encantos tienes que tener una buena resistencia y dudo que tú la tengas.

¿Qué ha dicho? No soy débil. Mi cabeza gira hacia él y alzo una ceja.—Pues me voy a dar cuenta ahora mismo que tan fuerte soy para soportar sus encantos.

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora