Capítulo Trece: La torre de Gárgamel

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Me sentía como uno de los pitufos de la segunda película. No como los principales, más como todos los demás: encerrada, prisionera, ingenua, temerosa por mi vida. Porque sí, seguir a mi corazón fue una idea estúpida. Los sentimientos nublaron mi juicio. Dejé la sensatez de lado, olvidé que Jackson era el villano. Ahora estaba sola, y tenía que salirme con la mía o terminaría mirando las margaritas... Desde abajo.

Sin abrir los ojos, intenté deducir dónde estaba. Sentía algo suave debajo de mí, y mi cabeza estaba algo levantada. Mis piernas estaban cubiertas por algo pesado. Conclusión: estaba en una cama.

Mi ropa seguía exactamente como antes, lo que era bueno: seguía teniendo los objetos del poder. Las botas, los aretes, el collar, el cinturón, el buzo, los guantes, la bufanda y el gorro. Podía sentir mi llave en el bolsillo, haciendo presión. Por ende, las botas estaban haciendo un campo de fuerza del poder que los objetos irradiaban.

Abrí los ojos fingiendo recién levantarme cuando escuché pasos acercarse. Bostecé y miré al causante del sonido.

–Sí que estabas cansada. Deberían ordenarle reposo a alguien que acaba de volver de la muerte. –Lo miré mal y él comprendió que mi humor no era muy alegre. –Como sea. Bienvenida a mi base de operaciones en España. La cerraré en cuanto me vaya, claro. ¿Te gustaría dar un paseo? –Asentí y me levanté de la cama, lo que me produjo un horrible mareo.

–Oh, sí, efectos secundarios. Lo siento, pociones no es mi mejor materia. –Miré mi reloj para averiguar la hora: las dos de la mañana. Teniendo en cuenta que me fui a eso de las seis, faltaban tres horas para que alguien relevara a Gemma. Esperaba que notaran mi ausencia y vinieran a ayudarme, aunque lo dudaba teniendo en cuenta lo cansados que estaban.

–Si no me hubieras secuestrado, te podría haber enseñado. –Él rodó los ojos y me miró. No diría que mal, porque si comparamos su mirada con las dagas que yo le enviaba, la suya era la de un tierno cachorrito.

–¿Sabes por qué te encuentras aquí? –preguntó él.

–Claro, porque soy telepática–contesté, sarcástica.

–¿Ese es tu poder especial o es sarcasmo? –Bufé y comencé a caminar fuera de la habitación. –Entiendo, sarcasmo –dijo antes de seguirme.

El lugar era todo de cemento o ladrillo. Había algunas personas con trajes mágicos caminando por doquier. Ninguna miraba a Jackson, solo se volteaban.

–¿En serio, Magné? ¿Las tres reglas de RTR? –pregunté. Él me miró raro y negué con la cabeza.

–¿Y eso qué es? –preguntó.

–Regla número uno: prohibido mirarlos a los ojos. Regla número dos: prohibido hablarles a menos que ellos lo hagan primero. Regla número tres: prohibido tocarlos sin su permiso.

–¿A quiénes? –Dios, en serio necesita comprar libros.

–Chase, Jax y Mika, los adonis. ¿Tus reglas, mi juego? Dios, para qué te hablo. –Miré hacia delante para cruzarme a... Angie emo. ¿Eh?

–¡Nimue! Ella es Alette –gritó Jackson para que la chica se acercara.

–Hola –dijo ella.

–¿Por qué es una copia de Angie pero emo? –pregunté.

–Es Nimue, su hermana gemela. Angie siempre fue más optimista, así que ella siempre era más conocida que Nimue y tenía más amigos. Los celos y la envidia la impulsan a iniciar esta guerra en su contra. Es una valiosa aliada. No tanto como vos, claro, pero vale lo suyo. –Rodé los ojos e ideé un plan de escape tan rápido como pude.

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