Capítulo Veinte: Alette con sueño + aviones= ¡Kaboom!

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Empezaba a odiar las visiones.

Por un momento, creí que los aretes trataban de advertirme algo importante. De nuevo me enseñaban aquella imagen en la que mi piel se pelaba y se tornaba dorada. Pero esta vez fue distinto: escribía algo en mi brazo. Una "E" y lo que supuse que era una ele. La imagen se difuminó y mi cuerpo se tensó ante la siguiente: Jackson intentaba congelarme. No estábamos en el avión, el aire era demasiado liviano para eso. A mi izquierda había muchísimas luces, tanto que me cegaban un poco. La descarga de hielo me heló y sentí como dejaba de respirar, cómo mi piel ardía del frío y cómo mi corazón se detenía. Los aretes ya creyeron que era suficiente, porque cambiaron la imagen a una totalmente distinta. Reconocía a la persona: Jane Wells, hablando con un estratega de Lumière un trimestre más grande que yo. No sé qué discutían, pero se veían realmente enojados el uno con el otro. El chico tiró un reloj sobre la mesa y casi me ahogo: era el reloj de Melinda. O al menos parecía. Y la única forma de sacárselo era... ¡No! ¡No, no y no! ¡No Melinda! Entonces noté algo importante: un calendario. La fecha era de hace como dos semanas, y yo había hablado con Melinda ayer. Suspiré; no era lo que creía. Aunque sí me preguntaba cómo tenían el reloj. La última visión sí me confundió: Nimue y Angie estaban una al lado de la otra, pero no sabía cuál era cuál. Cada pregunta que hacía, ambas lograban responderla. Necesitaba encontrar algo que solo Angie supiera, pero a mi yo del futuro no se le ocurría nada.

Las visiones desaparecieron y me desperté. La señora a mi lado me miró preocupada y le sonreí para hacerle entender que estaba bien.

—¿Le pasa algo, señorita? —preguntó la señora. Volví a chequear su aura; no era maga.

—Solo estoy algo nerviosa por volver a casa —contesté. Eh, que no era una total mentira; sí estaba ansiosa por llegar a Aitana.

—Lo entiendo, sentí lo mismo cuando terminé la universidad. ¿Viaja sola?

—No, viajo con mis amigos. Soy la quinta rueda, así que quedé impar. Estábamos haciendo un tour por Europa con mochilas, para descomprimir un poco. Vamos a empezar nuestro último año del secundario, así que nos pareció una buena idea. —La mujer me sonrió y me señaló un vaso de Coca-Cola.

—Supuse que lo apreciaría, esperaba que se despertara para dárselo. —Asentí y lo tomé con una sonrisa.

—Muchísimas gracias, señora —agradecí.

—Oh, decime Amy, me hacés sentir vieja —me pidió ella.

—Claro, Amy. Soy Alette, por cierto. —La mujer me sonrió y tomé el vaso de Coca-Cola.

—Oh, casi lo olvido. Aquel chico te está mirando desde hace rato, es guapo. —Amy señaló hacia adelante y no me sorprendí al ver un buzo Abercrombie azul. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en el hielo que sentía correr por mis venas.

—Eh, gracias. —Amy me miró y ladeó la cabeza.

—¿Pasa algo? ¿Te sientes bien? —Asentí aún algo congelada y rebusqué por una campera en mi mochila.

—Sí, solo tengo frío —contesté. Ella me miró nada convencida pero volvió a su trabajo.

Me desabroché el cinturón de seguridad, me deslicé dentro de la campera y volví a atarme. Me acerqué a la mochila y le hice cosquillas a Xander.

—Eu, ¿Rednax puede reconocerte si te saco? —le susurré.

—Claro que no, Alette. —Asentí y lo saqué, apoyándolo sobre la mesa reclinable.

—Después la borrás —dije para evitar quejas. Xander arrugó la ceja como si levantase una ceja y yo saqué una lapicera de mi mochila.

"Buscá portadores en Aitana. Por cada portador que encuentres, te doy cinco Snickers. ¿Trato?", escribí en su hoja. Xander se sacudió y la tinta desapareció. Susurró un "Ok" y se cerró. Lo guardé en la mochila de nuevo y saqué mi computadora. Gemma la había reparado y ahora podía acceder a los archivos del Reino, ya que lo creímos algo útil para las misiones. Tecleé dos palabras, "piel dorada", y la computadora dio error. Escuché el pitido de advertencia de Autumn en algún lugar del avión y, tres minutos después, Gemma agarró mi computadora y volvió a su asiento. En menos de un cuarto de hora me la devolvió, suspirando.

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