Capítulo seis.

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06
El señor “estoy mintiendo” y el señor mal actor.


Me gustaría decir que la primera semana de convivencia entre Nathan y yo fue formidable. Que instantáneamente hubo una conexión entre él y yo y, como en otros casos, forjamos una considerable amistad. Pero no fue así. En realidad ambos ignorabamos nuestras presencias, al punto de siquiera percibirlas.

Miré la hora en mi teléfono una vez más. 20:30. Me pasé la tarde arreglando mi ropa y mis cosas, que eran un desastre. Cuando todo estuvo en orden (que no duraría ni una semana, por cierto) me recosté sobre la cama.

Miré a los alrededores del cuarto, aunque ya sabía que estaba sola. Nathan, quien había salido en la mañana, seguía sin aparecer.

«Si el dormitorio cierra y él no está aquí se meterá en problemas.»

—No es mi problema. No es como si me importara lo que él haga.

Claro, eso era lo decía. Sin embargo, con el pasar de los minutos (aunque no quiera admitirlo) comenzaba a preocuparme.

Entonces escuché como alguien tocaba la puerta. Para rematar la mala suerte que asolaba a Nathan Britt, la persona detrás se trataba ni más ni menos que del hombre que lo representaba.
No era como si en las dos semanas que llevaba viviendo con él no hubiera notado que, por supuesto, no era una persona normal, por lo tanto no tenía una supervisión normal. No me era extraño pensar que el pobre chico debiera permanecer 24/7 en las instalaciones del Howard Spencer; pero ese no era asunto mío.

«Solo por el hecho de que fue lindo ayer al traerme comida no significa que deba cubrirlo.»

—Buenas noches, Mark —saludé al hombre parado en la puerta. Lo hacía de vez en cuando, venir a ver a Nathan, más cuando él no le devolvía las llamadas. Él era algo así como un policía vigilando a los presos. Y su único preso era Nathan.

—Wortie —saludó con una amarillenta sonrisa en sus labios. Su aliento prácticamente delataba la adicción al tabaco—. ¿Puedo pasar? Debo hablar con Nathan.

Les juro que intenté pensar una buena excusa, intenté no sonar nerviosa e incluso intenté que mi expresión no delatara mi mentira.

—Es... está duchándose.

Pero no funcionó.

«¡Qué estupidez! ¿Acaso no podías inventar algo mejor, Stephanie? No, claro que no, tenías que poner la excusa más tonta posible.»

Me callé unos segundos para que el hombre pueda apreciar el sonido de la ducha cayendo; unos segundos antes había puesto el agua a correr, para disimular al menos un poquito.

Mark me miró, como si intentara convencerse de lo que le decía. No es que fuera una mala mentirosa, pero hasta él podría notar el cartel que decía “¡Estoy mintiendo!” en mi frente.

—Entiendo —finalmente asintió—. Volveré más tarde.

«¿Qué? ¡No! ¿Por qué? ¡No vuelva! ¡Mi vida es más fácil sin usted!»

—No estoy seguro de si eso sea lo mejor, ¿sabe? —«¿Qué rayos estás haciendo, Steph? ¡Detente de una vez!»—. Nathan no se sentía muy bien hoy, me dijo que luego de ducharse iba a dormir. Se veía enfermo, no creo que usted quiera molestarlo.

—¿Otra vez? —Mark se cubrió el rostro con la mano izquierda, luciendo bastante irritado—. Ese niño es demasiado orgulloso como para admitirlo, pero se enferma con mucha facilidad. Si él no mejora, confio en que no dudarás en buscarme, Wortie.

She's the only ExceptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora