12
(No) todo se trata de Nathan¿Nathan pidiendo que me quede? ¿Nathan Britt? ¿Él mismo que me quiso obligar a dejar mi cuarto? ¿El mismo que no le he caído desde que nos conocimos? ¿Ése Nathan Britt?
Definitivamente había algo mal ahí.
Achiqué mis ojos, intentando intimidarlo, pero sólo conseguí que alzara una ceja. No es cómo si pudiera descifrar que había dentro de ese diminuto y extraño cerebro suyo; cada día terminaba sorprendiéndome más.
Accedí sin mediar palabra, sentándome de nuevo en el pequeño sofá al lado de su camilla.
Sentí su mirada analizándome por algunos (intensos) segundos. Al final terminó cerrando los ojos, accediendo a mi consejo. El silencio nos invadió de pronto, pero no fue en absoluto incómodo.
—Realmente estás delirando… mira que pedirme que me quede a tu lado.
Me quedé observando hasta que realmente se durmió, aun sosteniendo mi brazo: en sus orejas que estaban más rojas que su rostro, lo que me causó bastante risa. Las grandes ojeras cubrían la parte inferior de sus ojos, cómo una notoria señal de cansancio. Nunca antes me había dado cuenta de la perfecta forma de su nariz, o de cómo esos pómulos le dan una seriedad a su rostro. Tampoco noté sus pestañas largas... O cuán deseables parecían sus labios.
¿Por qué no podía dejar de mirarlo?
«¡Reacciona, tonta!»
Tragué en seco desviando la mirada. No tenía idea qué cosas extrañas pasarían si seguía mirándolo así...
Quizá transcurrió una hora, quizás fueron dos. Nathan despertaba de vez en cuando, nunca se le ocurrió soltarme. El carraspeo de una garganta me distrajo: miré hacia la puerta, encontrándome a la mujer con bata.
—Hola doctora —me levanté de la silla forzando a que el imbécil me soltara—. Hace alrededor de media hora tenía 38… supongo que le bajó un poco ahora.
—No creo, con la situación así... —«¿Qué? ¿Qué quiere decir?»—. Parece que está mejor —anunció luego de tocarle la frente.
—¿Cree que ya me puedo ir? Me salté las dos primeras clases. El profe va a matarme —le dije sonriendo un poco nerviosa.
—Claro. Ve tranquilo —me dijo sonriendo.
Tuve que pasar por el dormitorio antes de ir al salón, para buscar mi mochila. A mitad de camino recordé que el profesor de no dejaba entrar alumnos fuera de horario, así que no había nada que pudiera hacer para asistir. Decidí, para matar el tiempo antes del siguiente receso, pasa por un taller a parte de una hora sobre primeros auxilios básicos.
Resolví ir a ver a Nathan en la enfermería, solo para comprobar que no haya fallecido.
Pero no estaba.
¡¿En dónde demonios se metió?!
—¡Nathan no-sé-tu-segundo-nombre Britt! ¡Si estás aquí, te golpearé muy fuerte! —vociferé abriendo la puerta de nuestro cuarto con una patada casi dramática. Si no estaba allí, bueno, habría echo una escena sin motivo.
Sin embargo, ahí estaba, recostado sobre su cama con las sábanas hasta el rostro, leyendo un cómic como si nada. Me apoyé en el marco de la puerta con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Stephanie no-me-interesa-tu-segundo-nombre Muller —bajó el cómic y me enseñó su rostro: ojeras negras todavía cubrían sus ojos, el rostro un tono más pálido que el de costumbre. No sé había recompuesto del todo—. Deja de gritar, tonta. Me duele la cabeza.
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She's the only Exception
Подростковая литератураLuego de una peculiar apuesta y un inminente deseo de cambiar un sistema, Stephanie Muller se atreverá a pasar un semestre entero en el Howard Spencer Collage; una universidad única y exclusivamente para hombres. Después de todo, demostrará que ella...