She's the only Exception

Capítulo siete.

07
Cómo salvar una vida

Un eructo salió de mi boca como respuesta.

Demasiado refresco por hoy, sí.

En verdad no tenía idea de qué responder. La pregunta de Jeremy me descolocó por un segundo: “¿Cómo es el verdadero Britt?". Parece ridículo, lo sé, pero nunca me había detenido a pensar quién era en realidad Nathan, la persona detrás del cantante.

—No lo sé —dije dejando la lata en la mesa—, no lo conozco.
—¿Ustedes no tienen ninguna relación?
—Algo así. No porque seamos compañeros de cuarto estamos obligados a ser amigos.

En ocasiones siquiera me preocupaba por llevar vendas en mi pecho, porque sabía que él nunca no volteaba a mirarme. Ese era el nivel.

—Te entiendo, mi compañero me cae pésimo.

Jeremy puso su mejor cara de indignación y arrojó una almohada a la cara de su hermano, ¿mencioné ya que tenía una gran potencia y una excelente puntería? Reí fuerte por el quejido del rubio afectado.

—No es que me desagrade él. Aprendí a sobrellevarlo.

Su presencia era algo con lo que debía lidiar, no bromeaba. Él era peor que una chica con su periodo, sin animos de estereotipar: a veces, se levantaba de mal humor y no toleraba siquiera que respire fuerte, esos días se ganaba una sarta de insultos de mi parte. El clásico "Te tardaste, idiota." después de mi ducha matutina ya siquiera me molestaba, mi repuesta era blanquear los ojos.

—No suenas convencido —Adam sonrió.
—Tengo un amigo en letras —comenzó con el chisme, como ya era habitual, Jackson—, va a la misma clase de Historia de la música que él. Él no habla con nadie si no es estrictamente necesario, está todo el día perdido en partituras y siempre carga el mismo cuaderno. Es extraño. Nadie esperaba que sea... así...
—¿Así cómo? —Adam rio—. ¿Asocial?
—No sé —mascullé—, quizás sólo lo idealizaron por el hecho de ser una estrella. El tipo tiene derecho a ser calmado y callado.

Calmado. Casi me reí por lo extraño que sonaba eso. No se veía nada tranquilo cuando andaba de gruñón por el cuarto, insultando a todo lo que encontraba por su camino, o cuando discutía con su manager, o cuando hablaba por teléfono por horas. Calmado. Claro.

—Quiero decir, no porque se presenta frente a cientos de personas debe ser alguien hiperactivo que anda todo el día buscando amigos y socializando. No está obligado a cumplir las expectativas que teniamos de él.

Cuando levanté la mirada de mis manos (un habito de pequeña, cuando comienzo a decir lo que pienso babuceando juego con mis dedos) me encontré con cuatro pares de ojos clavados en mí, incluso Bruno había dejado el mando de la PlayStation para prestarme atención. Dios, ahora me sentía increiblemente incómoda.

—Así son los artistas —escogí mis hombros—, extraños.

• • •

El ala oeste del Howard Spencer, donde se ubica el departamento de Música, siempre ha sido por excelencia mi lugar favorito. Bueno, a estas alturas, pensarás que cualquier sitio en la universidad es mi favorito, pero este tenía (y sigue teniendo) algo que lo hace... especial.

Quizás sea por el grandioso piano de cola ubicado justo a un lado del ventanal en el salón A, o por el aroma a sueños que se puede respirar.

Esa tarde realmente no supe cómo terminé ahí.

Supongo que estaba paseando por los pasillos, como cualquier tarde aburrida. Ningún alma caminando por allí, como era de costumbre los chicos se tomaron el sábado libre, no había razón para estar en la universidad.