09
Él sabe nadar.Desde la primera vez que vi su sonrisa supe que nada bueno saldría de ahí. Y no estaba del todo equivocada.
—¿De qué hablas, Britt? —intenté fingir desentender lo que decía. La demencia parecía ser buena opción—. ¿Quién es Stephanie?
—Oh, ¿no lo sabes? —cerré mis ojos; ya no habría vuelta atrás—. Ella es la prima de un tal Alexander Wortie, y estudia en esta universidad. De hecho, está en este cuarto en este preciso instante.
—¿Desde cuándo tú...?
—¿Lo sé? —interrumpió. Asentí ligeramente—. Hace algunas horas, pero no creo que sea relevante aquí. Yo tengo preguntas, y tú la respuestas.
Me resigné.
—Bien, pero aléjate.
Corrí con mis dedos su rostro, apartando su cercanía. Era tan obvio lo que hacía: buscaba intimidarme, y traté con convencerme de que no iba a conseguirlo sólo con acercarse a mí. Si realmente debía sentirme acorralada sería porque ahora sabía la verdad y eso era muy peligroso.
Y ya no se trataba de la apuesta. ¿A quién le importaba la estúpida apuesta? El problema era que sabía, y que él podía hacer lo que quisiese con esa información.—¿Qué ocurre, señorita? —Tomó mi barbilla, conectando nuestras miradas, y se acercó más a mi rostro, si eso era posible. Tragué en seco —. Tal vez, ¿la pongo nerviosa?
—Sigue soñando, estrellita.
«¡No es momento de ser orgullosa, Steph!»
—Entonces, ¿qué debería hacer contigo?
Parecía estar disfrutando esto. El maldito lo hacía.
—Debo decir —comenzó— que es bastante difícil asimilar que eres una chica. De verdad luces como un chico —Ya no sabía si debía sentirme halagada o insultada—. Pero lo eres, de otra forma no habría razón para que estés tan nerviosa.
Alejé mis ojos de los suyos, que en verdad comenzaban a molestarme.
—¿Y quién está nerviosa? —pregunté soberbia—. Necesitas más que esto para intimidarme, Britt.
Eso decía, pero por dentro en realidad estaba completamente inquieta.
—Es bueno saberlo —respondió.
Comenzaba a odiar esa sonrisita suya tan irónica.
—¿Qué esperas? ¿Vas a decirme porqué estás ahí o esperaras a que llame al rector?
—¿Me estás amenazando?
—Tómalo cómo quieras.
Blaqueé mis ojos ante su tono burlón.
—Cómo sea —negué—; mi nombre es Stephanie Muller, y, como supongo que sabes, soy una chica.
—Sí, sí, me sé esa parte, pero, ¿qué rayos haces aquí, Stephy?
—Nunca me llames Stephy de nuevo, ¿entiendes?
—¿Estás retándome, Stephy?
—Tómalo como quieras.
Inhalé y exhalé. Tal vez si le contaba mi historia y el porqué estaba en una universidad de chicos siendo una chica se conmovería y no le diría a las autoridades.
«Soñar es gratis, ¿no?»
“La verdad siempre sale a la luz” era la frase favorita de papá. El odiaba las mentiras. Con frecuencia me preguntaba qué opinaría su me viera allí, en una universidad de hombres.
Bien, si el imbécil ya me había descubierto, no tenía más opción que confesarle la verdad.
—Yo quería demostrar que podía sobrevivir en una universidad de chicos. Aposté con mi primo que lo haría, quería probarme a mí misma.
Él solo analizó mi rostro unos segundos antes de estallar en risas.
(Siendo sincera, yo también reiría si me dijeran eso, pero a esas alturas no toleraba ningún sonido que saliera de Nathan Britt.)
—¡Es la razón más estúpida que jamás escuché en mi vida! ¡Es incluso peor que tus excusas del otro día!
Estaba colmando mi paciencia. Imbécil.
Limpió una lágrima falsa de su lagrimal y me miró, manteniendo la burla en su rostro.
—Sabes que te podrían acusar de fraude de identidad y falsificación de documentos si es que te descubren, ¿verdad?
—Lo sé —murmuré mirándo sus helados ojos cafés, tratando ser firme ante ellos. Era increíble cómo podía estar riéndose, pero sus ojos todavía podían congelar un lago.
—¿Y no te importa en lo absoluto? ¿En realidad te tomas esto como un maldito juego?
—Te equivocas...
Tragué saliva.
—Siempre odié esta estúpida universidad —confensé—. Es casi un monumento nacional que está construido sobre machismo y desigualdad, prácticamente grita que los hombres merecen mejor educación que las mujeres. No estamos en el siglo IXX.
»Tuve ese pensamiento, sabes, si una chica podía obtener las mejores calificaciones de su departamento... ¿quién podría negar que la exclusividad este lugar solo es algo del pasado? Yo quería ser esa chica. Yo puedo ser esa chica.—¿Entonces piensas que haciendo esto, algo cambiará? —una de sus cejas se alzó, lucía sorprendido—. Esto no es un cuento de Disney, Muller.
Lo sé. Mierda, quería gritarle en la cara que lo sabía.
Gritarle no era lo único que quería hacer. De echo, ya estaba planeando el modo de golpearlo tanto como para que olvide los sucesos de este día.
Pero el tipo manejaba información peligrosa, así que no me convenía en lo absoluto torturarlo de todas las formas en las que había pensado. De alguna u otra manera debía convencerlo de que no me acusara en dirección... ¿cómo lo haría?—¿Y ahora qué harás? —lo miré a través de mis pestañas, mi voz sonó como un susurro—. ¿Me delatarás?
—No.
En realidad, nunca escuché la negación de su parte, estaba absorta pensando en la distopía que se formaría si el mundo se enterara que en la prestigiosa universidad Howard Spencer se infiltró una chica.
—¿Por qué? ¡No es algo que a ti te incumba y...! —Él alzó una ceja, incomprendido—. Espera, ¿qué?
—No lo haré.
—¿Hablas en serio?
—Sí.
—¿Por qué?
—¿Por qué lo haría? ¿Me perdería acaso la diversión de ver en primera fila como te ahogas lentamente en tu propia mentira? —sonrió pero no había diversión en su rostro—. Algún día te descubrirán, Stephy, y yo estaré ahí para ver el hundimiento.
—Pero cuando lo hagan, no me metas a mí en esto —sentenció—. Porque yo sí sé nadar.
Sin más, salió de la habitación. Pero sin portazo, la escena quedó en un vacío silencio. ¿Debía tomar eso como una advertencia? ¿como una amenaza? ¿Debía bajar la guardia cuando esté cerca de él o, por el contrario, debía subirla hasta el cielo?
¿Qué rayos iba a hacer ahora?
En esto, mi teléfono vibro. Chloe me había mandando una noticia aleatoria y dos mensajes de voz de cinco segundos cada uno, podía apostar que estaba gritando. Miré la fato de perfil de mi amiga. Necesitaba su ayuda. No dudé más, toqué el icono en forma de teléfono en la esquina de la pantalla y puse el aparato en mi oído. Ella contestó después de tres tonos.
—¿Chloe? —dije apenas contestó, fuerte música sonaba del otro lado de la línea.
—¿Salvaje? ¿Qué ocurre?
Cerré los ojos.
—Me descubrieron.
💥
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She's the only Exception
Teen FictionLuego de una peculiar apuesta y un inminente deseo de cambiar un sistema, Stephanie Muller se atreverá a pasar un semestre entero en el Howard Spencer Collage; una universidad única y exclusivamente para hombres. Después de todo, demostrará que ella...