Capítulo dos.

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02
De estrellas con rabietas y pasado tempestuoso.

N A T H A N

Que el cartel en el edificio más alto de la cuidad tuviera mi rostro impreso ya no era extraño, así que cuando pasé por allí siquiera me inmute. Sin embargo, Mark, quien viajaba a mi lado, me lo señaló entusiasmado. Asentí con algo de desgano y volví a apoyar mi cabeza en el vidrio.

—Vamos, ¿sigues enojado? —preguntó cuando la luz del semáforo cambió de color. Seguido, aceleró.

Yo bufé.

—¿Acaso luzco feliz? —contesté sin más a mi manager.

—¿Y cuándo sí?

«Cuando poso como niño bueno para Gucci» mordí mi lengua para no decir.

No me desagradaba ser modelo. En realidad me divertida bastante el proceso, pero... No era lo mío.

Entrar en la fama no fue nada sencillo. Aun recuerdo esas noches en las que no dormía por las grabaciones o entrevistas.

Todo comenzó cuando tenía 12 y en un recital en la escuela descubrí que tenía una gran voz, o al menos era "agradable de escuchar". Nunca le presté mucha atención, pero a medida que iba creciendo lo tomaba más y más en serio.

La música siempre me interesó, no obstante. Cuando niño aprendí a tocar la guitarra por obra de mi abuelo materno, quien más tarde se encargó de costar mis clases de piano. Entonces, unas noches en vela, componía algunos "versos" que apenas podía considerarse canciones.

Cuando cumplí 14 ya tenía miles de cuadernos llenos de versos, canciones inconclusas y melodías que soñaban darse a conocer al mundo. A esa edad, ya lo tenía decidido: sería cantante, pasara lo que pasase.

Era un niño iluso (aunque el Nathan de 20 años no era más maduro, debo decir), pero tenía los ojos puestos en una meta. Comencé a trabajar de medio tiempo para pagar mis lecciones y en mis tiempos libres me presentaba en el metro, en la vía pública, en los parques o, básicamente, en cualquier lugar. Subía vídeos a internet, me presentaba en festivales locales; quería que me noten.

Sucedió dos años más tarde. En abril, lo recuerdo perfectamente. Noah, mi fiel compañero, llegó a mi casa corriendo y gritando “¡GRANDES NOTICIAS NATHAN!”, más emocionado de lo que nunca lo escuché. No me alcanzó el tiempo para reaccionar cuando él ya estaba tirado en mi sofá tratando de recuperar el aire.

—¡¿Me puedes decir qué haces?! —le pregunté a mi amigo que ahora se encontraba tomando la botella agua que sacó del refrigerador.
—¡Tengo una gran noticia para ti amigo!—gritó alegremente.

¿Cuál era la gran noticia? Podría firmar con una disquera para ser aprendiz. Y, si las cosas salían bien, lanzaría mi propio álbum en poco tiempo.

Resulta que mis mejores amigos enviaron un demo mío cómo regalo de cumpleaños a la compañía MoonLight: a pesar de que padre de Noah tenía muchos conocidos (alguno de ellos podría ser el dueño de una compañía de música, sin problemas), ellos hicieron todo de manera autónoma y anónima. Insistieron bastante, hasta que un día les llegó la respuesta de la compañía. Estaba medianamente aprobado, pero tenía que dar una prueba: recuerdo que estaba muy nervioso el día de la audición, pero al parecer me fue bien ya que al señor le encantó mi voz.

Un año después y con mi primer EP recientemente estrenado comencé a vivir solo. Yo tenía 17 apenas cumplidos en ese entonces.

Pero, a los 20, sentado en el auto de mi manager con rumbo desconocido, me arrepentía de muchas cosas. Entre ellas no haber estudiado como alguien normal; y esa fue la razón principal por la que estaba allí.

Toda esa locura del Howard Spencer comenzó en junio.

—¡Debes estar bromeando! No puedes irte como si nada. ¡Joder, Nathan, eres un adulto! ¡Se responsable de tus actos! —gritó Mark tratando de calmarse. Estaba fallando, claro está—. La respuesta es no. ¡No te irás!

La idea de ir a la universidad en el estranjero y estar inactivo un tiempo no le cayó bien, pensé. Bueno. En parte era mi culpa. Tal vez hubiera sido considerado de mi parte comunicárselo y discutirlo frente a frente antes de publicar en mis redes sociales que iba a estar en hiatus indefinido por mis estudios.

En la oficina, los teléfonos no paraban de sonar.

—Tú mismo lo dijiste, Mark: soy un adulto y yo decido lo que hago con mi vida—fue mi respuesta al hombre, me paré de la silla para lucir más seguro.
—¡Ésta es tu vida ahora, mocoso! ¡No la vas a dejar por tratar de ser “un chico  normal” porque no lo eres!
—¡Lo sé! —exploté—.  ¡¿CREES QUE NO LO SÉ?! ¡Me lo repites constantemente, ¿cómo podría olvidarlo?!
—¡Estás viviendo el sueño de cualquier chico de tu edad Nathan! ¡Tu jodido sueño! ¿Sabes lo que es eso?
—Pero nunca creí que iba a ser así — hice una pequeña pausar para analizar sus fuertes palabras—. Ya lo decidí Mark. En septiembre me iré al extranjero para comenzar mis estudios en una universidad de Inglaterra. No hay nada que puedas hacer para que cambie de opinión —sentencié para luego salir con un portazo.

Convencido de que no era una simple rabieta, para esa misma tarde ya había hecho mis maletas y comprado los pasajes. Todo estaba saliendo bien acorde al plan, algo adelantado pero bien al fin, así que salí de mi casa cuidadosamente y me subí al coche.

Por supuesto, no funcionó. Claro que no. Aún tenía un contrato que cumplir. Mark me detuvo en el aeropuerto, me llevó a casa, hablamos... Unos meses después me inscribió una universidad solo para hombres. Conveniente, teniendo en cuenta que el promedio de la edad de mis fans eran los 16-23, y la mayoría eran mujeres.

Un escándalo con una chica era lo último que la agencia quería para conmigo.

Para septiembre, pero unos días después del comienzo de semestre, él ya había arreglado todo los detalles. No había nada que sus contactos no pudieran solucionar, siquiera el examen de ingreso.

Ahí estaba yo, parado frente al famoso “Howard Spencer”.

No había dejado de escuchar maravillas sobre ese lugar, pero yo...

—Qué feo nombre —susurré.

No podía estar menos emocionado.

Tendría lo que quiera, después de todo:  estudiaría música, como siempre quise, y me tomaría un pequeño descanso del medio. La compañía lanzaría una compilación de canciones inéditas y con eso cubrirían mi ausencia. Todos salíamos ganando...

Salvo que yo tendría lo que quería, pero no sabía qué era lo que necesitaba.

Algunas personas voltearon a verme, pero nada grave. Me coloqué las gafas de sol otra vez y seguí mi camino.

Cuando llegué a mi nuevo cuarto asignado, me alegré bastante porque todo parecía ordenando y deshabitado. Le habia puesto como condición a Mark que no quería ningún compañero.

El resto de mi equipaje llegaría más tarde, así que decidí relajarme en la ducha. Un poco de la tan anhelada paz, después de tanto.

Divertido. Ojalá hubiera disfrutado más ese baño, porque sería la última pizca de tranquilidad que tendría en meses.

🌼

She's the only ExceptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora