Capítulo trece

7 1 0
                                    

Capítulo 13
No hay rastro de celos... al parecer.

Mi cuerpo apestaba.

No, no mi cuerpo en sí. Mi sistema inmunológico era lo penoso. También, la forma de mi cuerpo al reaccionar a una simple fiebre. Sin mencionar esa estúpida necesidad de compañía y calor humano que sentí en la enfermería.

Yo apestaba, ya, cerremos el tema.

Dios. Una vez solo en la habitación, empecé a cuestionarme a mí mismo: ¿por qué hice eso? ¡¿Por qué rayos la tomé del brazo y no la solté?! ¡Hasta le supliqué que se quedara a mi lado! ¿Por qué, joder? ¿No era lo suficientemente patético ya? Al parecer no.

Y la doctora Scott no ayudó mucho…

—Ustedes parecen muy cercanos —me habló con una sonrisa mientras sostenía el termómetro en sus dedos, analizándolo—. 36 grados, tu fiebre bajó mucho, campeón.
—No somos cercanos —rechacé cualquier pensamientos extraño que podía formarse en su cabeza mientras me levantaba de la camilla. Sentía que de pronto había recobrado toda la energía que perdí, y vaya que lo hacía si se trataba de huir—. Si me disculpa, me voy.

Y antes de que me lo negará, salí de la enfermería. Cuando me dispuse a descansar al fin, llegó ella con su escándalo.

«¡¿Solo se preocupa por su gripe?! ¡¿Y qué hay de mí?! ¡Yo también importo!
Idiota.»

Mientras me indignaba cada vez más por su egoísta pensamiento de contagio, me pregunté si acaso volvía a tener fiebre: el rumbo de mis pensamientos volvió a ser extraño. Otra vez ella.

Ahogando mi rostro en la almohada, creí que estaba olvidando algo. ¡Julia! ¡Julia estaba en la ciudad! ¡Joder! Lo más probable era que Lauren le expuso mi ubicación. Estaba casi seguro.

Julia era la mejor amiga de mi hermana mayor Lauren, se conocen desde primaria y, desde el principio, cuando me vio por primera vez, se enamoró de mí. Nunca le di esperanzas y ella siempre sufría cuando me veía con otro chica, pero aun así ella nunca se rindió.
Me declaro su amor en muchas ocasiones pero yo siempre la vi como una hermana más que cómo una mujer. El año pasado cuando se mudo a Canada creí que por fin se rindió conmigo pero parece que nunca pasará.

Entonces recordé bien sus gritos de preocupación y la mirada de mi compañera de habitación cuando me llamó “amor”. Mierda. Tenía que llamar a Lauren y preguntarle qué demonios hacía ella en la ciudad; estaba seguro que volvería apenas en vacaciones. Me levanté de la cama y tomé mi teléfono, los primeros 3 tonos sonaron y ella contestó.

—¡Hermanito! ¿Que pasa? ¡Hey, tú deberías estar en clases! ¿Por qué llamas a esta hora? —dijo, tan animada como siempre, lanzando 100 palabras por segundo—. ¡No te envío a una gran universidad para que te saltees las clases, jovencito!

A veces me preguntaba cómo, siendo hermanos separados por tan poco tiempo, podíamos ser tan diferentes. Ella era una bomba a punto de explotar; a donde sea que iba irradiaba energía y simpatía, siempre dispuesta a o a ponerse a bailar Thriller en una pista de baile. En cambio yo prefería ser taciturno, y no quería sacar a flote mi verdadera personalidad frente de gente que no conocía.

—¡¿Por qué ella está aquí?! —lancé directo. Con mi hermana podía ser un gruñón gritón cada vez que quería—. ¡Pudiste haberme avisado que volvía!

—¡SORPRESA! ¡A que te emociona verla!

«¿Hablas en serio, Lauren?»

—¡No! ¡Claro que no! —vociferé—. ¡Llegó literalmente en el peor momento!
—¿Llegó? —inquirió, sonando algo confundida—. ¿Esa tonta en realidad fue a buscarte en la universidad?
—¡¡Sí!! ¡Y se metió en los dormitorios!
—¡Yo le dije que no lo hiciera, niña boba! —en su voz resonaba la desaprobación—. Oye, ¿a qué te referías con "peor momento"? ¿Te metió en problemas?
—¿Bromeas? No hablo de eso —bufé—. Hoy casi me desmayé.
—¡¿Que qué?! ¡¿Te pasó algo, Nath?!  ¡¿Estás bien?!

She's the only ExceptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora