Capítulo diez

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Capítulo 10:
“ Estoy loco por ti. ”

Hubo una pequeña pausa antes de que mi amiga volviera a hablar.

—¿Qué dices?
—Que me descubrieron, mapache.
—¡¿Cómo?! ¡¿Quién?! —preguntó, su voz chillona me obligó a alejarme de la línea, y alejándose del micrófono susurró—: Diablos, debo pagarle a Max.

Antes que todo comience, cuando creían que todo era una simple broma, Max y Chloe apostaron cuánto tiempo duraría en el HS sin que me descubran. Mi amiga dijo que un mes y medio, mientras que Max apostó unas tres semanas. Yo no estaba enterada de esto y cuando me lo confesaron le pedí al ganador la mitad del botín.

—¿Qué?
—Nada, nada. Pero, ¿qué pasó? ¿Quién fue? ¿Es muy grande? Podríamos hacerlo desaparecer del mapa.

«No sería mala idea.»

No... Esperen, mi amiga y yo tenemos futuros brillantes, arruinarlos por matar al “Tesoro nacional” (así era como sus fans se atrevían a llamarlo) sería una gran mancha.

—¿Quieres venir a casa? —preguntó después de un silencio.

Miré la hora, 20:15. Entre el recorrido hasta su casa, ida y vuelta, fácil perdería una hora, más el tiempo que estaríamos hablando, probablemente llegaría pasada la media noche, la residencia cerraría y me metería en problemas.

—No lo creo —decliné—, ¿tal vez mañana?

—Mi casa siempre está abierta para ti... aunque tienes las llaves —sonreí tras escuchar eso. Ella me había dado una copia el verano pasado, cuando dejó la casa bajo mi cuidado, copia que jamás le devolví—. ¿Quién fue el idiota que te descubrió?

Si supieras, mejor amiga, que el idiota del que hablas es tu cantante preferido...

—Te lo contaré todo mañana, ¿bien?
—Pero está todo en orden, ¿verdad?
—Sí —«Y eso es lo que más me asusta» callé—, no te preocupes.
—Debo irme, te veré mañana. ¡No te atrevas a dejarme plantada, Sky!
—¡Oh, vamos! —blanqueé mis ojos— ¿Hablaste con Alex? ¡Solo pasó una vez!
—Eso espero —advirtió, si la tuvieta en frente problamente la vería achicando los ojos—. ¡Buenas noches, salvaje!

Apenas corté la llamada, me desplomé en la cama, tapando mi rostro con los brazos. Quizás dormité un minuto, o cinco, porque no lo escuché entrar.

—¿Que esperas? —habló Nathan desde la puerta, apoyándose en esta— Ya van a servir la cena, vamonos.

¿Estaba siendo amable conmigo?

Me coloqué una gorra para cubrir mi cabello mojado y me levanté. Cuando quise salir, pasando por su costado, él me detuvo.

—Aunque, ¿sabes? —me negué a levantar la mirada, pues solo al escuchar su tono intuí que algo malo vendría— Me siento muy cansado en este momento, fue un día realmente largo... no sé si seré capaz llegar a la cafetería... —en sus labios formó el mejor puchero falso que vi en toda mi vida—. ¿Podrías traerme mi cena, por favor?

¿Qué?

Maldita sea.

Sabía que esto no terminaría bien.

She's the only ExceptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora