Capítulo III

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Pov Lisbeth

Lunes. Odiaba los Lunes. A decir verdad solo eran de mi agrado los sábados. Y para mejorarlo aún más, a primera hora tenía Historia. Entre en mi aula, y me di cuenta de que todos mis compañeros hablaban sobre un examen... ¡Oh no, el examen! No me había leído ni siquiera una línea de lo que tenía que haber estudiado...

—¿Profesor, puedo ir al excusado?

—Sí, pero vuelva pronto, tenemos una prueba que hacer.

Salí corriendo del aula, y acto seguido me dirigí a la 3ª planta. Solo escuchaba los latidos de mi corazón, que se agitaba rápidamente por la carrera. Lo único que quería en esos instantes era huir de aquel examen que me esperaba dos pisos abajo. Pero una dulce melodía, una canción de piano que me sonaba familiar, me hizo parar en seco. Era la canción con la que me dormía en las frías noches llenas de pesadillas, esa canción que me siempre me acogía con los brazos abiertos. Me la cantaba mi hermana mayor, con un tono tan confortable y seguro, que conseguía que pudiera conciliar el sueño en tan solo segundos. Me asomé por la puerta de la ya olvidada aula de música, y me encontré a mis dos hermanas, cantando aquella dulce canción... Yuna tocaba el piano con sus largas y frías manos, mientras Annie la observaba y susurraba suavemente la letra. Abrí la estrecha puerta lentamente, y no se dieron cuenta de mi llegada hasta que comencé a cantar el párrafo que me pertenecia. Y es que hace tiempo, cada una de nosotras adopto un trocito de aquella balada que ahora, era únicamente nuestra. La cantábamos cuando alguna de nosotras tres se ponía triste, y así, sin siquiera tener la necesidad de expresar nuestros sentimiemtos, nos entendíamos y nos consolábamos.

Annie y Yuna giraron rápidamente las cabezas al presenciarme, y al verme, sonrieron. Pero antes de que pudiera saludarlas, escuchamos unos pasos  provenientes del pasillo. Eran unos pasos rápidos y nerviosos, como de alguien que intentaba encontrar algo desesperadamente. Todas nos dirigimos como relampagos a los aseos del aula, que eran igual de viejos.

El aseo estaba cubierto de una gruesa capa de polvo, a causa de lo inutilizado que había sido durante tantos años. Pero lo que más me llamó la atención, fue el gran espejo que había en el centro. Estaba intacto comparado con lo demás, que estaba descuidado y sucio a más no poder. Al parecer, mis hermanas también habían percibido aquel extraño detalle, ya que Yuna tocó el cristal cuidadosamente con el dedo índice. Nos quedamos mirándolo, algo en el me hipnotizaba, hasta que empezó a vibrar de una manera muy brusca.

—¡Yuna, que has echo!—exclamé. Estaba asustada y asombrada a la vez.

—¡No he hecho nada!—me contestó mientras se miraba el dedo. El espejo cada vez se agitaba más, daba la impresión de que dentro de poco caería, rompiéndose en mil pedazos. Me dio la impresión de que unos grandes ojos me miraban desde el interior...

—Yuna agarra el espejo, Lisbeth atranca la puerta— dijo Annie, intentando mantener la calma.— Chicas, es mi imaginación o en el espejo hay un le...

—¡MIERDA JODER, ME ESTA TRAGANDO!— gritó Yuna desesperada. Tenía medio brazo dentro del espejo, cosa que nos asombro tanto que empezamos a chillar como locas. Pero a pesar de sus forcejeos, el espejo cada vez la atraía con más fuerza, y cada vez estaba más metida en él. Annie y yo la agarramos fuertemente por el brazo que le quedaba fuera, pero la fuerza del espejo era sobrehumana.

—¡Soltarme!—exclamó Yuna, mirándonos con preocupación.—¡Si no, el espejo también os tragará a vosotras!

—¡Jamás!—le grité. Siempre estaríamos juntas en todo, pasase  lo que pasase. No podía obligarnos a soltarla y verla desaparecer, no ahora, en estos tiempos tan crueles.

—¡Este jodido espejo no podrá con las Williams! No te soltáremos Yu...—pero las palabras de Annie fueron interrumpidas. Como si alguien tirará de mi con todas sus fuerzas, noté como pasaba por una capa de agua helada, aferrada al brazo de mis hermanas. No cabía duda; habíamos cruzado el viejo espejo del aseo.

Narnia: La llamada del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora