Introducción

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Era una fría y nublada mañana en la gran ciudad de Londres. Era 4 de Marzo 1940, y hacía poco que la segunda guerra mundial acababa de estallar, sembrando pánico por las alborotadas calles. Los ciudadanos estaban preocupados por sus respectivas familias, y casi todo el mundo se dirigía a casa, a sabiendas de que ahora, ni allí estarían seguros.

En el centro de la ciudad, entre la marea de gente, se divisaba una gran casa de dos plantas, que tiempo atrás había sido blanca. Los años la habían oscurecido, y alguna que otra vieja teja se había caído, pero el gran respeto que imponía seguía allí. Por las grandes y limpias cristaleras se podía admirar como un par de criadas preparaban el desayuno, cuidadosamente, para los Williams.

Los Williams, eran un feliz matrimonio, padres de tres jóvenes muchachas. Las muchachas eran bastante parecidas físicamente, pero el carácter de cada una era un mundo diferente. La mayor, aunque la de menor estatura, era Yuna-Rose, una joven de piel blanca como la nieve y pelo negro como el carbón, poseedora de unos rasgados ojos verdes. Era bastante seria, siempre le faltaba esa gran sonrisa con hoyuelos que a pocos les dedicaba. Todos decían que era una muchacha decidida y trabajadora, aunque ha veces, demasiado franca y directa. Pasaba mucho tiempo libre dibujando y pintando unos cuadros bellísimos, ya que era una pintora excelente y una dibujante de primera. La hermana mediana se hacía llamar Annie, excepto para la señora Williams; para su madre siempre sería Marie Anne. Como su hermana mayor, era dueña de unos orbes verdes, y de un cabello castaño que le caía por los hombros. Tenía un carácter fuerte, aunque siempre había tenído un poquito más de paciencia que sus otras hermanas. Era muy aventurera y una gran amante de los misterios, además de ser una persona bastante instintiva. Solía tomar clases de esgrima con Yuna, y eran sumamente hábiles. Y por último, pero no menos importante, estaba Lisbeth, la menor. Había adquirido los ojos esmeralda de sus hermanas mayores, mientras que su corto cabello oscuro, era de un marrón pardo. Amable y dulce, Lisbeth se pasaba el día viajando por su mundo fantástico. Le encantaba bailar en el gran salón mientras su hermana mayor Yuna, tocaba el piano. Su risa siempre traspasaba las paredes de la casa, despertando así a la gente de su pacífica siesta, como le solía decir su padre.

Las hermanas Williams bajaban las escaleras de madera rápidamente, vestidas con el uniforme granate del colegio, mientras hacían traquetear sus negros zapatos. La señora Williams les dedicó un buen día, y después de darles un par de besos de despedida y de decirles que tuvieran cuidado, las envió hacía el Richfield Hampton College, uno de los pocos institutos que seguían abiertos a causa de la guerra.

Mientras deambulaban por las inquietas y apesumbradas calles, se dieron cuenta de lo mucho que los conflictos entre estados habían cambiado su ciudad. La gente caminaba preocupada y angustiada, intentando llegar lo más rápido posible a sus destinos, como sí el mismísimo peligro andará suelto cerca. Había rostros que reflejaban tristeza y dolor, aunque también eran presas del miedo. Pero lo que las tres hermanas no sabían, era que aún los cambios no habían ni empezado...

Narnia: La llamada del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora