Capítulo XV

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Pov Yuna

Cerré los ojos con seguridad, confiando en el pensamiento de que yo no le temía a nada. Al menos, no lo suficiente como para perder la cordura y darles el gusto a los supuestos monarcas de este loco país.

Cuando volví a abrir los ojos, la negrura penetraba mis ojos con tanta intensidad que no diferenciaba cuando los tenía abiertos y cuando cerrados . En un rinconcito de mi ya casi inexistente consciencia reí irónicamente. Que típico, que me llevasen a un lugar tétrico sin luz alguna, pensando que temía a la oscuridad como un niño por las noches. Pero ese débil pensamiento se fue disolviendo como un pequeño terrón de azúcar, mientras me adentraba cada vez más en aquella extraña realidad. Intenté en vano andar hacía alguna parte, ya que era difícil mantener el sentido de la orientación en aquél sitio. Apenas di un par de pasos antes de chocarme bruscamente con una fría y dura pared. Cambie de dirección como pude, un poco atontada a causa del golpe, y está vez fui más cuidadosa. Pero como ocurrió en el anterior intento, volví a dar con aquella imponente barrera que me impedía avanzar. Mi primer pensamiento me  aseguro que andar no me sacaría de aquel agujero negro, aunque aún así continúe intentándolo. Sin embargo, averigüe con algo de angustia que estaba encerrada. Aquella oscuridad no me aterraba, siempre me había atraído su tranquilidad e imponecia, pero el hecho de saber que estaba encerrada me creó un gran nudo en el estómago. La luz no hubiese ayudado a no ser que me mostrara alguna escapatoria, y es que ser consciente de que aquellas paredes me rodeaban prohibiendo mi salida y movimientos me hacían sentir inútil e impaciente. El tiempo corría cruel y mi malestar crecía con él. Me inquietaba pensar en que quizás mis hermanas necesitaban mi ayuda, y la angustia creció rápidamente en mi pecho tras esa idea. Una voz trepó por mi garganta saliendo disparada en forma de grito desesperado, y acto seguido comencé a golpear la pared más cercana rabiosamente. A cada minuto que pasaba mi respiración se volvía más agitada, una fría capa de sudor perlaba mi rostro y el estrés invadía cada poro de mi piel. Esto aumentó gradualmente cuando comencé a sentir que las paredes estaban más cerca, como si tuviesen vida propia y hubiesen decidido acercarse para torturarme. Como no quería terminar como una mosca aplastada, empuje aquél hormigón invisible con las manos y piernas, hasta que sentí que los huesos se me quebraban. No podía respirar y mis llorosos ojos se abrieron con pavor al escuchar unos gritos femeninos que sin duda procedían del exterior, y de mis hermanas. Las nauseas y mareos que movían mi cuerpo impidieron que siguiese luchando físicamente, aunque mi mente continuase en una dura lucha psicológica a causa de esos espantosos gritos. Luego todo desapareció.

***

Me desperté con un gran dolor de cabeza. Supe al instante que me había quedado inconsciente, ya que los recuerdos golpearon mi cabeza violentamente cuando abrí los ojos por segunda vez. Me di cuenta con asombro que el paisaje había cambiado; la oscuridad anterior se había transformado en un denso bosque lleno de altos árboles y revoltosos arbustos. El cantar de los pájaros alegraba mis oídos de una manera muy peculiar y sentía como el nudo de pánico, angustia e impotencia de mi estómago comenzaba a desatarse lentamente. Por un breve instante me sentí a salvo, y ese resquicio de confianza creciente me hizo levantarme para poder vagar por el nuevo bosque que crecía ante mis ojos.  A lo lejos divise con cierta satisfacción un prado repleto de delicadas violetas y margaritas, con  dos lejanas siluetas sentadas a la sombra de un gran roble. Al acercarme más me di cuenta de quienes eran; los rápidos dedos de Annie trenzaban el pelo de Lisbeth hábilmente, mientas la muchacha, con la mirada vacía y perdida se dedicaba a arrancarle los pétalos a una margarita. Algo en mi interior se removió y aunque estuviese ansiosa de ir corriendo hacia ellas sabía que debía tener cuidado. En aquella zona los amigables ruiseñores habían dejado de cantar y todo estaba demasiado tranquilo. Intuía que no estaban solas, y a juzgar por la extraviada mirada de mi hermana pequeña, sus ojos rojos, y la acentuada tensión en el rostro de Annie sabía que no ocurría nada bueno. Sentía que corrían peligro, que un descuidado paso en falso lo destrozaría todo, pero no conseguía descifrar el porqué. Decidí acercarme al prado rodeando los árboles, para que así mis hermanas no pudiesen verme, pero apenas di cinco cautelosos pasos cuando alguien apareció por detrás y me rodeó fuertemente el cuello con el brazo. El ritmo de los latidos de mi corazón comenzó a acelerarse frenéticamente antes ese olor familiar, ante esa sensación de desesperación, frustración y pavor.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2018 ⏰

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