Capítulo IV

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Pov Annie

Algo estaba taponando la salida y me impedía salir a la superficie a respirar, cosa que mis pulmones pedían a gritos. Y por si eso fuera poco, hacía más frío que en el bautizo del mismísimo Yeti. Notaba como se me encogía el corazón, y su ritmo cesaba. Notaba unas cuantas lágrimas que se mezclaban con el agua, suplicando por oxígeno. Pensé que ese era el fin de mi vida, que moriría ahogada en un lugar en el que ni siquiera sabía como había entrado. ¿Dónde estaba? Entonces un par de recuerdos se colaron en mi mente; la aula de música, el espejo, los gritos de mis hermanas... ¡Mis hermanas! ¿Seguirían allí, luchando por sus vidas, o habrían dejado ya de respirar? Ese último pensamiento me causaba escalofríos. Pero entonces, noté como un monstruo que acababa de nacer en mi pecho, rugía, ordenándome sobrevivir. Tenía que salvar mi vida y la de mis hermanas; nadie más podía hacerlo en esos momentos. Miré hacía todas las direcciones y visualice dos manos, moradas por la temperatura, y las agarré con todo mi ser.

Una fuerza me impulsó a golpear aquella barrera que tenía encima, que por su textura, parecía hielo. La golpeé con todas mis fuerzas, hasta que los cabeza me dolió de frío y hasta que mi cuerpo quedó sin más energía. Me costaba mucho, ya que mis manos estaban ocupadas, y mi oxígeno era casi inexistente. La golpeé pensando el la vida que poco a poco se me escapaba, hasta de repente una grieta se abrió, liberándonos de aquella prisión de hielo.

***

Lo primero que hice fue echar toda el agua que anteriormente había tragado, que era una buena cantidad. Acto seguido abrí los ojos, dándome cuenta de donde me encontraba. Estaba apoyada en uno de los miles árboles que había a mi alrededor, la hierba estaba húmeda, y algún que otro pajarillo cantaba. A lo lejos divisé a mis dos hermanas, que estaban a la orilla de un gran lago helado, cogiendo pequeños palos de madera mientras hablaban, hasta que Lisbeth me señaló y me miraron rápidamente. Todo me parecía muy extraño, no sabía donde estaba, ni como un viejo espejo me había traído hasta aquí. Además, aquel bosque no parecía estar en Londres, ni siquiera en Inglaterra. ¿Estaría muerta?

—¡Annie, has despertado!—exclamó Lisbeth, mientras se acercaba seguida de Yuna, la cuál estaba llena de hojas y ocupada por palos para hacer una hoguera.

—¿Donde estamos?—pregunte preocupada—¡¿Por que estáis tan tranquilas!?

—Luego te lo explico.—Me dijo mi hermana mayor con una expresión seria y firme. Tenía los ojos rojos, por lo que podía deducir que había estado llorando.

—¿Como te encuentras?

—Aparte de que casi morimos ahogadas, bastante bien. —Yuna y Lisbeth compartieron una mirada cómplice.

—Verás, cuando salimos a la superficie, te desmayaste y te cargamos hasta aquí...

Lisbeth cada vez parecía más angustiada, y al final no pudo más; rompió a llorar. Yuna la abrazó y le acarició el pelo, intentando tranquilizarla.

—¡¿Como puede ser que un espejo nos haya traído hasta aquí!?—chillé preocupada—¡Esto es irreal!

Lisbeth cada vez sollozaba más fuerte, y Yuna me lanzó una mirada reprochadora. Yo por mi parte pensaba que me volvería loca.

—¡¿Quieres bajar la voz!?—me ordenó Yuna, un tanto preocupada.

—¡NO!—grité aún más fuerte—No se tú, pero yo no me quedo tan tran...

Mis palabras fueron interrumpidas por una hermana mayor histérica;

—¡Mira, yo tampoco sé donde nos encontramos, pero un maldito elfo chiflado nos vigila!—gruñó, mientras abría los mucho los ojos—¡Creo que nos quiere matar, así que haz el favor de callar!

Entonces una ágil flecha pasó volando entre nosotras, y se clavó en el árbol en el que me apoyaba, justamente encima de mi cabeza.

Narnia: La llamada del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora