Capítulo X

145 21 16
                                    

Pov Lisbeth

Me dio la mano, yo acepté sin pensarlo. Su cara se iluminó al instante, y sus ojos azules me sonrieron. Me condujo por un estrecho pasillo con flores secas, antorchas antiguas,  y paredes llenas de grabados extraños.

—¿Cómo te llamas?

—Lisbeth.— No tenía ganas de hablar. Estaba asustada; aquel misterioso rey gobernador de un reino mágico me estaba alejando de mis hermanas.

—Bonito nombre, me gusta. Dime, Lisbeth, ¿Se te da bien manejar la espada?— dijo Peter, mirándome expectante.

—Supongo que sí, practico todos los días.— conteste mientras miraba hacía el frío suelo de piedra, evadiendo su azul mirada.

Poco después, antes de que Peter siguiera preguntándome cosas, llegamos a una hermosa habitación. Era amplia y luminosa, decorada de muebles de madera con detalles en rojo y con las paredes desnudas e intactas. Peter me tendió la espada que colgaba y brillaba en el centro de una de las paredes; tenía mango dorado, y en su gruesa empuñadura rugía un león. Parecía ligera cuando me la tendió, pero cuando la sostuve el peso aumentó con creces.

—¿Lista para batirte en duelo con Peter el Magnífico, Sumo Monarca de Narnia, Emperador de las Islas Solitarias, Señor de Cair Paravel y Jefe de la Más Noble Orden del León, señorita?

Asentí, mirándole en la manera más desafiante que pude, pero al parecer lo hice mal, ya que Peter soltó una suave carcajada. Por fin había conseguido mantener la espada en el aire, y conseguido mantener el equilibrio. También sonreí, pero solo para liberar aquellos nervios acumulados en el vientre. Y luego, ataqué con mi espada alzada, aunque el monarca bloqueó el golpe sin esfuerzo alguno. Después contraatacó él, rápidamente y con mucha agilidad. Intentaba mantener las distancias, pero siempre lograba acercarse para desarmarme. Peter sabía lo que hacía, se notaba que tenía experiencia, con en la mirada siempre fija en el objetivo, y en cualquier fallo que pudiese delatarme y dar paso a su victoria. Pensé que lo único que podía salvarme de aquella situación era un milagro, ya que a mí, nunca se me había dado tan bien la esgrima como a Yuna o a Annie. Personalmente prefería cantar o bailar. Y entonces, de aquel pensamiento tan inútil, surgio una gran idea. ¿Por que no utilizaba las cosas que se me daban bien en su contra? Él era un experimentado duelista, pero yo era una apasionada bailarina. Comencé a bailar al son de una canción que tarareaba suavemente, mientras daba vueltas y me movía ágilmente con la espada cortando aire. Por unos breves momentos, dio la impresión de que Peter quedaba embrujado, como medio paralizado. Sus azules ojos parecían hipnotizados por arte de magia, y utilice ese momento de debilidad para salvarme a mí misma. Él estaba justo encima de una peluda alfombra roja, así que rápidamente tiré de ella empleando todas mis fuerzas. Cayó al suelo acompañado de un ruido seco y metálico, y cuando intentó levantarse, el filo de mi espada le rozaba  garganta.

—Debes matarme o perdonarme la vida.— dijo él, mientras salía de aquel ensimismamiento, y tragaba saliva lentamente.

En respuesta le tendí la mano. No era capaz de matar a nadie, siempre habría otra solución. Él me cogió la mano, y recordé que al principio fue al revés. Intentó sonreírme, pero se notaba que estaba frustrado consigo mismo.

—¿Y ahora que, Peter?

El rubio se acercó a la ventana más cercana, me dio la espalda y miro el inmenso océano.

—Supongo que eres tú. —dijo sin mirarme. Su voz era áspera, nada que ver con la que había tenido al principio.

—¡¿Que quieres decir?! Mira, creo que me merezco unas respuestas.— Me acerque a Peter, e intente mirarle a la cara. Estaba enfada y confusa, yo no era ninguna marioneta para practicar esgrima.

—Sí, esta claro que te las has ganado. Pero no puedo revelarte el fin de todas estas pruebas, no hasta que las termines.— y dicho esto, se acerco a la puerta con pasos firmes— Y recuerda Lisbeth, que para ver en lo más hondo de tu alma es necesario mucha valentía.

La puerta se cerró, dejándome sola en frente de la ventana que daba al mar, más confusa que al principio.

Narnia: La llamada del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora