Juro que es verdad

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"No es sólo distorsionar un hecho. Es omitir deliberadamente detalles que resten importancia, o agregarlos para dar mayor impacto. El ser humano se ha especializado en aparentar. Es el as del disfraz, maquiladora del embuste, factoría de la simulación, han hecho de la mentira un estilo de vida. Y aún se atreven a justificarse calificando algunas de sus mentiras como 'piadosas' dizque para no lastimar a quien se las dirigen, ¡son tan considerados!, una mentira es una mentira y no hay pero que valga...", o eso fue lo que me dijo un g­üey venido de otro planeta ya cuando andaba briago. Sacó algo que se veía, parecía y sabía a whisky pero no lo era. Y encima se puso un toque, así es que no me sorprendió lo que decía. Trepados en su nave que, obviamente, posee un sistema inteligente de camuflaje, mirábamos desde las alturas. Sobrevolamos un estadio cuyo nombre prefiero no decir, nos chutamos un infumable empate entre dos equipos posicionados en los últimos lugares de la tabla, pero tampoco me da la gana ni vale la pena mencionar a esos equipos tan chafas.

Bueno, para ser sincero, lo dijo un compa de acá de la cuadra, El lenguasuelta le dicen, mientras nos chingábamos lo que nos quedaba del último tequila, de tres, que veníamos consumiendo desde la noche anterior. Mirábamos, a primera hora, un juego en el campo llanero de la colonia, un tanto somnolientos pero aún enteros, aplastados en su vocho todo puteado pero que todavía hacía paro. Yo creo que se puso a filosofar así, porque de plano estaba bien pinche aburrido el partido entre el Real nosequémadres y el Deportivo sepalaverga, o a lo mejor es que ya nos estaba doblando el sueño y nos pareció sin chiste el dichoso juego. Lo mejor fue cuando se armó la bronca por un penalti, justamente marcado para unos, odiosamente mal para otros. Empezaron a encararse, los empujones brotaron por todos lados. En un instante, todo pasó de las amenazas a los hechos. Comenzaron a soltarse los rectos, los ganchos y las patadas voladoras, hasta las viejas ya estaban más que puestas para el desgreñe.

Está bien... la mera verdad es que se me ocurrió encender el televisor y pues, después de un largo tiempo de no hacerlo, me puse a ver un partido. Uno de esos, siempre tan aclamados como "clásico", que de clásico sólo tuvo ese pinche juego trabado, lento, tedioso hasta el cansancio. Algo andaba mal, había un desajuste entre lo que veía en pantalla y lo que describía el narrador ridículamente exaltado. Imité a todos esos imbéciles, me chingué una botana y unas cervezas para ver si eso me anestesiaba, para ver si me conectaba con la crónica tan emocionante del locutor, a lo mejor es que yo no ponía de mi parte. No sirvió de nada, ya ni lo terminé de ver, seguro el resultado fue un clásico cero a cero. Definitivamente, uno puede ver más pasión y entrega en cualquier cáscara de barrio. Y pues para quitarme el horrible sabor de boca, me eché otras caguamas, que para amargura prefiero la de una chela bien fría. Y junto con el mareo me golpeó una sensación genuina, una emoción que nunca tenía que fingir ni aparentar, ni siquiera estimular con cerveza...y entonces me puse a escribir esta mariguanada.

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Historias e histerias (en retazos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora