A quemarropa

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No lo pensó dos veces, abrió el cajón y sacó la pistola. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina donde su madre ya alistaba el desayuno. Apuntó al pecho, si ahora estuviese frente a los patos de la feria el premio lo tendría seguro en sus manos, esa experiencia previa no le haría errar en esta ocasión. No conforme, pensó en su padre, sabía que tenía la costumbre de leer el diario, entonces se encaminó hacía la sala. El rostro no lo pudo ver, pues estaba cubierto por las páginas del periódico. Nada pudo hacer para evitar el tiro que el chico le lanzó a quemarropa. Se dirigió hacia la cocina con la intención de rematar a su madre, pero lo detuvo su voz que le pedía que tomara el desayuno aprisa, pues si no llegaría tarde a la escuela. Él ignoró su pedimento y accionó de nuevo su arma, pero el agua enjabonada se había acabado.

Historias e histerias (en retazos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora