XVII

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Las señales que la hicieron notar que, a las seis menos diez de la tarde, la celebración de sus amigos se estaba yendo un poco de control, fueron poca, pero determinantes: Lo primero fue poder escuchar la música desde que aparcó fuera de la casa de Allyson; lo segundo, tener que patear seis latas de cerveza para cruzar el umbral y lo tercero, entrar justo a tiempo para ver a su amiga correr hacia el baño.

Penny respiró profundo y lanzó una mirada por todo el salón de la elegante casa que, en aquel momento parecía un desastre. Se acercó hasta el reproductor de música y bajó el volumen que estaba a punto de enloquecerla.

—Miren, Penny llegó —gritó Ella, como si nadie más pudiera verla—. Allyson se tomó trece cervezas, fue a vomitar. Dijo que seguiríamos jugando cuando volviera. Hasta ahora tiene el récord de la noche.

Podía ver que la intención de Ella era informarla, pero al final, solo había logrado confundirla aún más. Sintió ganas de decirles que aún no era de noche, pero se mordió la lengua.

—¿Jugando a qué? —cuestionó, mirándolos a todos en busca de respuestas.

—Competimos para ver quien logra tomarse tres latas de cerveza en un minuto, nadie lo ha logrado aún, pero Allyson estuvo bastante cerca.

Penny quiso golpearlos por estúpidos, pero se contuvo. Ella era la culpable de haber elegido como amigos a ese grupo de descerebrados.

—Iré a buscar a Allyson— anunció antes de tomar el mismo camino que había visto tomar a su amiga.

El pasillo conducía al único cuarto de año de la planta baja, casi nunca se usaba, pero Penny se alegró de que estuviera ahí, porque de no ser así, seguramente estaría siguiendo un rastro de vómito y porque era muy probable que Allyson se matara al subir las escaleras después de trece cervezas en poco menos de media hora. Al llegar al final del pasillo, justo a la puerta del baño, tocó para comprobar que Allyson seguía consciente y no estaba tirada en el suelo de su baño ahogándose en su propio vomito.

—¿Ally, estás ahí?

—Solo un minuto —gimió su amiga.

Sonaba como si la hubieran golpeado con bate de baseball, pero al menos estaba en condición de responder así que no era tan malo. Resignada, Penny se apoyó de la pared frente a la puerta, dispuesta a esperar el tiempo que fuera necesario.

Luego de un par de minutos y de escuchar correr mucha agua, las puertas del baño se abrieron y Allyson salió, haciéndole pensar que lo del bate era una tontería, su amiga parecía como si un si la hubiera atropellado un camión, pero aun así se las arreglaba para tener una sonrisa en el rostro. Incluso se tomó el tiempo de ponerse lápiz labial. Había recogido su cabello en una trenza y Penny se preguntó cómo hacía para lucir bonita después de vomitar.

—Tardaste poco en llegar, Penny —dijo, lanzándose a abrazarla.

—Apartarte. Apestas a alcohol —bromeó intentando quitársela de encima.

—Solo un poco, el idiota de Tyler derramó su cerveza sobre mi suéter. Al menos mi aliento huele a menta fresca, mira —antes de que Penny lograra retroceder y ponerse a salvo, Allyson respiró sobre su rostro.

—¡Ahhgg! —chilló, empujándola—. Eso es asqueroso, Allyson. No actúes como borracha psicótica. ¿Por qué no vamos y pedimos algo grasoso que calme todo ese alcohol en ti?

—Yo quiero comida china —exhaló Allyson, tomándola de la mano y arrastrándola de vuelta con los demás.

Aquella sugerencia de parte de su amiga no era de esperarse, Allyson no pediría algo lleno de grasas y calorías, paradójicamente preferiría tomarse una caja de cervezas y no comer una tonta rebanada de pizza.

Y Ahora ¿Qué digo?   (YAQH 1.5) (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora