III

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— ¡Oh por Dios, Penny! ¡Eso es fantástico!

Penny sintió el impulso de apartar el teléfono, pero tenía el manos libres así que tuvo que aguantarse el grito de Allyson.

Su amiga la había llamado treinta y cinco minutos antes pidiéndole todos los pormenores de su cita con Jason, si era que podía llamarle así y Penny le había contado cada cosa que pasó o al menos cada cosa que podía recordar. Y aunque no le parecía que embriagarse y hacer el ridículo fuera ''fantástico'', no dijo nada.

—Es obvio. Le gustas —volvió a chillar Allyson.

—¿Ally, podrías por favor dejar de gritar? —pidió haciendo una mueca.

—¿Tienes resaca, Penny Presumida?

—No, no tengo resaca. No necesito haber tomado para que me moleste el escándalo.

—Al parecer alguien se despertó hoy de mal humor.

Penny resopló. No estaba de mal humor y no estaba con resaca, pero no había forma de explicárselo a Allyson y que ella lo comprendiera. Su noche fue mejor de lo que esperaba. Jason fue gracioso, amable y atento, ¿por qué tendría que estar molesta? Lo de la resaca era tema aparte, tal vez tuviera un poquito de dolor de cabeza y más sed de lo normal, pero no pensaba tratar el tema en ese momento.

—Ally, estoy conduciendo, Voy a desayunar con mamá. Te llamaré cuando vuelva a casa —anunció.

—De acuerdo. Saluda a Dave de mi parte.

Las bromas de su amiga sobre conquistar a cualquiera de sus hermanos era un chiste recurrente y nunca pasaba de moda, sobre todo porque ambas sabían que nunca sucedería. Penny suponía que ahora que Brett estaba en camino de convertirse en papá, todas las bromas de Allyson se concentrarían en incomodar a Dave.

Aparcó frente a la casa de sus padres pasadas las ocho de la mañana, así que no tenía que correr. Su madre llevaba una rutina muy estricta en su vida y el horario del desayuno era una de ellas. Los días que Penny no tenía clases a primera hora le gustaba pasarse y desayunar con ella como lo hacían antes de abandonar la casa familiar; en ocasiones sus hermanos también se unían, aunque no creía que ese día fuera el caso.

Entró en la casa con la llave que aún conservaba y caminó hasta la terraza trasera, donde sabía que encontraría a su madre. Aquel siempre había sido su lugar favorito para desayunar y con el tiempo también se convirtió en el favorito de Penny.

En efecto, la encontró allí, sentada con su habitual taza de té en las manos mientras leía el periódico. Cuando notó su presencia levantó la vista y le sonrió.

—Oh, Penny. Justo a tiempo.

—Buenos días, mamá —dijo besándola en ambas mejillas y sentándose frente a ella— Muero de hambre.

Su madre le sonrió.

—Puedo notarlo. Marlene vendrá en cualquier momento —anunció su madre—. Cuéntame de ti. ¿Cómo van las cosas en la facultad? —cuestionó esta mientras cerraba el periódico para prestarle atención.

Cada vez que se reunían su madre le hacía las mismas preguntas, aun así, a Penny no le molestaba contarle cada semana lo bien que le iba. Le hablaba sobre sus maestros y las locuras que se les ocurrían para atormentarlos, incluso a veces hablaban sobre Allyson o sus calificaciones. Conversar acerca ese tipo de cosas con ella nunca había sido un problema, su madre era como una amiga más y siempre parecía muy dispuesta a escuchar cualquier tontería.

Todavía podía recordarla sentada con ella y Allyson en el jardín tomando té imaginario, o consolándola de adolescente cuando se había enamorado de un chico que apenas había notado su existencia.

Y Ahora ¿Qué digo?   (YAQH 1.5) (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora