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—¿Dime por qué razón está a punto de amanecer y aún no estamos dormidos?

Penny fingió pensarlo por unos segundos.

—¿Porque teníamos mucho de qué hablar?

En realidad, a ella se le ocurrían media docena de razones, pero decírselas a Jason rompería su promesa de no cometer más ridiculeces por las próximas veinticuatro horas, así que solo miró al techo y fingió inocencia.

—Tal vez si me cantaras una canción para dormir...

—O tal vez si te sedara... —repuso Penny conteniendo una carcajada.

—¡Oye! Si vas a drogarme, que sea con algo más divertido.

Ella lo golpeó con el hombro. Era increíble que estuviera con aquel hombre en una cama, rodeados de una más que obvia tensión sexual, y que ninguno se hubiera lanzado sobre el otro. Eso si era autocontrol.

—¿Eres consciente de que dentro de un par de horas debemos volver a casa conduciendo y ninguno ha dormido? —cuestionó, girándose para mirarlo a los ojos.

—Igual no cambiaría nada de lo que ha pasado hoy —contestó Jason, pero aquella vez no pudo contener un bostezo. A Penny no le importaba, porque estaba demasiado ocupada sintiéndose halagada por sus palabras.

—Duérmete ya.

—Solo porque me lo pides con tanta amabilidad— ironizó acomodándose frente a ella y clavando sus ojos en los de Penny—Buenas noches, chica linda.

—Buenas noches para ti también.

De todas formas, Penny no logró conciliar el sueño. Estar en la cama junto a Jason era algo difícil de ignorar y que requería demasiada concentración como para poder quedarse dormida a su lado.

Al cabo de treinta minutos perdió las esperanzas de dormirse, así que se levantó de la cama y fue a la cocina por algo de tomar. El sol estaba despuntando y la casa estaba sumida en un silencio tan profundo que Penny podía escuchar sus ligeras pisadas sobre el suelo.

Tomó un poco de agua del refrigerador y la botella casi se escurre de sus manos cuando escuchó una voz a sus espaldas.

—Debe haber algo mal contigo si estás aquí en lugar de en la cama con ese magnífico dios griego —dijo Allyson.

—No puedo dormir —le explicó, sentándose en la pequeña mesa ubicada en una esquina de la cocina e invitándole, sin palabras, a sentarse junto a ella.

—Sí, ese es el destino dándote la oportunidad de tener sexo salvaje con él toda la noche —replicó su amiga, sacando otra botella de agua del refrigerador y luego tomando asiento frente a Penny— ¿Y entonces? —cuestionó Allyson, unos segundos más tarde, al ver que no decía nada.

—¿Qué?

—¿Por qué estás aquí? —insistió.

—Ya te dije que no puedo dormir, tal vez el desvelo me pase factura más tarde, pero justo ahora no logro conciliar el sueño —Su amiga se quedó mirándola fijamente, como si no le creyera lo que acababa de decir—. Es loco, pero no puedo dejar de mirarlo y no quiero que despierte y me descubra. No quiero que piense que soy una psicópata. ¿Tú por qué no estás dormida? Después de tremenda borrachera imaginé que el coma te duraría hasta el lunes.

—Bueno... es que no está bien comer pan frente a los pobres —Ante la mirada confundida de Penny, Allyson aclaró: — Lo que te digo es que, a diferencia de ti, mi querida amiga, alguien si estaba teniendo sexo en la habitación del lado.

Penny se rió, ni siquiera intentó controlar su carcajada, suponía que después de tanto alcohol y desvelo, todos en la casa estaban profundamente dormidos.

Y Ahora ¿Qué digo?   (YAQH 1.5) (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora