La decisión de Carmen 9

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Después de varios días en la finca, Carmen asiste al castigo público y degradación de uno los capataces de Ama Sonia que se atrevió a desobedecer sus órdenes…

***

Como todos los días el reloj de digital de Carmen comenzó a sonar a las 9 de la mañana. La sumisa ya llevaba más de tres horas levantada, ya que su día en aquella finca comenzaba a las 6, pero el día de su Ama comenzaba cuatro horas más tarde y pese a encontrarse fuera de su residencia habitual la rutina a la hora de despertar a la mujer no había cambiado.

Carmen, que en aquel momento estaba haciendo trotar a un par de las jóvenes ponys de Ama Sonia movió las riendas para que diesen la vuelta y se dirigiesen a la casa rápidamente. La sumisa poco a poco iba soltándose a la hora de usar las riendas y cada día las movía con mayor habilidad.

-         ¡Ana! me tengo que ir a despertar a mi Ama- le dijo a su compañera que asintió con la cabeza, desde que había llegado allí cinco días antes la sumisa siempre tenía que dejarla sola a la misma hora.

-         Muy bien nos vemos luego entonces- se despidió mientras espoleaba a sus tiradoras para que iniciasen la marcha.

-         Bueno chicas, deprisita que tengo que preparar el desayuno a mi Ama y asearme para ir ante ella- las dos sumisas al oír aquello comenzaron a trotar a un buen ritmo.

Carmen sonrió complacida de que la obedeciesen sin necesidad de usar el látigo sobre sus atléticos cuerpos, a la sumisa no la agradaba maltratar los cuerpos de las jóvenes, la gustaba la sensación de manejarlas a su antojo usando las riendas, pero no el espolearlas con fustas y látigos para hacer que corriesen más deprisa por temor.

Carmen tan solo tardó cinco minutos en llegar a la puerta del establo, donde hizo soltarse a las mujeres del carro. Carmen rápidamente les quitó las mordazas a las dos esclavas, primero la de Laura, la altísima pony rubia de pechos grandes y figura estilizada que había impresionado a Carmen el primer día, y después la de Jesica, la sumisa de pelo rapado y cuerpo atlético que parecía poca cosa comparado con el de su compañera. Carmen al verlas jadeantes las cogió de las riendas y las llevó a beber algo de agua.

-         Gracias Señora- dijeron las dos casi al unísono cuando sacaron sus caras del abrevadero.

-         Me habéis traído rápido y os recompenso- dijo la sumisa sonriendo mientras tiraba de las riendas.

Una vez en su respectivo establo la sumisa comenzó a quitarlas las riendas, las botas y el corsé, dejándolas tan solo con sus braguitas que evitaba que se saliesen los consoladores que llevaban y la cola que las salía del culo.

-         Bueno chicas, regresaré dentro de algo más de una hora si mi Ama no desea que me quede con ella, sino supongo que Ana se encargará de vosotras- dijo mientras colocaba los grilletes en cada una de las piernas de las ponys dejándolas del todo indefensas ya que no abrió las esposas que retenían sus brazos a la espalda.

Las dos sumisa una vez estuvieron totalmente retenidas se arrodillaron y dieron cada una un beso en los pies a Carmen, lo que a la sumisa la agrado, sabía que aquella era una muestra de que la pony estaba agradecida del trato que recibía de su dominante.

Carmen corrió a la habitación de Ana donde se dio una rápida ducha que despegó el sudor de su piel sintiendo un considerable alivio.

Una vez limpia y relajada bajó a la cocina donde comenzó a elaborar el desayuno de su Ama, llegaba con el tiempo justo, media hora. Sara había sido clara con su sumisa y le había dicho que no solo quería que la sirviese el desayuno, sino que tenía que estar preparado por ella.

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