La decisión de Carmen 5

585 5 3
                                    

Carmen es prestada por su Ama Sara a la sádica Ama Eliana, en su primera fiesta sado…

****

-         Bueno, ya hemos llegado -anunció Ama Eliana cuando abrió una de las puertas del segundo piso- esta es mi habitación favorita de la casa- comentó la mujer mientras Carmen le seguía de rodillas.

La sumisa, pese a sentirse un poco asustada, entró después de la Dominante y esperó a que esta última encendiese la luz. Toda la sala se iluminó y entonces Carmen pudo ver todo lo que le rodeaba: la pared de la derecha estaba totalmente repleta de látigos, fustas, cuerdas, máscaras… la que tenía en frente seguía adornada por los mismos artilugios, pero gran parte de la misma estaba ocupada por una gran ventana que a juzgar por la nitidez con la que se oían las risas de los dominante y los gritos de dolor de Erika, la sumisa rebelde de Ama Eliana, debía de dar al jardín trasero.

En la pared de su izquierda pudo ver que había pegada una cruz en la que había unos grilletes, era la primera vez que la sumisa veía un artilugio como aquel y le intimidó bastante, al igual que lo hizo el potro que había en mitad de la estancia y las cadenas con grilletes y las poleas que había en otro rincón de la habitación.

-         ¿Nerviosa, esclava?- le preguntó Ama Eliana después de cerrar la puerta tras ella.

-         Sí Señora- respondió la muchacha, que no podía ocultar del desasosiego que la producía estar con aquella mujer a solas rodeada de tal cantidad de instrumentos de tortura.

-         ¿Por qué está asustada?- preguntó la mujer sentándose en una silla que parecía un trono.

-         Por que no sé lo que va a hacer conmigo, Señora Eliana- respondió la sumisa rápidamente sin levantar la cabeza.

-         Tranquila, si lo que te asusta es que te trate con tanta dureza como a Erika, puedes estar tranquila- dijo sonriendo- comienza por descalzarme esclava.

Carmen al oír la orden se acercó obediente a la Dominante y con sus manos comenzó a retirar con delicadeza los zapatos del Ama. Tenía unos pies delgados, de dedos finos y con uñas pintadas de color negro.

-         Bésalos- ordenó y la sumisa agachó la cabeza hasta dar un beso en los pies de la mujer- ¿Te gusta esto, perra?

-         Sí señora- respondió la sumisa. No era del todo verdad, pero tampoco mentira. Poco a poco estaba acostumbrándose a aquella vida de servidumbre y humillación.

-         Eso está bien- comentó la mujer mientras se levantaba de su trono. Después se inclinó un poco para coger la correa de la sumisa y tiró de ella hasta llegar a la cruz.- ¡en pie, perra!- ordenó y Carmen se levantó rápidamente.

La mujer la miró de arriba a bajo y sonrió complacida con el cuerpo de la joven, pero tampoco se recreó mucho en él. Eliana cogió cada extremidad de la sumisa y la colocó en el instrumento, con los brazos en cruz y las piernas separadas. La sumisa escuchó con miedo cada uno de los cuatro grilletes cerrarse, que dejaban sus brazos y piernas inutilizados.

-         Así me gusta. Totalmente indefensa para mí- dijo la mujer encantada de tener a la joven a su merced- ¿estás lista para ser sometida?

-         Sí Señora- respondió la sumisa, que sabía que era la única respuesta valida en aquella situación.

-         Antes de comenzar te aviso que yo no soy un Ama como la tuya, sé que Sara es dulce contigo y te procura placer de vez en cuando, conmigo no lo esperes. Los sumisos para mí son objetos para mi placer, nada más. ¿Has entendido, puta?- preguntó con dureza.

La decisión de CarmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora